"Regreso al modelo nacional bajo la conducción de Cristina", son las palabras que pronuncian, sin ruborizarse y sin mediar mayores explicaciones, una catarata de intendentes para anunciar su decisión de regresar, con toda su estructura y sus votos, al Frente para la Victoria y abandonar el partido de Sergio Massa, revirtiendo su cruce de vereda del 2013.
El Gatopardismo es un concepto, célebre en política, que podría resumirse de esta manera: “cambiar algo para que nada cambie”.
Lo que hoy es un padecimiento para el Frente Renovador, hace dos años lo era para el Frente para la Victoria, que ahora le abre la puerta de par en par a "los arrepentidos" de las legislativas de hace dos años.
En aquel momento un sinnúmero de dirigentes territoriales acordaban prestar su armado territorial para construir una
alternativa nacional y provincial dentro del massismo.
La fuga de dirigentes provinciales al oficialismo y a otras alternativas de oposición, pendula con una velocidad abrumadora. Es que el pelotón de quienes renuncian al Frente Renovador parece no tener fin.
Los cruces de vereda de estos dirigentes locales permiten ver algunas inercias de la vida política territorial.
La mayoría de estos jefes comunales ocupa sus cargos desde los 90 (algunos antes), se identifica con el peronismo y acuerda, sin pagar el más mínimo costo electoral, su pertenencia política con los ojos vendados. Es que no necesitan ver a quien tienen enfrente suyo porque su prioridad es escuchar la voz de quien le garantice y una buena imagen en los sondeos para perpetuar su armado político local.
Su gravitación sobre los territorios que gestionan parece imperturbable. No se ve amenazada por la coyuntura política nacional, provincial y, ni siquiera, por sus decisiones personales.
Claro, son ellos quienes guardan celosamente la llave para acceder al peronismo provincial y saben que es un bien preciado para quienes aspiran a cargos provinciales o nacionales.
Como afirma una nota de La Nación de mayo de 2014 "son militantes y dirigentes políticos, están en la gestión desde hace
décadas, mantienen un control territorial y una influencia decisiva y son líderes permanentes de virtuales feudos".
En un contexto en que la lealtad está bastardeada y dejó de ser una virtud para apreciar y las pertenencias ideológicas parecen no tener una incidencia decisiva en las preferencias electorales, los intendentes van y vienen de un proyecto a otro sin que eso les genere un costo electoral ni un desgaste decisivo.
El 2015 será otra demostración de que la mayor parte de los intendentes del conurbano tienen unos principios claros, pero si no les conviene tienen muchos otros.