La suerte de Macri definirá la interna del PJ
Porque más allá de la rosca, el protocolo y el estado deliberativo en que acaba de entrar el Consejo Nacional Justicialista, escenificado en su sede de la calle Matheu, será Macri y la suerte de su gobierno los que definan el sentido político-ideológico que adoptará el peronismo. Y ese desenlace, que todavía está un poco lejos de conocerse, terminará por acomodar las fichas del nuevo escenario político.
Mientras tanto, el peronismo hace tiempo en una especie de empate técnico entre sus principales boxeadores. Un conteo de porotos, en el que cada bando blufeará sobre sus pertenencias y posibilidades. Así, en contra de sus impulsos más belicosos, y muy a pesar de las ganas mutuas de pasarse facturas acumuladas, tanto la vanguardia camporista, como el ala Macri-friendly del PJ (encarnado por su esperanza blanca, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey), parecen coincidir en que, por ahora, el que se apura pierde. Desde esa percepción, se vienen rounds de tanteo mutuo, más que de salir a buscar desesperadamente el knock out a manotazos.
Así, si bien Urtubey fue el primero en postularse y salir a jubilar a Cristina Kirchner, enseguida dio marcha atrás y propuso al diputado y ex gobernador sanjuanino José Luis Gioja. Sin demasiadas ambiciones personales a futuro, la postulación de Gioja podría funcionar como una carambola: ser una prenda de cierta paz y unidad, y a la vez patear hacia adelante la resolución más concreta sobre el destino ideológico y operativo del peronismo.
Otro peronista sub-45 con ambiciones espartanas, Sergio Massa, también reculó después de que su aliado táctico, el presidente Macri, lo candidateara a destiempo para presidir el PJ. En su lugar, empujó al incombustible (aunque no muy interesado en comerse el desgaste de asumir ese puesto) José Manuel de la Sota.
En el rincón kirchnerista, los aspirantes preferidos (no ideales, pero sí posibles) son el ex jefe de Gabinete Jorge Capitanich y Daniel Scioli, quien consiguió definitivamente el sello de calidad cristinista en la campaña para el balotaje. Desde ese momento hasta la noche de la derrota digna ante Macri, Scioli cambió su estatus ante los ojos siempre desconfiados de las bases y la dirigencia cristinista. Desde entonces, el ex gobernador sigue de campaña, en una construcción política itinerante con base en el conurbano bonaerense.
El principal capital cristinista en esta pulseada, una pulseada mucho más amable que el promedio peronista sobre resolución de conflictos internos, sin embargo excede la rosca de los nombres propios. Porque si hay algo que mantiene con vida al cristinismo como variante peronista con chances de conducir el PJ, y desde ahí meterse en la discusión por el poder estatal en la Argentina, es la demanda de representación que todavía elige a Cristina Kirchner. Se trata de un sector de la población que elige a Cristina y a lo que ella expresa, en medio de una evidente crisis de liderazgos capaces de reemplazarla en lo político y lo electoral.
Sin el cristinismo como opción, esa demanda representación se queda huérfana. Y si bien es una porción social difícil de medir en cantidad, a la vez es imposible de negar. Por eso el sector más acuerdista del PJ, todavía resentido con el camporismo, con cierto ninguneo de la ex presidenta y con el recambio generacional inducido a la fuerza, no declara una guerra interna más abiertamente. Al momento, el máximo quiebre se dio en la Cámara de Diputados, con el alejamiento de 12 diputados conducidos por Diego Bossio. ¿Punta del iceberg, muestra de audacia individual o movida demasiado apurada? Se verá, sobre todo a la luz de cómo se encamina la interna.
El capital político algo inorgánico del cristinismo no se mantendrá para siempre, a pesar de las entusiastas plazas de la resistencia y la retórica sobre los empoderados. Sin articulaciones concretas con actores sindicales, territoriales y provinciales, el riesgo será diluirse hasta convertirse en una fuerza testimonial.
El macrismo, por su parte, ya se dio una política para relacionarse con el PJ: levantar la figura de Sergio Massa para fracturar al PJ, y apostar al intercambio de favores con gobernadores y senadores peronistas que facilite la gobernabilidad. Dividir y comprar. Hacia la dirigencia sindical, el gobierno optó por una estrategia parecida: priorizar a Hugo Moyano como interlocutor, y al mismo tiempo habilitar la caja de las obras sociales, a cambio de la paz social.
Claro que el manejo de un país no se agota en una serie de acuerdos super-estructurales. Y menos en un país con un prontuario social revoltoso, y mucho menos en la Argentina versión 2016, que hereda un alto piso de demandas y expectativas de consumo. La suerte del macrismo determinará, sobre todo a partir de marzo, el sentido más profundo y definitivo de la interna peronista.