El Papa y Macri, entre el pragmatismo, el protocolo y el enojo por Milagro Sala
Así, como si fuera un supra-peronista, el Papa engloba todas las posiciones que el PJ, desde sus diversas tribus, despliega ante el oficialismo. Y las encarna todas al mismo tiempo, en una especie de ajedrez en simultáneas. Tal como sucede ahora mismo en el universo peronista, esa postura de final abierto habilita un tironeo político sobre cuál es la creencia más genuina de Francisco o la que se terminará por imponer.
Hasta ahí llega el paralelo entre el PJ y el jefe de la Iglesia Católica. Porque si bien el propio Papa juega a la ambigüedad, con sus mensajes crípticos y sus charlas con variopintos interlocuores-operadores, lo cierto es que la detención de Milagro Sala no le cayó nada bien.
A pocas horas para que el Papa y Macri se vean las caras en el Vaticano, y ya pasados 40 días desde la detención de la líder de la Tupac Amaru en Jujuy, Francisco percibe la decisión político-judicial de mantenerla presa como una agresión directa al mundo de las organizaciones sociales.
Desde los tiempos en los que Macri era alcalde y Jorge Bergoglio arzobispo porteño, el vínculo fue zigzagueante y nunca terminó de encauzarse. Francisco evitó llamarlo cuando ganó y asumió la presidencia; y la detención de Milagro Sala vino a aumentar las sospechas papales sobre el perfil “poco social” del Gobierno.
“Si el Gobierno quiere tener una relación fecunda con Francisco, debería pensar en canales y medidas que excedan lo eclesiástico formal. El ama la estructura de la Iglesia, pero sabe que el mundo no se acaba ahí”, confió uno de los representantes informales del Papa, que incluso tiene cargo en una organización global a pedido de Francisco.
Desde la mirada PRO, una visión mucho más pragmática que épica, la relación con el Papa cuenta exclusivamente por lo que vale. Y en realidad esa ecuación se aplica para todos sus vínculos políticos: en su marcha a prueba y error, en su política de alianzas y afinidades, el macrismo habla el idioma de la racionalidad dineraria. Paga por lo que las cosas valen, y ni un centavo más. Así, mientras el papa no se vuelva un lobista en contra de los intereses del gobierno (algo que no sucederá), el gobierno no se desvivirá por mejorar el vínculo.
Una dinámica muy diferente a la relación de menor a mayor que, una vez que Jorge Bergoglio se transformó en Francisco, buscó construir Cristina Kirchner con el jefe de la Iglesia.
“Hay una confusión enorme con Francisco, que es argentino, pero ahora es jefe de Estado. Las relaciones pasan a ser muy formales”, blanqueó la canciller Susana Malcorra, tras una danza de desencuentros entre Macri y el papa. Por caso, la trunca mediación papal (¿por desaire PRO?) para que se hiciera el acto de asunción y el pase de mando entre Macri y Cristina.
Más brutal, Jaime Durán Barba afirmó en noviembre pasado: "Lo que diga un Papa no cambia el voto ni de diez personas, aunque sea argentino o sueco".
Se trató de una actualización macrista de una frase de José Stalin. En la conferencia de Yalta de 1945, en medio de las negociaciones de paz de postguerra, Winston Churchill le preguntó si no sería conveniente invitar al Papa. Y Stalin respondió: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”.
Al día siguiente de la provocación de su asesor, Macri se vio casi obligado a despegarse de ese ninguneo al Papa. Pero se limitó a hacerlo vía un escueto tuit: ni llamado de disculpas, ni carta manuscrita. Conceptualmente, le dio la razón a su gurú (y un poco a Stalin).
El macrismo a su vez entiende que si bien no hay feeling con el papa, sí hay afinidad política con el resto del mundo (bastante conservador) del Vaticano. Mucho más que la que existía con el kirchnerismo. En concreto, al gobierno no le preocupa que el trato se ciña a lo institucional. Así visto por el macrismo, que Francisco quede asociado a Milagro Sala, una figura demonizada dentro de la clase media y más allá, bien podría resultar un beneficio indirecto de esa frialdad.
El encuentro a solas de Francisco y Macri se extenderá por el tiempo que disponga el Papa. Los temas a tratar en la reunión privada son por ahora un misterio. Pero aunque se hable sobre Milagro Sala (algo no muy probable), el pragmatismo macrista no se alterará.