El marketing de la frescura también puede saturar
Ahora el equipo comunicacional PRO lucra con la imagen inversa y presenta a un Mauricio Macri relajado, cercano, falible y casi orgulloso de cometer errores. “Si nos equivocamos corregimos”, se jacta el presidente. Si bien se trata de una construcción políticamente exitosa, también corre el riesgo de cansar a las mayorías, en caso de que la economía no repunte. Si las papas queman y los grandes medios dejan de acompañar, lo cool puede convertirse rápidamente en hipocresía o algo peor.
Tanto el de CFK como el actual de MM son estilos que conectan, de forma más o menos forzada, con lo que ambos líderes realmente son. Pero los logros de cada estrategia comunicacional, más personalista y espontánea en el caso de Cristina Kirchner, y mucho más profesionalizada en el de Macri, exceden largamente el debate sobre los modales en sí mismos. Ningún marketing político encierra la fórmula de la Coca Cola. Y hasta los méritos personales y los más discursos rupturistas están a tiro de volverse insoportables, en un contexto adverso. Los timbreos y la puesta en escena de Macri en un bondi lujanero son una estafa, dicen los opositores más moralistas. Y quizás tengan razón, pero lo cierto es que la política PRO no se juega en un set de filmación montado arriba del colectivo 520. La política kirchnerista tampoco se resolvía en 6,7,8: ahí ya llegaba decidida de antemano.
Desde el pragmatismo, lo más probable es que la troup de Marcos Peña se haya pasado de mambo con el machaque humanizante: beso con Juliana en la ONU, paseo en bici en el Central Park, viaje proletario en el 520 y timbreos con su hija Antonia, todo en la misma semana. Quizás haya sido un exceso, un antídoto ansioso ante una economía que no repunta.
Sin esa cobertura humanizante de sus comunicólogos, Macri hizo agua cuando declaró sobre Malvinas y la “guerra sucia”. Tras su charla de pasillo con la primera ministra inglesa, el presidente hizo una afirmación voluntarista y bastante liviana sobre un asunto delicado para miles de argentinos. Sus dichos sobre los desaparecidos nacieron de una interpelación inesperada, en el reportaje más picante que le realizaron a la fecha.
En ambos casos Macri habló sin red, sobre temas (no económicos) que no siente ni maneja del todo. Ahí la culpa no fue de Facebook ni de Snapchat.