Duhalchuchimassiolismo
Si bien Mauricio Macri ha hecho de sus encuentros con Lilita Carrió una novela, que ha ido contando en capítulos cuidadosamente descuidados (desde el Facebook hasta su relato en lo de Mirtha Legrand), se ha guardado bajo siete llaves la única condición irreductible de la Dra. Carrió para el acuerdo anunciado: el corte total y definitivo de los puentes que el ingeniero mantenía con Eduardo Duhalde.
Ésta es la verdadera razón del furioso antiperonismo que ahora distingue a Carrió, como personaje cada vez mas facetado en la tradición de la derecha antipopular. Sucede que el temor que aqueja a la chaqueña es que la debilidad política de Macri lo haga permeable a los acuerdos de gobernabilidad y que por esta vía se reconstituya el sistema feudal que el peronismo del interior (con el PJ bonaerense a la cabeza) ha garantizado, con sus más y sus menos, desde el regreso de la democracia, y que tan claramente se ha expresado en secuencias como las sucedidas entre la caída de Fernando De la Rua y la presidencia del propio Duhalde.
Ahora, con el arribo de Carlos Reutemann al armado del PRO se le terminan de cerrar al lomense los caminos turbios que lo hacen navegar por las aguas del poder.
Con un macrismo que le ha clausurado definitivamente el juego, el expresidente vuelve a posar su mirada sobre la estructura del PJ. Para eso apuesta a las relaciones que, por debajo y a través de distintos personajes, mantiene tanto con Daniel Scioli como con Sergio Massa.
Viejo lobo de mar en las aguas partidarias, está auscultando la solidez de los papeles del pejotismo, tanto a nivel provincial como a nivel nacional, para ver si puede encontrar un resquicio que habilite la intervención judicial de la estructura partidaria. De conseguirlo podrá ofrecer a sus otrora compañeros salidas políticas que lo liberen de coyunturas adversas.
La misma jugada –la intervención partidaria- la explica en dos vectores.
Para Scioli un partido intervenido le quitaría peso a la lapicera de CFK y lo dejaría mas libre a la hora de negociar lugares parlamentarios con su jefa. Además, obligaría al kichnerismo duro a acompañar al ex motonauta hasta las últimas instancias electorales posibles, ubicando en las listas a los alfiles claramente identificados con la Presidenta. Los abocaría a todos a militar mancomunadamente por el albur del 40%.
Para Massa, a quien se le desangra su frente interno en la provincia de Buenos Aires y que pareciera no estar en condiciones de repetir la performance electoral de 2013, un PJ intervenido podría hacer menos tentadora la fuga de sus socios peronistas hacia el Frente para la Victoria. Además, un peronismo intervenido podría reforzar la red de contención territorial que implica el Frente Renovador para aquellos actores que hoy se sienten demasiado incómodos jugando contra el PJ orgánico.
El ariete judicial de esta jugada sería la omnipresente Dra. María Servini de Cubría, quien cuenta con vasta experiencia a la hora de la intervención del Partido Justicialista. Además, la jueza también siente que tiene cuentas por cobrar con el Kichnerismo.
Fuentes reservadas dicen que, incluso, ya se habrían encontrado personalmente Duhalde y Servini de Cubría al amparo del revuelo que ocasiona el tema de Nisman y que permite que las miradas indiscretas de los Palacios Judiciales estén menos atentas a estas operaciones.