El negocio de la grieta: macrismo o barbarie (kirchnerista)
Así, ya sea la del Papa, los gremios o la de los Panamá Papers, todas las críticas tienden a emparejarse en un kirchnerismo salvaje, ubicado en las afueras del único camino posible: el de la normalidad y el realismo post-ideológico, el de los ajustes que “había” que hacer.
Para Marcos Peña, el Papa Francisco tomó partido: “Muchos sienten que son demasiados gestos para un lado y pocos para el otro", afirmó el jefe de Gabinete, tal su perfil techie, en un mensaje que publicó días atrás en Facebook y tituló “El Papa y Hebe”.
Según el catecismo macrista, el Papa es K. Eso o simplemente arrastra un malentendido que, tal como propuso Gabriela Michetti, se podría arreglar charlando, si Francisco y Mauricio Macri se sentaran a tomar unos mates.
Los voceros del Papa, tanto los formales como los más inorgánicos, le agregan una corrección a la lectura macrista: más que alinearse o pactar con el kirchnerismo, Jorge Bergoglio tiene una mirada crítica sobre la política y la sensibilidad social del PRO. Y si bien esa mirada puede resultar funcional a los intereses de Cristina Kirchner, eso no equivale a decir que el Papa rivaliza con Macri porque se volvió kirchnerista.
Para el intelectual PRO y ghost writter presidencial, Alejandro Rozitchner, el gobierno no comunica mal, comunica de otra manera. Según Rozitchner, el macrismo “comunica directamente, sin tanta necesidad de los medios de comunicación. Los medios tienen que ver con cierta elite ilustrada, importante y meritoria; pero el gobierno tiene conciencia de que la comunicación con el ciudadano no necesariamente tienen que pasar por ahí. Los medios, imprescindibles en otras épocas, ahora ya no lo son gracias a internet y a otros cambios no tecnológicos”.
Más allá de que todo gobierno pretende construir un relato ideal sobre sí mismo, la frase de Rozitchner es cierta en la medida en que el macrismo no instala un anti-discurso mediático. No le busca el lado B a la tapa de Clarín, básicamente porque -por ahora- no lo necesita. Y mientras no necesite discutir la agenda de los grandes medios, podrá relativizar su influencia y abandonar el remañido debate sobre el verdadero rol de la prensa.
En una sociedad de mercado en la que los actores valgan y se impongan por su propio peso, el Estado se replegará lentamente. Achicará la épica, tanto la real como la más imaginaria, de sus batallas contraculturales. El que no lo comparta, deberá irse exiliado al rincón de los kirchneristas. O a lo sumo tomarse unos mates y recapacitar hasta que lo comprenda.
La ex gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, entra de cabeza en ese limbo de parias. Consultada sobre estos primeros seis meses de gobierno de Macri, opinó: “No esperaba nada: claramente beneficia a los sectores concentrados y perjudica a populares. Cuando vos no sos kirchnerista pero osas decir que una política había sido exitosa, te dicen que estás de acuerdo de la corrupción. No estoy hablando de corrupción: hablo de políticas públicas”.