FpV, entre el pragmatismo y el folclore
Ante el reordenamiento obligado del peronismo en su nuevo rol de oposición, existen dos alternativas de trazo grueso. En sus extremos, las opciones son acompañar culposamente a un PJ más acuerdista y pragmático, o alimentar el ala que promueve un movimiento interno autoindulgente y de tono semi-folclórico.
Reaparecen así los viejos dilemas sobre la identidad del kirchnerismo, pero esta vez en un escenario de escasez: después de una doble derrota inesperada (Nación y Provincia), y ya sin las facilidades estatales que, por momentos, volvían algo retórica la discusión sobre qué era o pretendía ser el kirchnerismo. Mientras se mantenía bajo control la botonera del Estado (un aparato tremendamente ensanchado por las políticas del kirchnerismo), esos debates parecían un hobby intelectual, antes que una necesidad orientada en un sentido práctico.
Ahora, ya lejos de esa abundancia, los rumbos posibles determinarán el alcance de la supervivencia política. Y a su vez revelarán cuáles son las perspectivas reales de que se cumpla el himno-consuelo que se cantó en los pasillos del Gran Rex, durante el último recital de Fito Paez: ese que promete que “ohhh, vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver”.
Además de evidenciar una fractura, la votación del presupuesto bonaerense demostró que no será nada fácil calibrar los momentos del diálogo con el macrismo. Sobre todo, al lado de un sector peronista con menos pruritos a la hora de sentarse a negociar (y casi siempre llegar a un acuerdo) con los gobiernos de la nación y la provincia. El macrismo tratará lógicamente de profundizar esas divisiones, con el objetivo de debilitar a la oposición: meter una subgrieta (massista) dentro de la grieta, junto a otras varias minigrietas, a partir de las necesidades de recursos que tienen los intendentes.
En la otra punta del maquiavelismo extremo, hay otra imagen estereotipada: la de un cristinismo convertido en una especie de movimiento folk. Un Woodstock ideológico, un poco sectario e inorgánico, que se auto-ceba con el aguante incondicional que le da su núcleo duro. Encarnar ese reverso “por abajo” del pragmatismo de palacio, encierra un riesgo para el cristinismo: diluirse y perder buena parte de su vocación de poder.