La visita del jefe del Comando Sur (SOUTHCOM) reaviva los trascendidos sobre las intenciones de EEUU de instalar una Base Militar en el extremo sur del país.
La visita del almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM), a Ushuaia este miércoles, marca un punto de inflexión en la creciente injerencia geoestratégica de Washington sobre el extremo sur argentino. Detrás de los discursos de cooperación antártica, desarrollo científico y lucha contra el crimen organizado, la presencia del alto mando militar norteamericano expone con claridad la presión de EE.UU. para instalar una base militar en Tierra del Fuego y reforzar posiciones en el continente como parte de su disputa global con China.
Durante su gira por el país, que incluyó reuniones con el presidente Javier Milei, el ministro de Defensa Luis Petri y otras autoridades, Holsey habría solicitado la operación permanente del radar de seguimiento espacial operado por LeoLabs —una firma con vínculos británicos e irlandeses— instalado cerca de Tolhuin. Esta solicitud refuerza los temores de que Estados Unidos no sólo busca ampliar su presencia en la región con fines científicos o ambientales, sino consolidar una posición de control militar sobre el Atlántico Sur y las rutas de acceso a la Antártida junto a su histórico aliado de la OTAN.
El Presidente Javier Milei recibió en Casa Rosada al Comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, Almirante Alvin Holsey, junto a su comitiva. Participó también de la reunión el Ministro de Defensa, Luis Petri. pic.twitter.com/bgio4Rx1Up
— Oficina del Presidente (@OPRArgentina) April 29, 2025
El propio Milei ya había anticipado en abril su interés en construir una base naval “conjunta” en Ushuaia con participación estadounidense, aunque el gobierno de EE.UU. luego intentó disimular el anuncio. Sin embargo, la llegada del jefe de SOUTHCOM pone nuevamente en agenda este polémico proyecto, que podría convertirse en un enclave estratégico para Washington en la disputa global con Beijing y haciendo de la Argentina un protectorado militar de Washington.
En este sentido, Luciano Anzelini, doctor en Ciencias Sociales por la UBA, advierte que esta visita confirma que “el proyecto de una base militar compartida va en serio” para el Pentágono. “En los documentos estratégicos de EE.UU., tanto el Ártico como la Antártida han adquirido un rol central en su agenda militar. La creciente presencia de China en el Cono Sur preocupa profundamente a Washington, y la Patagonia se convierte así en un terreno de competencia directa”, explica.

El Atlántico Sur, por su carácter bioceánico y su proximidad con el continente antártico, se vuelve un nodo clave en el mapa geopolítico del siglo XXI. Pero mientras EE.UU y también el Reino Unido de Gran Bretaña. refuerzan su despliegue en la región, el gobierno argentino utiliza a las fuerzas armadas en tareas policiales y cede protagonismo con una actitud alineada y poco reflexiva, motivada más por urgencias económicas y sesgos ideológicos que por un análisis estratégico de largo plazo que tenga en cuenta los intereses nacionales.
La posibilidad de una base militar extranjera en Ushuaia ha sido históricamente resistida por la sociedad civil y sectores políticos, conscientes del valor simbólico y soberano que tiene la región. Sin embargo, el acercamiento actual entre Buenos Aires y Washington parece sortear esas resistencias, abriendo la puerta a una presencia estadounidense más formal y duradera en una zona de alta sensibilidad geopolítica.
Aunque las autoridades insisten en que se trata solo de cooperación estratégica, los movimientos del Pentágono y el contexto internacional indican lo contrario. Lejos de ser una acción inocua, la visita de Holsey a Ushuaia cristaliza el intento de EE.UU. por asegurar una posición dominante en el sur del continente, con implicancias directas sobre la soberanía argentina y la autonomía de decisión frente a futuras tensiones internacionales.
En este sentido, el interés de Washington en Ushuaia va mucho más allá de la ciencia o el desarrollo antártico. Lo que está en juego es el control del acceso a la Antártida, los pasos bioceánicos, la vigilancia del espacio, y el dominio sobre recursos naturales clave. Frente a esta realidad, Argentina debe decidir si actúa como plataforma de intereses ajenos o si reivindica su papel como actor soberano en el tablero internacional.
El lugar de la Argentina en el mundo
Por su parte el analista en política internacional Juan Gabriel Tokatlian ofreció un crudo diagnóstico sobre la posición de Argentina en el actual orden global. Según el especialista, el país ha optado por un alineamiento subordinado con Estados Unidos: “Para Estados Unidos hay vasallos, aliados y oponentes: Argentina eligió ser vasallo”.
Tokatlian analizó el conflicto estratégico entre Washington y Pekín, que trasciende lo comercial y se instala como una disputa financiera y tecnológica a gran escala. “El Trump que regresó (a la Presidencia) es un Trump que entiende que Estados Unidos ya no puede moldear el sistema internacional”, advirtió, y explicó que ese país atraviesa una etapa de repliegue tras las derrotas militares en Irak y Afganistán, la pérdida de liderazgo tecnológico frente a China, y el impacto de la crisis financiera de 2008.
“El objetivo real de Estados Unidos hoy no es ya ordenar el mundo a su gusto, sino frenar a China”, señaló. En ese marco, la disputa por el control del sistema financiero global se configura como una batalla entre el dólar y el renminbi.
Ante esta reconfiguración, Tokatlian remarcó la ausencia de una estrategia conjunta por parte de América Latina. “No se ve un liderazgo cohesivo, ni un sistema coparticipante de liderazgo. Podríamos tener un eje México-Brasil-Argentina en el G20, pero estamos completamente dispersos”, lamentó.
En cuanto al posicionamiento argentino bajo la administración de Javier Milei, fue contundente: “El dicho anglosajón es: ‘O uno es parte de la mesa, o del menú’. Nosotros decidimos ser parte del menú, conscientemente. En vez de estar en la mesa con socios diversos, elegimos subordinarnos”.
Así, la advertencia de Tokatlian no es sólo geopolítica, sino profundamente política: Argentina ha tomado una decisión estratégica que la aleja del juego de poder global como actor con capacidad negociadora, para convertirse en un país que, según la lógica estadounidense, está dispuesto a conceder todo.
Atantic Dagger 2026
La visita de la máxima autoridad militar estadounidense para la región, se da no casualmente en el contexto de los recientes acuerdos con los Estados Unidos por los cuales el país del norte llevará adelante una serie de ejercicios militares en el extremo sur del país previstos para el próximo año. Se trata de las maniobras “Daga Atlántica” (Atlantic Dagger), programadas para febrero de 2026, que permitirá simular operaciones conjuntas de alto riesgo en entornos hostiles, con énfasis en técnicas como inserción por helo casting, evacuaciones médicas aéreas, interdicción marítima y despliegues rápidos mediante fast rope desde helicópteros.

Las maniobras se realizarán en Tierra del Fuego, Santa Cruz e Isla de los Estado, áreas que, por su clima extremo y características geográficas, ofrecen condiciones ideales para replicar escenarios de guerra en zonas polares. Esta geografía convierte al extremo sur argentino en una plataforma de entrenamiento clave, similar a la que las fuerzas estadounidenses utilizan en Alaska, y abre la puerta para ensayar tomas de control sobre rutas estratégicas, recursos naturales e infraestructura crítica como ser represas, gasoductos, puertos, aeropuertos etc.
Pero más allá del entrenamiento técnico, estos ejercicios adquieren un peso mayor en el actual tablero geopolítico global. En un mundo marcado por la puja entre grandes potencias —Estados Unidos, China y Rusia—, el control sobre territorios como la Patagonia y el Atlántico Sur se vuelve central. La cercanía al Estrecho de Magallanes, al Pasaje Drake/Mar de Hoces, al Canal de Beagle y a la Antártida convierte a esta región en un enclave de valor militar y económico para Washington de cara a su estrategia de control de puntos de estrangulamiento (choke points) ante la eventualidad de un conflicto con China. En este sentido vale recordar que hace pocos días Estados Unidos llegó a un polémico acuerdo con el gobierno de Panamá para desplegar tropas en el canal cuya inhabilitación obligaría al trafico marítimo a tomar la ruta del Cabo de Hornos junto al Estrecho de Magallanes y el Canal del Beagle.
La proyección estadounidense sobre el sur argentino no es nueva, pero adquiere nueva intensidad: a casi 43 años de la Guerra de Malvinas, las zonas de Santa Cruz y Tierra del Fuego vuelven a cobrar protagonismo. Esta vez, como posibles escenarios de despliegue del Comando Sur y ensayo para eventuales conflictos futuros en el Atlántico Sur.
Además, no es menor el hecho de que desde hace años, Estados Unidos y el Reino Unido ya realizan maniobras conjuntas en el área de las ocupadas Islas Malvinas. La novedad ahora es que las Fuerzas Armadas de EE.UU. reforzarán su presencia directa en el continente, algo inédito en décadas recientes y que sugiere un interés renovado en anticiparse a futuros escenarios de disputa por el agua, los minerales estratégicos, los pasos interoceánicos y la proyección hacia el continente antártico donde Estados Unidos se reserva el derecho a reclamar territorio mientras que Gran Bretaña ambiciona la totalidad de la porción reclamada por Argentina.