El triunvirato resultó ser una masita
(por Ignacio Cantala) Los sindicatos, fuerzas políticas, organizaciones sociales y una enorme cantidad de ciudadanos de a pie generaron ayer el principal hecho político en lo que va del año, junto a la marcha docente del día lunes.
El rechazo al gobierno nacional y la exigencia para modificar su política económica, causa de ajustes y despidos de miles de trabajadores, encolumnó a casi todo el conjunto de la política nacional, desde el Frente Renovador, el FPV con la convocatoria de la propia ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el bloque justicialista y los diversos agrupamientos de intendentes.
Desde temprano las columnas de trabajadores colmaron el centro porteño. Las imágenes revelan que la participación fue masiva. Entre 200.000 y 250.000 personas según la fuente.
El acto comenzó una hora antes de lo pautado y duró apenas 34 minutos. Pareciera que los organizadores quisieron hacer conjugar el tiempo del acto con la instantánea de una foto. En efecto, la puesta en escena estaba lograda. El asunto es que buena parte de los asistentes abrigaba una legítima aspiración de conocer la fecha para un Paro General.
Las consecuencias económicas de la política macrista sobre el conjunto de los trabajadores tornaron imposible la postergación de una acción política y sindical contundente. La movilización respondió a ese reclamo incontenible proveniente de las bases.
Las interpretaciones respecto de los disturbios del final pueden hallarse en diversos medios y portales. Las lecturas conservadoras asociaron los conflictos a la interna prehistórica de la derecha y la izquierda peronista, con la evidente intención de reflotar la sensación de violencia, vandalismo y descontrol con que suelen caracterizar a las organizaciones obreras de raigambre popular. Una especie de reedición posmoderna del enfrentamiento de los burócratas sindicales y la militancia genuina. Aunque resulte útil a la pedagogía militante, los planteos maniqueos explican poco de las complejidades del caso.
Por otro lado, las lecturas de quienes destacan el basismo obrero como expresión autentica del sentimiento popular interpelando a sus dirigentes. Este hecho, fenómeno normal y cotidiano de la vida política, resulta una excepción para quienes la interpelación supone conmover la construcción del lugar natural que ostentan al frente del gremio. La idea de estar treinta años encabezando una organización sindical supondría reconocer el hecho como algo natural e inmodificable.
La crisis de representación política del 2001, con su reclamo de “que se vayan todos” que conmovió al país, no logró hacer tambalear a las estructuras sindicales, cuyos dirigentes siguieron inamovibles en sus lugares. En algún punto, los disturbios de ayer causados por la dilatación en la convocatoria al paro general, expresan el rechazo a una conducción sindical eternizada, dialoguista con el poder y poco sensible a sus bases.
El carácter tibio y titubeante de los discursos, así como los errores y fallidos de los oradores daban cuenta de la indefinición política y de haber acusado recibo del golpe ante el clima de hartazgo general que atravesó la movilización.
Al mismo tiempo, el gobierno intentaba imponer en las redes sociales consignas que deslegitimen los reclamos, en una efectiva política de distribución de ingresos por la cual los medios de comunicación y las agencias de call center le comen la billetera a Marcos Peña.
“Poné la fecha la puta que te pario”, “burócratas”, “empleados de Macri”, resonaban en el palco principal ante la sorpresa de los experimentados dirigentes sindicales cuyos esquemas de seguridad les impiden (casi) siempre oír expresiones de repudio.
Héctor Daer, integrante del triunvirato, secretario general de Sanidad y Diputado Nacional por el Frente Renovador, declaró en una entrevista radial con Tuny Kollman -con la intención de no atribuirle toda la responsabilidad por los disturbios- que “el kirchnerismo es muy grande”.
Morales Sola afirmó algo extraño para esconder lo mismo “… el kirchnerismo es un grupo político reducido, pero sus ideas tienen un eco profundo en amplios sectores de la dirigencia social argentina”. Lo que nadie conoce es cuál sería el otro modo de construir representatividad entre la clase dirigente y la sociedad.
La forma en que el discurso político kirchnerista sigue interpelando a una buena porción de la población desvela a los editorialistas del poder económico y mediático y sigue siendo la piedra en el zapato de un peronismo que pretende imponer al pueblo dirigentes que no son de su preferencia.
La articulación política en torno del Triunvirato, con las presencias de Emilio Pérsico del Movimiento Evita y Daniel Menéndez de Libres del Sur sufrió ayer un fuerte cimbronazo. Los representantes de los movimientos sociales comprobaron ayer que el Triunvirato no será el punto de llegada a su frustrante búsqueda por integrar un espacio que garantice su pertenencia en el sistema político. Eso sí, representando a los humildes y con la exigencia de reglamentación de la ley de emergencia social como bandera principal.
Los efectos del sacudón alcanzaron también a Facundo Moyano, Alberto Fernández y Aníbal Fernández que mientas circulaban en torno de la movilización recibieron similares muestras de cariño y repudio.
No tuvo la misma suerte el ex ministro Florencio Randazzo, que fue repudiado fuertemente en el trayecto de dos cuadras que realizó en las inmediaciones del acto. En lo que fue su primera aparición pública tras el lanzamiento de su candidatura en la tapa de Clarín, el resultado no podría haber sido peor. Su estrategia de silencio, mientras habla Magnetto, fue calificada por muchos trabajadores como oportunista, desleal y especuladora.
Nada, ni nadie, quedo ajeno e indemne al grito de auxilio de los trabajadores.
Si Daer persiste en querer conducir al sindicalismo con la fórmula tibia, oportunista y coyuntural de su jefe político Sergio Massa, el triunvirato se va a convertir en una masita. Sectores de la CGT avergonzados por el cierre del acto afirman que convocarán a un Confederal para renovar la conducción.
Ayer, con una muestra definitiva, los trabajadores le recordaron al sindicalismo y al gobierno nacional que se agotó el tiempo del té con masas y el pan duro.