Los cambios detrás del 2×1
(por Andrés Fidanza) Más que un fallo a pedido del gobierno, este gobierno fue la condición indispensable para el 2×1. La sentencia de la Corte Suprema (de una parte, en realidad) es hija directa del cambio de clima político y cultural impuesto por Cambiemos. Y en eso hay coincidencia casi unánime, aunque no se compartan los motivos.
Para los macristas, se acabó la marca personal sobre el pulso de los jueces, tanto en Comodoro Py como en el Palacio de Tribunales, donde habitan los supremos. Así, la libertad de conciencia permitiría fallos inesperados, como el beneficio para un represor condenado por crímenes de lesa humanidad. Una decisión primero acompañada y después repudiada casi orgánicamente por el gobierno, tras cuatro días de silencio, temor y cálculo.
Paradojalmente, esa actitud no se diferenció demasiado de la que tuvieron otros dirigentes del peronismo y el radicalismo. Porque en el sistema político ya no hay convicción que, antes de ser verbalizada, no se pase por el tamiz de la polarización.
Pese a que entre los actuales funcionarios abundan las miradas indiferentes, negacionistas o de coqueteo explícito con la teoría de los dos demonios, hay algo de cierto en el argumento PRO sobre la independencia de los poderes. Con un matiz: muchas veces el gobierno confunde adrede entre el laizze affaire hacia el Poder Judicial, con mantener una interlocución desordenada con los jueces. Y esto último es lo que hizo el macrismo hasta ahora. Esa fue su novedad: la ausencia de un canal unificado para dar a conocer la línea propia. Lo que tampoco significa que no exista diálogo implícito. Los intereses y la conveniencia se respiran en el aire del juego político, y se detectan muy fácilmente por los actores involucrados.
En concreto, Macri no le dictó el fallo a Elena Highton de Nolasco, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti. Y ni si quiera está claro que le convenga o haya satisfecho su voluntad ideológica más íntima. El macrismo lo habilitó, aún sin habérselo propuesto.
Lejos de cualquier abstracción, la elección de Rosenkrantz podía anticipar un cambio de rumbo en el canon de la última década sobre los derechos humanos. Abogado de un cotizadísimo estudio, Rosenkrantz había cuestionado las sentencias que en 2005 declararon inconstitucionales las leyes de amnistía.
Cuando el gobierno impulsó la designación exprés de Rosenkrantz y Rosatti, Ricardo Lorenzetti operó sigilosamente en contra. En particular, el presidente de la Corte se opuso (sin éxito) a la postulación de Rosenkrantz. Tras la incorporación de los dos nuevos jueces, empezó a diluirse la hegemonía de Lorenzetti.
Sacar del centro a Lorenzetti fue un objetivo buscado conscientemente por Macri y sus principales consiglieres. La inquina entre el macrismo y Lorenzetti empezó dos semanas antes de que el presidente asumiera. En noviembre de 2015, la Corte declaró inconstitucional un viejo recorte impositivo que la Nación le hacía a las provincias. Esa decisión significaba un desfinanciamiento millonario para el gobierno. Macri y sus asesores, más conocidos como Newman boys, nunca le perdonaron esa sentencia a la Corte: la interpretaron como un intento de Lorenzetti por marcarles la cancha de arranque. La llegada de Rosenkrantz y Rosatti a la Corte modificó la ecuación internal del tribunal. Un cambio que resultaría decisivo para facilitar el 2 x 1 en favor de los represores.