Por Jorge Gres, para PRIMEREANDO
Hablaba con mi amigo Manu hace un rato sobre las discusiones que a veces hay que dar que no tienen que ver con el fondo de la cuestión, ni con aquellas cosas que lastiman en el día a día a la gente, y como los grandes medios marcan agenda.
Dejamos de hablar de hambre, del dolor verdadero real del pueblo para pasar a hablar de las necesidades de unos pocos que, generalmente, están detrás de uno o más negocios. Discuten poder, dinero, alcance, debaten quien sí y quién no. En la mayoría de los casos, incluso, lo hacen desde las sombras.
Nosotros no podemos encontrar un camino hacia la libertad sin entender que estamos condicionados. Y a veces, lo hacemos de una forma casi inconsciente. Nos condicionan los medios, el discurso, nos controla la política y cada uno responde a intereses, como si se tratara de un Boca – River en el cual se juega, además, el hambre de la Argentina.
De una punta y de la otra, se tiran con misiles y la gente trata de resistir. En una amplia mayoría sin entender, porque la confusión provocada nos causó un daño irreparable. El poder cree que nos controla, y la gente se angustia.
La desesperación es un caldo de cultivo para una bomba que en algún momento algún señor superior que se sienta más allá de cualquier “cargo menor” hará explotar, como ya pasó varias veces en nuestro país, llenándola de sangre. Ojalá esto no ocurra.
La posibilidad es latente, porque los palacios discuten sobre intereses de mármol y frío mientras el caldo del pueblo ruge desde el suelo y hasta el cielo porque algunos no ven ni siquiera lo que tienen frente a sus ojos.