Las consecuencias del lopezazo
El López-gate además llevó la discusión política a un lenguaje que el PRO (con bastante hipocresía, por momentos) siempre manejó mejor que el kirchnerismo: el de la lucha contra la corrupción.
Cuando el gobierno empezaba a pagar el costo del ajuste, los tarifazos y la devaluación, apareció José López revoleando 9 millones de dólares sobre el muro de un convento. Carambola inmejorable para el PRO: una piña cuyo impacto todavía es difícil de calibrar para el kirchnerismo (“el peronismo acaba de perder en 2019”, dramatizó uno); y un shock de aire puro para el macrismo.
“El principal beneficio es que salimos de la agenda: ya no tenemos que explicar, justificarnos, prometer”, confirma lo evidente un funcionario con oficina en la Rosada. Porque si bien el lopezazo sacude directamente al kirchnerismo, es un misil que amenaza con llevarse puesta a toda la oposición. ¿Sergio Massa podría ser un beneficiado indirecto? Quizás en el largo plazo, pero lo cierto es que el tablero político sigue siendo mayoritariamente percibido como un juego de dos: macrismo y kirchnerismo. Si en el escenario previo al López-gate, el peronismo se mostraba en estado deliberativo y sin un liderazgo indiscutible (más allá de las ganas de Massa y la omnipresencia algo difusa de CFK), ahora el PJ ampliado suma desorden y aumenta su grado de funcionalidad al PRO.
Ayer el parlamento hizo de escribanía. Diputados dio media sanción a dos proyectos cuestionados, como el de blanqueo y jubilaciones del Ejecutivo. Y con Miguel Ángel Pichetto reconvertido en una especie de vocero oficialista, el Senado aprobó las designaciones de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz para la Corte Suprema. Un logro que, al menos en el caso de Rosenkrantz, parecía improbable meses atrás.
Pero más allá del avance del gobierno a nivel palaciego, facilitado desde el convento de General Rodríguez y hacia toda la Argentina, el caso López amenaza con desarticular el principal capital político que tenía el kirchnerismo: su núcleo duro, la energía y entusiasmo genuino que había logrado contagiar sobre un tercio de la población. A lo largo de su tránsito por el poder, el kirchnerismo se convirtió en un hecho cultural: y eso es lo que un caso de corrupción flagrante, bizarro y novelesco (protagonizado por una figura central como la de López) pone seriamente en juego.
En adelante, la corrupción será el tema central de la agenda mediática y política: un tópico que el kirchnerismo nunca sintió como propio. El principal enemigo K fue la anti-política. Así lo declamó y así lo puso en práctica. El speech de la anti-corrupción fue, para muchos, calificado despectivamente como honestismo. Habrá que ver si, dentro los “de eso no se habla” que el Frente para la Victoria promovió en sus propias filas, no hubo algo de anti-política interna.
Mientras tanto, ante la ausencia de otros candidatos potenciales, el papa ocupa el casillero del gran opositor, a partir de sus enojos, gestos y mensajes más o menos explícitos. Un papel que, visto en el largo plazo, resulta conveniente para el PRO. Tal como lo fue Clarín para el kirchnerismo, Francisco es un rival influyente pero que no se presenta a elecciones.