Por Andrés Fidanza
Ni peronización, ni traición al votante amarillo, ni giro histórico de Mauricio Macri. La designación del peronista planta permanente del poder fue una ofrenda hacia el círculo rojo, realizada por un gobierno que había decepcionado al sector que venía a representar. Pichetto, como una refuerzo de la garantía macrista hacia el establishment. Con Roberto Lavagna desinflado, igual el círculo rojo tampoco contaba con una alternativa electoral.
La elección del senador veterano, eso sí, rompió con el ABC del manual duranbarbiano. El asesor presidencial percibe a la política como la construcción de un collage para los que odian la política. Desde esa mirada, la expresión endurecida de Pichetto rompe con el paisaje amable que diseñaba Durán Barba. Miguel Ángel no suaviza, ni humaniza, ni seduce al votante que define la elección en base a impresiones superficiales. Tampoco le suma votos propios al macrismo. Pero su convocatoria cumple con un requisito que se suele pasar por alto: estaba disponible, a diferencia de Martín Lousteau, Juan Manuel Urtubey o Ernesto Sanz. Tras casi cuatro años de inflación récord, aumento de la pobreza, el desempleo y el endeudamiento, al oficialismo sólo le quedan los planes B o C. Pichetto estaba a mano, aún cuando proviniera desde las entrañas del monstruo: los malditos “70 años de peronismo”.
Además esa contradicción ya encontró un asterisco que le enmendara. Durán Barba dio una explicación ad-hoc para justificar el cambio de parecer en el ADN PRO. "Muchos peronistas conservan las ideas básicas de Perón en torno a la justicia social, pero son democráticos e institucionales. La presencia de Miguel Ángel Pichetto dio a la fórmula de Macri ese aporte que aparece por primera vez en la política argentina: peronista sí, totalitario no", publicó en su habitual columna en Perfil.
Así, la nominación de Pichetto fue más una cooptación que un ensayo por hibridizar al macrismo. El oficialismo no alteró su speech, su ideario, ni su táctica de polarización. Ni siquiera premió a la tribu política de Cambiemos, en el cierre de las listas. Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y Nicolás Massot volvieron a preparar las valijas, tras el mini-veranito pichettista. En la provincia de Buenos Aires, no hubo espacio para los aspirantes del ala política del macrismo. Si bien Frigerio mantiene la compostura y los modos, Monzó y Massot ya están enfocados en su futuro inmediato: la creación de una consultora política, que les permita amenizar la salida del gobierno.
Mientras, el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea llegó para reforzar el contraste que propone la Casa Rosada: apertura al mundo, versus un anacrónico vivir con lo nuestro. En resumen, otra versión del clásico civilización o barbarie. Con prohibición duranbarbiana para hablar de economía, Macri machacará con ese clivaje. Se trata de un lenguaje bastante abstracto. Sobre todo frente a una situación económica que se mantiene fría, con la única ventaja de un dólar subsidiado por el FMI. A esta altura, al macrismo no le queda otra apuesta posible.