Justicia, medios, peronismo dividido y Awada: todo sea para ganar en provincia
En contra de las interpretaciones más conspiranóicas, el macrismo no tiene un control pleno de lo que pasa adentro de Comodoro PY y la Corte Suprema de Justicia. Hay, eso sí, coincidencia de intereses, alianzas tácticas, charlas, operaciones, sugerencias, climas de época, pressing mediático y bastante desorden.
Con su fallo en contra del tarifazo de gas, la Corte demostró que las sonrisas, llamados y encuentros entre Ricardo Lorenzetti y Mauricio Macri no se iban a traducir en un alineamiento automático con la voluntad oficial. La decisión de la Corte funcionó a su vez como una señal de alarma para el macrismo: evidenció problemas en el manejo de la información judicial y en la interlocución algo caótica que tiene tanto con los supremos como con el mundo de Comodoro Py, el único fuero encargado de investigar las acusaciones de corrupción contra los funcionarios nacionales actuales y anteriores. La moraleja fue: tener tantos encargados de mediar con la justicia (desde el ministro Germán Garavano, hasta Daniel Angelici y el asesor radical Ernesto Sanz) es la mejor forma de perder capacidad de influencia directa. Hasta ahí el indicador del descontrol, lo que tampoco significa que exista una enemistad entre el macrismo y la Corte.
La contracara de ese clima de dispersión se vive en el Consejo de la Magistratura, donde el oficialismo empieza a hacer sentir el rigor de su mayoría. Días atrás, en contra de la prédica republicanista más naif, el Consejo volvió hoy a favorecer a Claudio Bonadio, uno de los jueces que mantiene bajo amenaza permanente al kirchnerismo. Los representantes de Cambiemos desestimaron una denuncia por mal desempeño y defraudación a la administración pública. Se trató del rechazo número 11 al hilo en lo que va del año para Bonadío, todos por cortesía del órgano responsable de evaluar el desempeño de jueces. De las siete causas que siguen vigentes en contra del juez, el macrismo consiguió que tres quedaran en manos del diputado PRO Pablo Tonelli. Y todo hace presumir que Bonadío (¿el Norberto Oyarbide PRO?) también conseguirá salir indemne.
Mientras tanto, el gobierno aprovecha el handicap de comprensión y tono neutro que le conceden los grandes medios. Un gesto que, lejos de las versiones que le atribuyen a Clarín la verticalidad del Kremlin, no será eterno ni implica un apoyo a sobre cerrado.
Al momento, tales favores mediáticos y judiciales le sirvieron al gobierno para conseguir dos objetivos: el más fácil fue renovar el crédito de su base electoral; y el más inestable fue (y todavía es) ganar tiempo entre los sectores que, sin ser opositores, alternan entre el escepticismo y la confianza en las buenas intenciones de Macri.
En Casa Rosada, sin embargo, entienden que esa carambola no será motivo suficiente para atravesar con éxito las legislativas del año próximo, en las que se renovará la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la de Senadores, incluidas las tres bancas bonaerenses. El cálculo macrista es que se necesitará de una combinatoria de factores para pasar el trámite electoral en paz.
El primer paso PRO es aminorar las ambiciones electorales. Según el ala política del gabinete, ganar en la provincia de Buenos Aires sería la mejor manera de instalar una lectura triunfalista a nivel nacional, pese a que el oficialismo pierda en otras provincias. En función de alimentar esa esperanza, el macrismo mete en la misma bolsa los méritos propios (la imagen positiva de Vidal, que no baja del 60%), las debilidades ajenas (el peronismo astillado), y la proyección de un escenario económico neutro, al menos, con la inflación un poco más controlada.
La división del peronismo entre massismo y kirchnerismo -sumadas las tribus que no cuentan con un liderazgo claro dentro del PJ- es el principal argumento del PRO para fantasear con una victoria. Repetir el 34% de las legislativas de 2015 sería suficiente, estiman en Cambiemos, para primerear a las distintas ramas peronistas. El Ministerio del Interior empuja esa ruptura del PJ mediante una política de puertas abiertas y reparto de fondos para los intendentes y gobernadores justicialistas.
Los nombres que maneja el gobierno para encabezar la boleta bonaerense son: Elisa Carrió y, bastante más atrás en términos de intención de voto, un mini-pelotón integrado por el ministro Esteban Bullrich, el intendente de Vicente López Jorge Macri y el neurocientífico Facundo Manes. Sin tiempo que perder, el macrismo ya sumó a Juliana Awada a las recorridas de proto-campaña bonaerense. El fin de semana pasado, la esposa de Macri acompañó a María Eugenia Vidal en su visita a un comedor de Quilmes.