“No te voy a poner guita adentro del Banco Central para patinarte una aventura electoral’”, aseguraba Milei en una entrevista televisiva.
En una muestra más de su inconsistencia discursiva, Javier Milei guarda ahora un elocuente silencio ante la decisión del gobierno de utilizar fondos del FMI con fines electorales, una práctica que él mismo condenó con vehemencia en 2018. En aquel entonces, el economista libertario lanzó duras críticas contra el entonces presidente del Banco Central, Luis Caputo, por querer usar las reservas del FMI para política monetaria. “La tensión con el Fondo es porque Caputo quería usar las reservas para hacer política monetaria. Y el Fondo le dijo: “No te voy a poner guita adentro del Banco Central para patinarte una aventura electoral, fijate que estaban hablando de 20 mil millones de dólares y le dieron solo 5 mil, porque le dijeron basta, no podes patinarte la guita en una ventura electoral” aseguraba Milei en una entrevista televisiva.
El contraste no puede ser más evidente. Hace apenas unos años, Milei denunciaba que el uso de los fondos del FMI con objetivos políticos era una maniobra irresponsable que hipotecaba el futuro del país. Sus discursos se llenaban de frases tajantes sobre la necesidad de evitar la manipulación electoral de los recursos estatales. No obstante, ahora que su gobierno se enfrenta a dificultades económicas y la posibilidad de perder apoyo popular, la utilización de los mismos mecanismos que antes condenaba ya no parece molestarle.
Esta contradicción deja en evidencia la doble vara con la que Milei mide los hechos según su conveniencia política. Mientras que en la oposición se erigía como un defensor intransigente de la disciplina fiscal y la transparencia en el manejo de los recursos públicos, en el poder parece haber adoptado una visión mucho más pragmática, en la que las críticas del pasado se desvanecen ante la urgencia de sostener su administración.
El silencio de Milei sobre este tema no es un detalle menor. Refleja la transformación de un político que, a pesar de haber construido su imagen sobre la base de la intransigencia ideológica, ahora demuestra que sus principios pueden flexibilizarse cuando las circunstancias lo requieren. La pregunta que queda en el aire es si sus seguidores, aquellos que confiaron en su coherencia, seguirán justificando este cambio o si finalmente comenzarán a cuestionar la verdadera naturaleza de su liderazgo.