Obama, el predicador
Junto a Michelle Obama, evangelizaron a dúo sobre los valores de los Estados Unidos y bajaron una línea voluntarista en general, pero con un capítulo especial dedicado a las mujeres. En el Centro metropolitano de diseño, ubicado en Barracas, Michelle contó su increíble historia de ascenso social: hija de un matrimonio obrero del sur de Chicago y estudiante super-aplicada, la esposa de Obama podía tocar las paredes de su habitación si estiraba los brazos. Así de chica era su casa, así de humilde era su familia y, sin embargo, Michelle llegó a recibirse de abogada en Harvard y a ser parte de un estudio de abogados top. Su relato es la venganza de los nerds con detalles feministas.
“Quiero preguntarles a todas ustedes: ¿Qué causa vas a hacer propia? ¿qué injusticia vas a solucionar? ¿cómo vas a ser agente de cambio en tu país en el mundo? Se que todas tiene mucho para ofrecer y hoy las invito a seguir el ejemplo de todas las mujeres valientes de este país que las precedieron. Las invito a construir un mundo mejor para ustedes y para las chicas que viven acá”, dijo Michelle.
La escuchaba un auditorio repleto de chicas de colegios secundarios, con preeminencia de las escuelas privadas, a contrapelo de la composición real de los estudiantes en la Argentina.
Barack, por su parte, se arremangó y deambuló como un predicador en trance por el salón principal de la Usina del Arte, también ubicado en la zona sur de la Capital. "No acepten el mundo como es, constrúyanlo como quieren que sea", afirmó este militante que, con su llegada a la presidencia, rompió una barrera cultural histórica en los Estados Unidos.
A caballo de sus biografías y discursos esperanzadores, Barack y Michelle nos prometieron que todo es posible si uno se esfuerza lo suficiente. Y a la pasada hicieron un lobby muy eficaz sobre los Estados Unidos. Un papel de relacionistas públicos que a priori no era nada sencillo, sobre todo en un país con un consenso cultural antiyanqui (por lo menos retórico) tan extendido.
Si bien es imposible medir cómo cayó exactamente el tour de Obama sobre el humor social -si a Macri le sumó, le restó o le resultó neutro- una encuesta de Ibarómetro mostró un impacto positivo.
Un 65% de encuestados en la zona de la Capital y el Conurbano bonaerense tuvo una opinión favorable sobre la visita del presidente de los Estados Unidos, en tanto que un porcentaje menor pero aún mayoritario, de 54%, consideró que la gira “inserta de nuevo a la Argentina en el mundo y facilita inversiones”.
Aunque de forma distinta a la consagración de Obama, la llegada de Macri a la presidencia también fue rupturista: rompió récords y derrumbó mitos instaladísimos en la política argentina. Para empezar, el de la (casi) invencibilidad del peronismo. En elecciones sin proscripción, el justicialismo sólo había perdido dos veces, y en ambos casos contra la UCR. Hasta 2015, que una tercera fuerza de tono conservador derrotara al peronismo parecía un delirio o una utopía.
Hasta ahí, las moralejas de superación personal que dejaron Obama y Michelle en el aire, tras su paso por la Argentina. Sobre los resultados y consecuencias concretas de la visita, es demasiado temprano para sacar conclusiones definitorias. Sobre todo, visto desde los intereses de la Argentina.
Lo concretísimo, más allá de todo símbolo y sensación, es que Obama presiona para que el gobierno de Macri levante barreras a la importación, mientras el intercambio comercial entre los dos países arroja desde hace años un saldo favorable a los Estados Unidos. El desequilibrio de la balanza, sumado a cierto proteccionismo estratégico de EEUU, refleja las desiguales capacidades competitivas de ambos países. Y nada hace presumir que los guiños amistosos y librecambistas de Macri, más su necesidad casi urgente de atraer inversiones, vayan a revertir esa correlación de fuerzas.
Por lo demás, la posibilidad de avanzar con un tratado de libre comercio todavía parece lejana, lo que relativiza las versiones apocalípticas sobre un revival de las relaciones carnales. En el otro extremo, la promesa de la reinserción argentina en el mundo se mantiene como una mezcla de abstracción y deseos.