"El oficialismo propone para la Corte a un discípulo de (Eugenio) Zaffaroni, que significa más garantismo para quienes han violado derechos de otros ciudadanos", apuntó De Narváez.
Retomó así su principal bandera discursiva: el combate contra la inseguridad, siempre presentado como un tema de simple resolución en sus discursos promotores de la mano dura.
Así, el autor del fallido "Mapa de la inseguridad", que finalmente no consiguió resultados visibles, a pesar de su altísimo marketing en la campaña legislativa del 2009, volvió a apostar fuerte de cara a las elecciones para la gobernación bonaerense.
Además, el ex dueño de Casa Tía, nuevamente hizo gala de su ambición e imbatible billetera: alquiló el piso 15 de la Torre de las Naciones, dos debajo del propio de Sergio Massa. De Narváez, que vendió Tía al Grupo Exxel en casi 700 millones de dólares a mitad de los noventa, mudó sus oficinas del barrio porteño de Las Cañitas a Tigre.
Por otro lado, el diputado empezó una ronda de visitas con intendentes del Frente Renovador bien cercanos a Massa, como José Eseverri (Olavarría), Joaquín de la Torre (San Miguel) y Gabriel Katopodis (San Martín).
Esa política audaz lo enfrenta con uno de los dirigentes massistas que más se opuso a su desembarco: el jefe de bloque de diputados y ex intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi, quien está directamente enfurecido con el ascenso de De Narváez.
Es que si bien Giustozzi era el pre-candidato a gobernador más cercano que tenía Massa, el ex intendente no termina de despegar en las encuestas. Una tendencia que obligó a Massa a explorar otras posibles candidaturas, para acompañar su propia aventura presidencial, como la de De Narváez y el lomense Martín Insaurralde.
Pero ante el enfriamiento del pase de Insaurralde al massismo, De Narváez se consolida como pre-candidato con mejores chances en las encuestas.
El alejamiento del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, encaminado desde el Frente Renovador hacia el PRO, también potencia las chances del Colorado.