Entre el adiós al liberalismo político y el peligro de un Lava Jato orientado

(por Andrés Fidanza) El rechazo a la legalización del aborto también barrió con una fantasía: que Mauricio Macri encarnara una especie de Barack Obama criollo, liberal en lo político y lo suficientemente pragmático en lo económico como para no atarse a ningún dogma. Ni peronista, ni neoliberal, ni conservador: la identidad del ex contratista del Estado sería una mezcla entre frondizista y obamista, según la ocurrencia de los ideólogos PRO.
Si bien Macri se refugió en la neutralidad a lo largo del debate, los principales dirigentes oficialistas se alinearon con la Iglesia Católica: María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti y Federico Pinedo se opusieron firmemente a la interrupción voluntaria del embarazo, haciendo lobby y desinformando sobre cómo se aplicaría el proyecto.
“Las cirugías programadas aún tienen demoras y esa cirugía que se pide como un derecho, competirá con la cardiopatía y con la operación oncológica”, afirmó la gobernadora Vidal, horas antes de la votación en el Senado. Esa versión atemorizante ya había sido refutada por el propio Ministro de Salud de la Nación, el radical Adolfo Rubinstein. Durante su exposición en el Senado, Rubinstein explicó que el 90% de los abortos sería realizado de forma medicamentosa, sin cirugías, generando un ahorro estatal de 3.400 millones de pesos.
El bloque de Cambiemos en el Senado a su vez fue uno de los más cruzados en contra del proyecto: el 68% de los cambiemitas se opuso, contra apenas el 32% que votó a favor. En el kirchnerismo ampliado, la relación fue inversa: 89% contra 11%; y en el PJ la división fue prácticamente mitad y mitad. Dentro de Cambiemos, el rechazo a la legalización por parte de los senadores radicales fue incluso más pronunciada: el 73% se inclinó hacia el no; y sólo el 27% del bloque estuvo a favor de la legalización. Una tendencia que, a la pasada, contradice la supuesta tradición laicista de la UCR. Todo un anti-homenaje a Raúl Alfonsín.
La principal víctima de esa resistencia a la IVE por parte de Cambiemos es una baja colateral. Se trata del sector social minoritario que apoya al gobierno desde una vereda progresista. Así, los macristas línea obamista terminaron decepcionados por el conservadurismo cultural que rige en esa fuerza.
Sin modernidad política de la que jactarse, el manejo de la economía también marca el fin de la ambigüedad cambiemita. Así lo evidencia el viaje que va del orgullo gradualista al ajuste comprometido con el FMI. Desde la poda con tijerita escolar, al recorte con motosierra. Puesto a elegir entre cumplir con las metas de recorte o congraciarse con la oposición, Macri priorizó el modelo Lagarde, a riesgo de estirar la recesión y envalentonar al peronismo. Con una inflación acumulada de 104% en dos años y ocho meses, los salarios en blanco perdieron más de 8 puntos desde que Macri es presidente.
Existe otro dato sobre el rumbo macrista que transpira ideología: la resistencia presidencial a tocar las retenciones a las exportaciones agrícolas, pese a los beneficios ya concedidos. A diez años clavados del histórico triunfo de la Mesa de Enlace sobre el gobierno de Cristina Kirchner, la Mesa de Enlace es un integrante más de la familia Cambiemos. Y no sólo a través de Luis Miguel Etchevehere, actual ministro de Agricultura y presidente de la Sociedad Rural hasta el año pasado. Muchos protagonistas de la cruzada ruralista en contra de la 125 integran la alianza de gobierno. Están los ex Federación Agraria Alfredo de Ángeli (ocupa una banca como senador por Entre Ríos, desde donde se opuso a la IVE con argumentos de caricatura campestre) y Eduardo Buzzi (asesor del diputado Emilio Monzó); también figura el ex Carbap Jorge Srodek, ahora jefe de Gabinete de Agroindustria bonaerense; el dirigente de CRA Ricardo Buryaile, antecesor de Etchevehere en el ministerio agrícola; y el actual diputado Pablo Torello, directivo de La Rural y una suerte de socio y asesor presidencial.
Mariano Rodríguez Larreta, hermano del alcalde porteño, fue durante años uno de los embajadores PRO en el mundo rural. Era el encargado de reclutar candidatos del sector agrario, con el que tiene una larga relación: ocupó el puesto de jefe de Relaciones Institucionales de la Sociedad Rural, fue consultor de marketing y comunicación del Mercado de Liniers.
Lejos del sueño ruralista de contar con un bloque de agro-diputados, repartido entre las filas del PRO, la UCR, la Coalición Cívica y las distintas del peronismo, el macrismo concentró toda la representación sectorial.
Mientras tanto, el escándalo de los ocho cuadernos de Centeno (o sus fotocopias, más bien) se mantiene con un desenlace abiertísimo. Al momento, el papel del juez Claudio Bonadío y el fiscal Carlos Stornelli (forum shopping mediante) parece limitarse a detectar pecadores en las filas del cristinismo. Una suerte de Lava Jato direccionado hacia un bando en el que definitivamente hay culpables. Esa operación le daría una mano inmensa al gobierno, justo cuando se multiplica la recesión, el desempleo y el ajuste. Un contexto económico al que se le suma el descubrimiento de miles de aportantes truchos a la campaña de María Eugenia Vidal.
El riesgo de esa jugada es ampliar el foco de la investigación hacia una zona gris de la democracia, que va desde la cartelización de la obra pública hasta el financiamiento nonc-santo de la política. De hacerlo, las balas también rozarían al macrismo. ¿Franco Macri, Ángelo Calcaterra, Nicolás Caputo y Marcelo Mindlin podrán mantenerse por mucho tiempo como meras víctimas del kirchnerismo? Se verá. Con una paradoja: a la fecha, el manu polite anti-K profundiza la caída de la economía y la desconfianza de los empresarios en el gobierno de los CEOs.