Disciplinamiento y castigo en la Cancillería

(por Ignacio Cantala) El gobierno nacional consolida una peligrosa fórmula con quienes piensan diferente. Persecución judicial, escuchas ilegales, amedrentamiento y disciplinamiento son parte del combo que desde el aparato del estado y los medios de comunicación aliados se conjugan para vincularse con los sectores opositores.

El desplazamiento del embajador en Rusia confirma que no hay organismo público que quede exento de esta dinámica.

Mediante el decreto 106/2017 el presidente Macri dispuso el desplazamiento de Pablo Tettamanti de la Embajada Argentina en la Federación Rusa, donde se encontraba ejerciendo funciones desde 2014. Si bien es habitual la rotación en la conducción de las misiones diplomáticas, llamó la atención y tomó notoriedad el motivo por el cual el presidente decidió desplazar a Tettamanti: los comentarios críticos hacia las decisiones del gobierno nacional por parte de su esposa, Elida de Bianchetti, en las redes sociales.

La esposa de Tettamanti, lejos de desentenderse de la situación una vez que algunos medios nacionales la hicieron pública, dejó clara su posición en el muro de su cuenta personal de Facebook, reivindicando la militancia digital “por la memoria, verdad y justicia, por los Derechos inalienables de mi Pueblo (…) la justicia social, los derechos, la equidad, la igualdad ante la ley y las oportunidades, la libertad, la democracia”.

Está claro que estamos ante una nueva persecución ideológica y que no se trata de un caso aislado. ¿Cuál es el objetivo final del desplazamiento de este Embajador de carrera por las opiniones políticas de su esposa?

Cualquiera de los profesionales de la diplomacia sabe que Macri y Malcorra tuvieron y tendrán dificultades para tener absolutamente alineados a los funcionarios diplomáticos si pretenden seguir adelante con una política exterior contraria a los intereses de la Nación.

La política exterior macrista, además de dedicar gran parte de la gestión de la Cancillería a una candidatura personal, hacer lecturas erróneas sobre el escenario internacional y tomar decisiones apresuradas respondiendo a intereses económicos foráneos, hasta se anima a hacer oídos sordos del mandato constitucional en cuanto a la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.

El cuerpo diplomático argentino, como en todo el mundo, es un núcleo cerrado en el que la información se transmite rápidamente. Con la misma velocidad que corren los rumores en los pasillos de la Cancillería, se puede expandir el miedo en las más de 120 representaciones argentinas en el exterior para que nadie se salga del libreto. Y ese parece haber sido el objetivo, aleccionar a través de un caso emblemático, con un apellido significativo.

Pablo Tettamanti es miembro de una familia de diplomáticos muy respetada en la Cancillería, por la trayectoria y profesionalismo de sus integrantes. Actualmente, su hermano Diego también es Embajador de carrera y se encuentra al frente de la Representación argentina ante MERCOSUR y ALADI en Montevideo; Julián, otro de sus hermanos, ostenta el rango de Ministro de Primera Clase y fue designado por la actual gestión como embajador argentino ante la República de Turquía.

En la planta baja del moderno edificio de la Cancillería ubicado en Esmeralda 1212, hay una placa de homenaje al padre del embajador recientemente desplazado, Leopoldo Tettamanti. “Polo” como lo conocían sus colegas, fue uno de los impulsores del profesionalismo del servicio exterior y de la promoción económica de la Cancillería y renunció a la carrera cuando no aceptó las condiciones de las ilegítimas autoridades de la Cancillería tras el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976.

En noviembre de 2009, cuando se colocó la placa en homenaje a Leopoldo Tettamanti, Aurora Alzueta, su esposa, expresó “Polo fue un apasionado de la Argentina y la defendió siempre sin temor y con total apego a sus sólidos principios. Nunca claudicó y no dudó en defenderlos hasta sus últimas consecuencias. Como todos saben, siempre hizo pública sus creencias políticas, las que abrazó activamente en el retorno a la democracia a inicios de los años setenta. Ambos integramos la delegación que acompañó a Perón en su retorno al país en 1972. No dudó en renunciar a 30 años de carrera el julio de 1976 en total oposición al gobierno militar. Seguirían ocho años de exilio, entre Caracas, Lima y Montevideo en años tristes y dolorosos para todos”

La decisión de Macri de desplazar a Pablo Tettamanti, quien al igual que su padre es respetado casi unánimemente por sus colegas, ha terminado de encender la luz de alerta entre los diplomáticos y a muchos de ellos los ha llevado a pensar que existe un plan de amedrentamiento.

La persecución política en la Cancillería ha hecho estragos en la propia administración macrista durante 2016. La decisión de relegar a los diplomáticos que ocuparon cargos de responsabilidad durante los gobiernos kirchneristas y premiar a funcionarios sin mayores virtudes que su antikirchnerismo visceral, supuso un claro retroceso en la calidad de la gestión. Entre los propios funcionarios de carrera, se ha puesto en duda como nunca antes el profesionalismo y la idoneidad del servicio exterior argentino. La propia Malcorra tuvo que elevar el tono de voz en el cierre de un encuentro de embajadores en diciembre pasado ante la mirada atónita del Jefe de Gabinete Marcos Peña, para que los diplomáticos se pusieran a trabajar.

Luego, el 28 de diciembre específicamente, las sedes diplomáticas argentinas en los cinco continentes y todas las oficinas del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto en Buenos Aires recibieron una comunicación bajo el título de “Implicancias legales del uso de redes sociales”, en la que las autoridades de la Cancillería citaban artículos del reglamento diplomático y de la Ley del Servicio Exterior, para alertar sobre las consecuencias del uso de las redes sociales, incluso de las cuentas particulares, por parte de los funcionarios diplomáticos y sus familiares.

Los sectores más progresistas del cuerpo diplomático, por cierto minoritario, pero que no hacen gala de su condición de elite, creen que se trata de un intento por disciplinar a todo la corporación diplomática más que de una persecución política como afirmó recientemente el ex Canciller Jorge Taiana. Es recurrente el perfil y las conductas gatopardistas, saltimbanqui y acomodaticias en la Cancillería, pues más alla de ser una de las pocas carreras existentes para el personal del Estado, no es menos cierto que las vinculaciones con los gobiernos de turno promueven ascensos veloces y destinos anhelados. Una fuente asociada a este sector dice “Taiana, que fuera aliado en la conservación del statu quo que defienden los funcionarios de carrera no puede afirmar que lo de Tettamanti es una persecución política. El ex embajador retornara a Buenos Aires, se le asignará un cargo jerárquico y seguirá percibiendo el abultado sueldo del que gozamos. La persecución política la sufrieron y la sufren los trabajadores del Ministerio que fueron despedidos por la gestión macrista o los que actualmente están marginados de funciones por sus posiciones políticas”.

A pesar de ello, lo fundamental resulta que todos entendieron que se trataba de una amenaza solapada. La gestión de Malcorra está aprovechando el eficiente sistema de cables de la Cancillería para perfeccionar un sistema de vigilancia jerárquica, por lo que el castigo disciplinario era una consecuencia inevitable e inminente. La destitución de Tettamanti lo confirma

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