El gobierno ata su suerte a rivalizar con el FpV
La elección del adversario, sin embargo, es un lujo que el gobierno no podrá darse eternamente. El macrismo podrá especular con la grieta política, pero sólo mientras la grieta social sea mantenida a raya. Sin caer en el apocalipsis de anticipar un clima pre-2001, ni subestimar la cintura del PRO y dar por hecha su caída, el gobierno no parece estar lo suficientemente alerta ante movimientos por abajo que ya están en marcha. Se trata de un malestar creciente que incluye a los sectores medios con (un poco) más de espalda para aguantar el ajuste.
Fernando, el peluquero más carismático de todo el barrio de Palermo, detectó la tendencia. Cincuentón con intereses, Fernando vive en Don Torcuato y de martes a sábado viaja hasta la zona de Scalabrini Ortiz y Santa Fe. Con ojo entrenado para anticipar los humores sociales, Fernando ya percibió el mini-cambio de escenario en las butacones de su peluquería, donde siete de cada diez clientes (“7,5 de diez”, corrige Fernando) votaron a Mauricio Macri en el balotaje. “Te resumo: lo que acá me dicen es que está bien, que había que tomar estas medidas, pero no están de acuerdo con la forma tan violenta´”.
Durante la confesión laica del corte de pelo, ese argumento se repite entre los varones que fidelizan su estática en el local de Fernando. Se trata de una línea conceptual que permite marcar distancia con el kirchnerismo, pero a la vez ponerle los puntos al PRO. Los porteños son quejosos, Fernando lo tiene clarísimo, pero en este caso la crítica llegó antes de lo esperado.
En boca de los clientes palermitanos, ese planteo funciona como una carambola tranquilizadora. Sobre todo para el sector que votó a Macri, pero no milita en ese tercio (o un poco menos) incondicional del PRO. Un segmento que su vez resultará decisivo en las legislativas del año que viene.
Porque si bien el gobierno todavía alcanza un importante nivel de aprobación en las encuestas, la valoración positiva se basa cada vez más en aspectos algo abstractos o declamativos. Sobre el manejo de la economía y sus derivados, temas siempre definitorios para la suerte de un gobierno, creció la disconformidad con el macrismo.
A cinco meses de haber asumido, según una encuesta reciente de la consultora Quiditty, el 53% de los votantes del Area Metropolitana avala la gestión macrista. Se trata de un porcentaje de apoyo todavía mayoritario y para nada despreciable.
El número, sin embargo, encierra un dato pesimista: los votantes destacan políticas (o promesas) como la relación con otros países (63%), la lucha contra la corrupción (60%) y el combate al narcotráfico (56%), mientras desaprueban lo hecho hasta el momento para crear empleo (32%), reducir la pobreza (28%) y controlar la inflación (25%). Respecto del manejo general de la economía, sólo un 38% acompaña, contra un 59% que directamente rechaza el rumbo del PRO.
El desagregado de esa información resulta especialmente amenazante para el gobierno. Porque el malestar en relación con el ajuste y el enfriamiento de la economía crece entre los que no son K ni PRO (la famosa ancha avenida del medio, sobre la que intenta desplegarse Sergio Massa). La consultora divide al 40% de los votantes que fluctúa entre entusiastas (el 18% que no votó a Macri en primera vuelta, pero sí en el ballottage) y escépticos (el 21% que recién optó por Daniel Scioli en el ballottage). Y si bien entusiastas y escépticos aprueban los ítems más blandos de la gestión macrista, rechazan su manejo de la economía.
Sin necesidad de servirse de las encuestas, Fernando leyó que la novedad del rechazo al macrismo venía por ese lado. Ahí está el principal problema que enfrenta el gobierno. La elección del adversario (kirchnerismo o Frente Renovador) es una rosca que aturde al macrismo y que, a lo sumo, solo le sirve para ganar tiempo.