Querer y no poder
(por Andrés Fidanza) Si la filosofía kirchnerista era que la política es siempre sinónimo de pelea, la de Mauricio Macri se resume en el mensaje central de las técnicas de auto-ayuda: querer es poder. Se trata de una arenga optimista para que los argentinos, todos, juntos y unidos, tiremos para adelante. El Imagine macrista elimina retóricamente las diferencias de intereses, clases, religiones e ideologías, y omite dar más detalles sobre la propuesta: cómo, quiénes, cuánto tiempo y hacia dónde hay que empujar. No importa demasiado: gobernar un país específico, ubicado en sudamérica, se lleva puesto cualquier eslogan, por más que sea enunciado con énfasis, honestidad o inocencia. El día a día es otra cosa. Ni Cristina Kirchner daba todas las peleas que prometía, ni Macri confía del todo en su haiku de las buenas ondas.
En sus últimos tres o cuatro años de gobierno, al kirchnerismo le costó aplicar su teoría sobre el carácter político de los sucesos: esa convicción no le alcanzó para dominar la macroeconomía. Y su discurso cayó en un offside voluntarista, para regocijo eficaz de los grandes medios.
El catecismo macrista (pacifista, comparado con el cristinista) chocó contra la realidad más rápidamente. Néstor y Cristina Kirchner ganaron varias peleas antes de empezar a perderlas por puntos, knock out o desempate del vicepresidente radical. En su primer año de gobierno, a Macri le falló una buena parte de su apuesta: su mera presencia empresario-friendly no atrajo las inversiones esperadas, al punto de cumplir su expectativa: reemplazar incentivo a la inversión por aliento al consumo. Su confianza en abrirse al mundo también fracasó: un contexto de retraimiento general no ayudó al macrismo, dejando a la economía congelada durante un año largo.
Ahora, el gobierno intenta hacer equilibrio entre su convicción liberal y sus necesidades políticas, en un año electoral. "Ojalá ustedes las vean como menos graduales y del otro lado como más graduales", le respondió Macri a Marcelo Longobardi, quien le había consultado (con opinión tomadísima) sobre las políticas para el 2017. El sueño presidencial es ser visto como moderado o de shock, según quien mire.
En contra de su ideología pro baja de impuestos, el macrismo subió el IVA al eliminar la devolución por consumo con tarjeta de débito. Mientras tanto, le encomienda a Nicolás Dujovne rascar el fondo de la olla para bajar el déficit. A diferencia de los recortes y privatizaciones estructurales de los noventa, el nuevo ministro de Hacienda cuenta con un tijerita plegable e importada de China para concretar el ajuste.
"Tenemos un componente del gasto automático muy elevado. El gasto previsional es alto y va a seguir subiendo por los próximos años por la curva demográfica y por el impacto de la reparación histórica. Y por otro lado tenemos decisión política y económica de mejorar el gasto en infraestructura. Argentina tiene la infraestructura atrasada, colapsada: mejores trenes, rutas, puertos. Eso nos obliga a ser extremadamente prolijos, ser muy eficientes en los gastos de la administración. Y mirar si hay duplicaciones de Secretarías, por ejemplo", explicó Dujovne al diario El Cronista, pocos días después de asumir.
Obviando el dato de que el macrismo aumentó el número de secretarías nacionales (pasaron de 70 a 90), Dujovne planea construir puentes, trenes y puertos, con la (improbable) ayuda del ajuste minimalista como recurso.
La impotencia del primer año a la baja también parió una novedad en el estilo de conducción interno: Macri pasó del siga siga a la mano dura hacia su tropa. En su etapa de alcalde porteño, recién modificó el gabinete tras haber cumplido su segundo año en el cargo, pese a que existían internas feroces (larretistas vs. michettistas), ministros con ambiciones y agenda propia, y enormes dificultades para dar con el timing de la gestión porteña. Como presidente, ya corrió a dos funcionarios de peso, incluido el ministro de Economía. Y el secretario de Obras Públicas, Daniel Chain, también quedó al borde de la expulsión.
A diferencia de Alfonso Prat-Gay e Isela Costantini, Chain es un PRO puro. Ex ejecutivo de Socma (la histórica empresa del Grupo Macri), Chain fue ministro de Desarrollo Urbano porteño de punta a punta de la administración macrista. Sobre sus 12 ministros originales en la Capital, ocho tuvieron esa misma continuidad. Un récord que difícilmente se vaya a repetir en la Nación.