Ni segunda marca PRO, ni aliado del FpV
En un primer golpe de vista, Sergio Massa resultó funcional a las principales medidas del gobierno: apoyó el acuerdo con los Fondos Buitres; acompañó a Macri en su viaje al foro de Davos; y le dio legitimidad peronista en sus primeros meses de acción, cuando todavía había dudas sobre el nivel de la gobernabilidad que podía conseguir el PRO.
A partir de ese trazo grueso, muchos lo corrieron con el argumento de que existía una sociedad con el PRO. Pero la política es mucho más dinámica que un mapa de acuerdos fijos, y Sergio Massa es un actor especialmente flexible.
“Señora, señor, usted elige: ¡Barrionuevo o la UCeDE!” gritaba el adolescente Massa en San Martín, arriba de una camioneta de campaña. En 1991, un ucedeísta Sergio Massa aprovechaba el desprestigio que el gastronómico menemista Luis Barrionuevo ya acumulaba, sobre todo entre los sectores medios de San Martín.
Cuando no existía internet, la teve por cable era una excentricidad y el impacto de los medios era bastante más limitado que el actual, Massa entendió que la democracia venía atada a la obligación de aparecer. “Los medios sin contacto físico, no sirven. El contacto físico sin los medios, no sirve. Es la suma de las dos”, me dijo en una entrevista, hace dos años.
En 1994, tras militar en las filas liberales de la UCeDE, a los 21 años se pasó al peronismo. Algunos dicen que el jefe del Frente Renovador es una mezcla de los dos caudillos peronistas más exitosos: Kirchner y Menem. “Yo trato de aprender de todos y en ese sentido no tengo pruritos. Diría que soy una esponja”, se definió él.
Ese perfil maleable, esa trayectoria de muchacho del conurbano que levantó cabeza, toda su energía y ambición explican a Massa. Constituyen su capital, y a la vez son motivo de desconfianza tanto para el PRO, como para el kirchnerismo.
Porque mientras el gobierno preferiría lidiar con interlocutores más dóciles y previsibles que Massa, el kirchnerismo no termina de aceptar al FR como un aliado potencial. En su intenso tour porteño, obligado por la citación judicial de Claudio Bonadío, Cristina Kirchner bajó línea de apertura y diálogo con los demás opositores peronistas. Máximo Kirchner también insinúa la necesidad de ampliar la agenda, pero esa perspectiva no termina imponerse.
El juego pragmático del massismo, sin embargo, se modificó prudentemente tras la marcha sindical de hace dos semanas. Para Massa, y para los grupos peronistas que mostraban una faceta dialoguista ante el PRO, se trató de una mini-bisagra. El acto masivo de las centrales gremiales evidenció un malestar que excede la rosca de las dirigencias sindicales y políticas, tanto el folclore del kirchnerismo vs macrismo, como el coqueteo de los peronistas PRO-friendlys.
Mientras tanto, Massa intenta hacerse paso entre el PRO (a su derecha) y el FpV (a su izquierda), con un juego mucho más flexible que el de ambos actores. No le da para desplazarlos, pero lo cierto es que Massa tampoco desaparece ni se diluye. Y sobre todo: no aparecen figuras peronistas que renueven el staff de los ya conocidos.