Empezó la carrera por el voto de los indecisos
(por Andrés Fidanza) Si el macrismo entendió que para ganar la elección presidencial debía hacer al menos un poco de post-kirchnerismo, la fuerza de Cristina Kirchner ahora quiere sacarle rédito a cierto post-macrismo comunicacional.
En la campaña del 2015 Mauricio Macri entendió que, aunque quisiera, no podía borrar de un plumazo todas las políticas del ciclo kirchnerista. Así fue que prometió (y cumplió) mantener la Asignación Universal por Hijo, medida paradigmática y motivo de orgullo para el gobierno anterior. Fue su pacto con el clima de época.
Y si bien incumplió algunas otras promesas, como mantener el Fútbol para Todos, el actual presidente evitó chocar de frente contra cierto sentido común que valoraba la existencia de un Estado presente. Lo hizo sobre todo a nivel discursivo, pero también al momento de gobernar. Una mezcla de pragmatismo, percepción de la correlación de fuerzas y criterio de supervivencia política hace que Macri desoiga a quienes lo empujan por derecha. Aunque sólo sea para tener estabilidad en el cargo, Macri desaira a los José Luis Espert que quieren imponerle su programa de gobierno.
El acto de Cristina Kirchner en la cancha de Arsenal demostró que el aprendizaje es mutuo. La ex presidenta buscó ablandar y desperonizar la estética del evento. "Siento que le han desorganizado la vida a la sociedad", fue su frase para hablar de las consecuencias de un modelo ideológico, sin saturar con el speech de la ideología en abstracto. Apeló al viejo tip comunicacional (no es una creación de Jaime Durán Barba) de ponerle caras a las víctimas.
El aggiornamiento, sin embargo, es un recurso meramente formal. Su objetivo no encierra ninguna novedad. Apunta a lo mismo que buscan todos los espacios: exceder la clientela habitual, para ampliar la base de votantes. En el caso de Cristina Kirchner, el planteo de máxima es romper el techo bonaerense del 30%, fantaseando con el 56,5% obtenido en 2011 en la provincia de Buenos Aires.
El propio Macri intentó algo parecido en su último spot, camuflado de conversación casual con un votante algo desencantado. En lugar de elegir un estadio de fútbol ubicado en el conurbano, algo impensable para el PRO, Macri lo hizo sobre camino seguro: las redes sociales. Días atrás, posteó en Facebook un video de la charla con Sergio, un empleado de 47 años que le había mandado una carta con algunos reproches.
“Me quedé tocado con tu carta, la leí atentamente”, arranca Macri, después del saludo de rigor y la sorpresa (¿espontánea?) de Sergio. La conversación, editada en algunas partes, dura 9 minutos. El video muestra a Macri sentado, por momentos inclinado sobre el escritorio, frente a un teléfono fijo en modalidad de altavoz.
“Cada vez tengo que salir a la calle, vender mucho más, pero lo que termina quedándome a mí, me rinde mucho menos que antes. Pago un montón de impuesto a las ganancias”, se lamenta el empleado de 47 años. Con esa confesión, Sergio tranquilamente podría haber subido al escenario de Cristina Kirchner en Arsenal, como un caso testigo de la clase media en estado de ajuste.
Frente al planteo de Sergio, Macri se limita a pedir paciencia y a responsabilizar al kirchnerismo. Esta vez, con un agregado de críticas secundarias a jueces y empresarios. Así, en lugar de negar el mal momento de la economía, Macri opta por una doble táctica: solidarizarse con los afectados, al punto de ponerse casi en un pie de igualdad, y contraatacar con la carta de la herencia recibida.
Al final de la llamada, Sergio pregunta cómo puede hacer para “seguir confiando”, frente a ciertas decepciones. “Lo que vos creíste, que yo vengo por algo distinto, es lo que no tenés que dudar”, asegura el presidente. Así, Macri y su equipo comunicacional eligen hablarle a un macrista light, uno de los que quizás no lo había votado en la primera vuelta contra Daniel Scioli. Arrancó oficialmente la carrera por seducir a los que todavía no tienen el voto definido.