En su jura como mandatario, Donald Trump realizo un efusivo discurso en el cual prometió una “restauración y nueva era dorada” de los Estados Unidos. En ese contexto reivindicó la figura de un ex presidente cuya marca distintiva fue el proteccionismo económico en favor de la industria local.
Donald Trump asumió este lunes como el 47º presidente de los Estados Unidos en el Capitolio de Washington D.C., marcando su regreso al poder con una visión que busca consolidar el proteccionismo económico y la supremacía comercial como pilares fundamentales de su mandato. Trump, quien firmó más de cien órdenes ejecutivas al iniciar su gestión, declaró el comienzo de una “era dorada” para el país y reafirmó su compromiso con su lema histórico: “Make America Great Again”. Este regreso no solo destaca la continuidad de sus políticas económicas, sino también un profundo simbolismo en sus decisiones iniciales.
Entre sus primeras medidas, Trump anunció que devolverá al Monte Denali, en Alaska, su nombre anterior, “Monte McKinley”, en honor al 25º presidente de los Estados Unidos, William McKinley. Este cambio, más allá de su valor nominal y aparente superficialidad, subraya la conexión ideológica que Trump establece con un presidente históricamente reconocido por su defensa del proteccionismo económico. Durante su mandato (1897-1901), McKinley implementó políticas que protegieron la industria nacional y promovieron la creación de empleos, convirtiéndose en un referente para quienes abogan por la prioridad de los intereses económicos locales sobre la competencia extranjera.
El legado de McKinley y su influencia en Trump
William McKinley fue un defensor férreo de los aranceles proteccionistas, entendiendo estos como una herramienta para fortalecer la economía estadounidense frente a los mercados internacionales. Durante su presidencia, se promulgó la Ley Dingley de 1897, que estableció aranceles promedio superiores al 47%, marcando un récord en la historia de Estados Unidos. Estas políticas tenían como objetivo primordial proteger a los fabricantes y trabajadores estadounidenses, fomentando la autosuficiencia económica y la expansión de la industria nacional.
Trump ha retomado este enfoque, adaptándolo al siglo XXI. Su administración busca replicar la estrategia proteccionista, imponiendo barreras comerciales que prioricen la manufactura nacional y promuevan la creación de empleos dentro del país. Esto se refleja en su retórica de “América primero”, que enfatiza la protección de los trabajadores locales y la revitalización de sectores estratégicos como el acero, la energía y la tecnología.
Contraste fundamental con la ideología de Javier Milei
El enfoque de Trump contrasta marcadamente con las ideas de figuras como Javier Milei, el economista y político argentino conocido por su adhesión a las teorías anarco-capitalistas. Mientras Milei defiende la reducción del Estado hasta prácticamente su desaparición y promueve una apertura total de la economía sin restricciones, Trump adopta una postura completamente opuesta. El flamante presidente estadounidense no solo reivindica el rol del Estado como regulador, sino que lo considera esencial para proteger la economía nacional de las fuerzas globales y garantizar la prosperidad interna.
Milei basa sus propuestas en los ideales de autores marginales que abogan por la eliminación de los aranceles, el libre comercio absoluto y la desregulación total de los mercados, con la intención de crear un sistema económico sin intervención estatal. Por el contrario, Trump sostiene que un Estado fuerte, aliado con el sector productivo, es fundamental para resistir la competencia extranjera y preservar la soberanía económica.
En este sentido, Donal Trump también se inspira en la doctrina tripartita de William McKinley, que combinaba proteccionismo arancelario, expansión ultramarina y salvaguarda de la independencia nacional. Este enfoque buscaba un equilibrio entre no intervenir en los mercados internacionales de manera innecesaria y fortalecer la presencia militar y económica de Estados Unidos en el extranjero. Para Trump, estas ideas siguen siendo relevantes en un contexto globalizado, donde busca renegociar acuerdos comerciales, imponer tarifas a países que considera competidores desleales y priorizar la independencia energética y tecnológica de Estados Unidos.
La narrativa del esplendor perdido
Al igual que McKinley en su época, Trump utiliza una narrativa de recuperación del esplendor perdido para justificar sus políticas. Presenta a Estados Unidos como una nación que debe recuperar su grandeza enfrentando las amenazas de la globalización y las prácticas comerciales desleales. Para Trump, este retorno al proteccionismo no es un retroceso, sino una estrategia para fortalecer a la clase trabajadora y devolverle su protagonismo en el sistema económico.
Conclusión
El regreso de Trump a la presidencia no solo marca una nueva etapa en la política estadounidense, sino que también pone de manifiesto una lucha ideológica que contrasta con las corrientes extremas de liberalización económica representadas por líderes como Milei. Mientras este último aboga por un mundo sin regulaciones ni intervención estatal, Trump refuerza la importancia de un Estado fuerte que proteja los intereses nacionales. Inspirado por el legado de McKinley, Trump plantea que la grandeza de Estados Unidos reside en su capacidad de proteger su industria, sus trabajadores y su soberanía económica frente a los desafíos globales.