El 2×1 y la sobreestimación de la grieta
(por Andrés Fidanza) Si bien hasta ahora el gobierno le sacó un enorme provecho al recurso de la polarización, esa estrategia mostró su techo frente al fallo del 2×1. El silencio y tibieza inicial del macrismo, después de la decisión de tres jueces de la Corte Suprema, chocó contra un consenso inesperado para el oficialismo.
La condena a la crímenes de la dictadura desbordó el speech de la rivalización entre el pasado (que puede ser K o enteramente peronista, según la conveniencia del momento) y un futuro amarillo PRO. La reacción social ante la sentencia expuso los límites del principal argumento de campaña de Cambiemos. Por más que el macrismo intente que cualquier dirigente, campaña, marcha o simple comentario entre a la fuerza dentro de ese esquema fijo, hay temas que lo exceden largamente. Malestar con el oficialismo e identidad kirchnerista no son siempre posiciones equivalentes.
El fallo del 2×1 reveló que el latiguillo macrista no es infalible, ni aplicable a situaciones como la política de Derechos Humanos. ¿Fue un anticipo de que su eficacia tiene fecha de vencimiento, en caso de que no aparezcan los goles económicos prometidos por Macri? Se verá. Mientras tanto, Macri redirecciona su fe en el libremercado global: sin dejar de lado su afinidad y esperanza en los Estados Unidos, el presidente recalcula en sus reparos iniciales hacia China y los acuerdos cerrados por el kirchnerismo.
A nivel local, el rechazo al 2×1 evidenció que no todas las creencias se pueden simplificar en el Boca River ideológico planteado por el PRO. Pese a que son muchos los que no militan, lucran ni se apasionan con el eslogan de la grieta, el oficialismo intenta seducirlos por la vía del machaque.
Desde otra vereda opositora, Florencio Randazzo pretende saltearse el enfrentamiento K-PRO, a caballo de un discurso post-kirchnerista. Esa búsqueda, que también implica un marketing de renovación generacional, choca contra la posible candidatura del ya veterano Felipe Solá.
Lo que no significa, o al menos eso busca comunicar el randazzismo, cierta ambigüedad respecto a su lugar en el menú electoral. "Nuestro enemigo es Macri", afirmó Randazzo, en un video filtrado a la prensa, tras meses de exilio interior. El silencio randazzista fue calculadísimo, en función de evitar un nivel de desgaste parecido al que sufrió Sergio Massa en el último año. Y la definición de El flaco también lo fue: apuntó a despejar dudas sobre su papel de candidato opositor a Cambiemos.
Si bien no serán suficiente para ganar una PASO peronista, esos dos objetivos de mínima (plantarse como un opositor más determinado y fresco que Massa) parecen haber sido alcanzado por el ex ministro de Transporte de Cristina Kirchner. Así, quedaron atrás algunos guiños legislativos hacia el gobierno por parte de su tropa.
Si el voto massista se reparte entre los que tienen mayor afinidad con el macrismo (aproximadamente dos de cada tres) y los más cercanos al FpV (uno cada tres), el gobierno pretende robarle toda la clientela posible al Frente Renovador. Y Randazzo también.
Los intendentes, dirigentes sociales y operadores que lo apoyan apuestan por esa ventaja. Y en adelante encontrarán encuestas que presenten ese plus como un dato objetivo: la perspectiva randazzista de pescar votos en un océano diferente al de Daniel Scioli, Verónica Magario y la mismísima Cristina Kirchner.