(Por Ignacio Cantala) La disyuntiva en torno a la estrategia de la polarización o la captura de la “ancha avenida del medio” se ha instalado como tema ineludible en todas las conversaciones del ámbito político.
Ambos caminos compiten por imponerse como el mejor modo de acumulación política para ampliar las bases de sustentación de los candidatos y sus proyectos con vistas a la elección legislativa.
Por un lado, la polarización, esto es, la definición clara y contundente de una serie de lineamientos y convicciones, enfrentadas a definiciones y lineamientos exactamente inversos y sostenidos con igual convicción.
Por el otro, lo que denominaremos el “centrismo”, esto es, el intento por ocupar el medio del arco político, equidistante de los extremos y pretendiendo capturar “lo mejor de cada uno”para andar por la “ancha avenida del medio”.
Las experiencias recientes parecieran indicar que esa avenida termina siempre convertida en una calle sin salida. El experimento de Sabatella en la provincia de Buenos Aires, la propia elección de Scioli en las PASO del 2015 o actualmente, el persistente intento de Massa por ubicarse allí dan cuenta del fracaso de la estrategia. El tránsito de Massa por esa avenida ya empezó a mostrarle indicaciones de “calle sin salida”, pero como aún quedan metros de camino él insiste en recorrerlos.
Su fuerza política se desgrana, sus figuras más rutilantes y experimentadas (Alberto Fernández y Felipe Solá) reniegan del neutralismo político, al que consideran insulso, vació y errado. ¿Qué dijo Massa del conflicto docente? Nada, porque las posiciones intermedias no caben ante situaciones que exigen definiciones políticas sin matices.
Por ello, hace tiempo vienen insistiendo al líder del Frente Renovador (FR) con una lectura que parece no permear la “cosmovisión consultora” de la realidad que sostiene Massa. En off suelen afirmar que “la sociedad esta polarizada y nosotros pretendemos representarla con posturas edulcoradas esa indeterminación está llevando a Sergio a perder votos día tras día”.
Además, siendo muchos de ellos lobbistas de importantes grupos económicos locales, se muestran preocupados por los recientes rumores que vinculan a Massa con el escándalo de Odebrecht y observan como paulatinamente se diluye el respaldo a su figura de alternancia que les permita recuperar posiciones hegemónicas en el bloque político y social dominante, hoy dominado por las corporaciones y el capital financiero internacional.
La idea de un Frente Renovador garante de la alternancia y de Sergio Massa como un líder moderno, transparente y racional, presentado como la instancia que supera las contradicciones, donde se encuentran contenidas la negación del kirchnerismo y la negación del macrismo y de donde nace lo nuevo, no termina de materializarse en los hechos.
El problema de Massa, retomando la lógica hegeliana, es que como afirmaba el filósofo alemán “siempre es el sujeto el que se realiza, por lo tanto lo que él hace vuelve”. Hasta el momento, dos sectores comenzaron a hacer girar el espiral, por un lado el gobierno nacional devolviéndolo a su lugar vacío, abstracto e indeterminado, inutilizable en un año donde el Congreso estará planchado y por el otro, el famoso “círculo rojo” que, aunque con menos ímpetu, mantiene viva su representación de una salida de emergencia para reconquistar su influencia sobre el poder político, obturada en el kirchnerismo por la primacía de la política y en el macrismo por su cierre con el capital financiero internacional. “Vamos a volver” dejó de ser una consigna exclusiva del peronismo.
El debate sobre el “centrismo” trasciende las fronteras del FR y llega hasta las propias entrañas del peronismo. Emilio Persico y el Chino Navarro, así como Julián Domínguez y Florencio Randazzo llegan a la vía del centrismo por considerar la polarización funcional al macrismo. Lejos de creer en los estudios de opinión que hablan de un tercio del electorado indeciso y ávido de posiciones moderadas y racionales, lo que aquí determina su visión es la necesidad de correr del centro de la escena a la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Resulta paradójico que Randazzo, el mayor crítico de la figura moderada de Scioli, a quien llego a acusar de ser el candidato de Clarín en las PASO del FPV, apuesta ahora a una construcción centrista. En definitiva, pareciera una elección de segundo orden porque el extremo está ocupado por CFK.
Esta construcción del peronismo moderado fue la principal estrategia de Vidal y Monzó para garantizar un peronismo “prolijo”, que camine de traje por la avenida del medio. Sin embargo, la moratoria de dirigentes lanzada por la gobernadora logró convencer sólo a Duhalde, que antes de perder sus últimos minutos de protagonismo político anunció estar dispuesto a competir por la presidencia del PJ.
La fractura del peronismo es condición indispensable para la sobrevida del proyecto de Cambiemos.
La apuesta es que el peronismo prudente y racional, el peronismo socialmente jubilado, el peronismo sin ideologías y el peronismo subsidio dependiente desfilen por la avenida del centro al ritmo de la música funcional oficialista. Randazzo, Dominguez, Massa, Monzó, Duhalde, Persico y Navarro irían todos en la misma comparsa.
Finalmente, es preciso recordar que las ideas, teorías y encuadres conceptuales deben utilizarse para analizar la realidad y no al revés, es decir, adaptar la realidad a determinado marco conceptual. Las expresiones políticas callejeras así como los principales estudios de opinión muestran una sociedad polarizada. Los intentos por negar este fenómeno son asimilables a las pretendidas lecturas clasistas y nostálgicas de la izquierda.
Duran Barba, inventor de la política pública de subsidiar consultoras y trolls, lo tiene bien claro y por ello aconsejó profundizar en las últimas semanas la confrontación con la administración Kirchner. Su discípulo Marcos Peña mostró que sigue siendo su mejor troll.
El oficialismo necesita recrear algo del 51% que obtuvo en el ballotage para evitar un resultado electoral que se avecina desastroso. Negando en los hechos la idea de “unir a los argentinos”, se promocionan los niveles de odio para que siga viva la idea del “cambio”. Asistimos así, al encuentro de “la grieta” con sus autores intelectuales.
Mientras la sociedad se polariza y la despolitización pretendida por Cambiemos no se materializa, ciertos actores de reparto se disputan y atribuyen, por convicción o necesidad, encabezar la caravana teleológica por la avenida del medio.
Números y encuestas que anuncian “calle sin salida”
Polarización centrifuga o ancha avenida del medio son dos momentos lábiles y simultáneos que pueden favorecer o deteriorar a Sergio Massa. La regularidad de los más de 20 puntos que sacó en octubre de 2015 versus la intranscendencia de su presente son dos extremos de esa tensión.
Las encuestas indican que en forma sostenida desde el mes de agosto del año pasado, las consideraciones positivas sobre Massa caen a la par que las del macrismo.
Massa perdió adhesiones en ambos campos de la polarización: con el votante peronista que se opone a Macri por castigar a los trabajadores, y entre el público derechista, que lo sorprendió en alguna agachada, como la del malogrado proyecto opositor para el impuesto a los altos ingresos.
Y esa es la tendencia con distintos niveles según la región del país que se trate.
Todos los analistas consultados coinciden en que hay 60% de los 22 puntos que votaron a Massa en la primera vuelta de 2015, lo hicieron por Macri en el ballotage. Es un segmento que ya estaba polarizado contra el peronismo. Y probablemente siga apoyando, aunque en forma cada vez más débil, al tándem Macri – Massa.
En este punto, Macri aplica una de las tijeras de la polarización para seguir recortando el voto antiperonista. El problema adicional para Massa es que la inversión publicitaria del diálogo y la gobernabilidad son capitalizadas por Macri y su “no vuelta al pasado”.
El otro 40% de los votos de Massa, los que votaron a Scioli en la segunda vuelta, está más concentrado en la Provincia de Buenos Aires, porque recordemos que entre los 60 puntos que votaron Massa – Macri en 2015, están los muchísimos cordobeses arrastrados por De la Sota.
Que le pasó en a Sergio Massa en la Provincia de Buenos Aires?: en marzo de 2016 reunía 70% de opiniones positivas y 42 puntos de diferencial positivo (positivas menos negativas); ahora tiene 52% de positivas y tiene 7 de diferencial. Perdió el 40% de sus opiniones positivas en un año, socavado por las consecuencias sociales del modelo económico que habilitó en toda su campaña desde el 2013.
Para llegar ahí siguió una pendiente suave pero sostenida: 67% de positivas a 31% de negativas en julio de 2016; 62 a 35 en octubre; 59 a 36 en febrero.
Obviamente, Massa es considerado de manera confusa en su actitud frente al oficialismo: sólo un 40% lo considera Opositor y casi el 30% no sabe como ubicarlo.
Mientras tanto, en el otro cordón cuneta de la avenida, Cristina Kirchner recolecta la oposición a Macri, también entre los que tienen evaluación positiva de Massa. Allí la intención de voto de Cristina se duplicó desde octubre del 2016.
Los pragmáticos que votaron Massa – Scioli en 2016, muy concentrados en la Provincia de Buenos Aires, con gran incidencia de los más humildes de la Primera Sección Electoral y de los trabajadores calificados, es lógico que hoy manifiesten rechazo a las políticas de ajuste, apoyando a la ex Presidenta, única expresión cabal de oposición.
Pero aún en este contexto Massa se mantiene con 20 puntos en la Provincia de Buenos Aires. No tiene posibilidades de disputar la elección y mejora sólo cuando Margarita Stolbizer sale a cazar kirchneristas para captar votos macristas.
Sin embargo, esa simulación no expresa una dinámica electoral que los ubica cómodos en el tercer lugar.