Macri va a la guerra

(por Andrés Fidanza) En el lapso de una semana, el presidente y sus ministros saturaron su relato con metáforas bélicas y denuncias de golpismo soft. ¿El motivo? Un paro docente, decidido ante la evidente caída del salario real de los maestros. Así, frente a la primera complicación política del gobierno (un conflicto sumamente leve, en perspectiva histórica), el macrismo opta por apretar su botón rojo discursivo.

Se trata de un recurso infalible entre la hinchada propia, sedienta de sangre populista, pero de resultado incierto entre el tercio que define las elecciones y el humor social. ¿Hay plan B, en Casa Rosada, por si falla el combo de micro-ajuste con polarización rabiosa? No. Los gobiernos no suelen alterar tan fácilmente su hoja de ruta. Lo que sí abunda es mucho optimismo (oficial) en que la economía finalmente repunte, más una comprensión mediática sostenida, y algunos millones de pesos para obras y proyectos en los distritos donde Cambiemos anda flojito en las encuestas.

Si bien Macri intenta no comerse el desgaste de la pulseada con los docentes, el presidente apoya en público la “batalla que da” María Eugenia Vidal. Y hasta evoca a los maestros de la Japón post-bomba de Hiroshima para limar a los gremios docentes. Mientras, sus ministros (re)descubren el clima destituyente, esta vez en cabeza de una confabulación superestructural del kirchnerismo, con Cristina Kirchner como la verdadera titiritera de Roberto Baradel.

Para que ese plan de trazo grueso funcione, Jaime Durán Barba cuenta con el fanatismo del público propio y la indiferencia despolitizada (y por momentos adormilada, según la visión despectiva del gurú macrista) de las mayorías restantes. El ala política de Cambiemos, siempre escéptica respecto a las fórmulas simplificadoras de Barba, intenta concretar un aporte más material. Ese sector cree que la retórica victimizante no será suficiente para atravesar con éxito las legislativas. Y hasta por momentos se ubica a la izquierda de un núcleo del establishment (y también de la sociedad) que le exige al macrismo mucho más ajuste y represión.

El Ministerio del Interior, manejado por Rogelio Frigerio, impulsa un paquete de obras en la provincia de Buenos Aires: agua, cloacas, vivienda y rutas. El foco está puesto en la tercera sección electoral, con La Matanza como protagonista, donde votan más de 4 millones de personas y el congelamiento de la economía impacta especialmente. Ahí, en los partidos de Almirante Brown, Avellaneda, Esteban Echeverría, Ezeiza, La Matanza, Lanús, Lomas de Zamora y Quilmes, entre otros, el propio gobierno es pesimista respecto a su futura performance electoral.

A cinco meses para las PASO, sólo entre proyectos vinculados a agua y cloacas para la tercera sección, Aysa (dependiente del Ministro del Interior) presupuestó, licitó o puso en marcha obras por unos 44 mil millones de pesos. Ese monto incluye obras aún en etapa de proyección, y que por lo tanto no llegarían a terminarse en 2017.

En La Matanza, Aysa tiene 38 obras en marcha o en agenda, por más de 6 mil millones de pesos. El ritmo actual contrasta con la notoria pasividad del primer año de administración macrista. Hasta enero pasado, el gobierno terminó pocas obras de infraestructura nacional, por sólo 1920 millones de pesos. Ahora, Cambiemos apuesta por las obras para revertir el bajón en la imagen del gobierno, acentuado en la decisiva tercera sección electoral.

Días atrás debutó la mesa nacional de Cambiemos, con el objetivo de unificar estrategias electorales entre provincias. El mayor interés del oficialismo está puesto en las legislativas de la provincia de Buenos Aires. Las energías del gobierno de María Eugenia Vidal, sin embargo, por ahora están destinadas a ganar (la guerra) contra los docentes.

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