Massa y la estrategia (por ahora exitosa) de la “ventajita”

La estrategia massista fue resumida a la perfección por el presidente Mauricio Macri. "No hablo con Sergio desde hace algunas semanas. A veces, me parece, si yo tuviera que hacerle una observación personal, que privilegia demasiado el corto plazo y su protagonismo personal en vez de pensar en la Argentina del futuro", aseguró Macri en una amistosa entrevista televisiva realizada por Luis Majul.

"Él oscila entre que se para en pensar -como tiene que pensar un hombre joven con futuro como él- en qué Argentina queremos para nuestros hijos y hay otros momentos en que lo puede la ventajita del corto plazo”, opinó.

Si se le sacara el tono moral a la afirmación de Macri, Massa bien podría coincidir en que ese efectivamente es su juego. La hoja de ruta massista consiste en alternar cercanía gestual a Macri con críticas a su política económica: en concreto, después de cerrar un acuerdo privado, hace una declaración crítica a los medios (en especial, sobre temas como la inflación o el Impuesto a las Ganancias), matiza con otro acuerdo y al rato agrega un elogio público, mientras maquina un desaire final a lo convenido.

Se trata de un intento de equilibrio que vuelve loco a los operadores macristas, el ministro del Interior Rogelio Frigerio y el presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, quienes preferirían interlocutores más dóciles y previsibles.

De hecho, el dúo Frigerio-Monzó prioriza sentarse a negociar con el Bloque de diputados Justicialistas, liderado por Diego Bossio, tal como quedó claro en el affaire del chat que se volvió viral.

Sin embargo, a pesar de que el oficialismo pueda conseguir victorias parciales prescindiendo de Massa (como el quórum de 129 diputados para sesionar y aprobar el acuerdo con los fondos buitre), lo cierto es que la debilidad parlamentaria de Macri lo obliga a no romper el diálogo con Massa. Y el líder del Frente Renovador pretende sacarle todo el provecho posible a esa situación de dependencia.

Así, a caballo de su propia audacia, Sergio Massa intenta hacerse paso entre el PRO (a su derecha) y el FpV (a su izquierda), con un juego mucho más flexible que el de ambos actores. Porque si el gobierno parece haber atado su suerte económica (y por lo tanto política) a un acuerdo con los Buitres, el kirchnerismo está cristalizado en una postura de crítica dura. Menos atado, el massismo se moverá pragmáticamente entre ambos polos.

Con esa estrategia de la tercera posición, el massismo no termina de desplazar a los dos actores más importantes (macrismo y kirchnerismo), pero tampoco desaparece ni se diluye. Massa aguanta a la sombra del poder, autopostulado como un plan B peronista, pero más pillo y eficaz que el actual presidente.

Ante esa persistencia del Frente Renovador, el peronismo no kirchnerista ni massista (encarnado principalmente por el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el diputado Diego Bossio) queda relegado a un lejano cuarto lugar. Y lo más grave para su subsistencia: no queda claro cuál sería su electorado potencial.

La apuesta de Massa entonces es liderar a ese cuarto peronismo, una vez que las papas empiecen a quemar y ya no sea un negocio redituable mostrarse como un PJ casi mimetizado con el gobierno. Esa carambola le daría el volumen político que al armado massista todavía le falta. Por ahora, pese al pataleo macrista, a Massita no le va del todo mal con su andar minimalista: la "ventajita del corto plazo”.

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