El gobierno compró aire
(por Andrés Fidanza) Hay que repetir la ceremonia de los últimos lunes post electorales: quemar masivamente los papeles de la mayoría de los pronósticos. Una vez más las encuestadoras erraron bastante más de lo que acertaron, en particular al anticipar un triunfo holgado de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Pero ese no fue el principal offside en el que quedaron los consultores, analistas, políticos e ideologizados varios. La equivocación más importante fue atribuir un tono tremendista tanto al clima como al desenlace de las primarias.
Y ese es el punto en el que suele acertar Jaime Durán Barba: bajarle tres cambios a la vivencia de las elecciones. Se trata de una receta y a la vez una forma de mirar la realidad: entender que los tiempos vertiginosos de la política no coinciden con los de un amplio sector de la sociedad. En especial los de la porción que, sin posturas firmes tomadas de antemano, terminan definiendo el resultado y el tono de una elección. En épocas de relativa estabilidad (la crisis actual no se acerca a las turbulencias que atravesó la Argentina) la recomendación duranbarbiana es no sobreatribuir intensidades.
La contracara de ese acierto es que el voto a Cambiemos, el que está por afuera del núcleo duro macrista, se basa en un apoyo débil, ubicado entre la indiferencia y la resignación ante la falta de mejores opciones. No encierra un contrato de representación sólido ni duradero. Un matíz que, por ahora, le importa poco a un oficialismo en pose triunfal.
Al kirchnerismo, por su parte, el empate bonaerense le deja un sabor amargo, sobre todo por las expectativas creadas respecto a Cristina Kirchner y su capacidad para revitalizar a su espacio.
Esa pérdida de vigor del kirchnerismo (o al menos de vigor potencial, de cara al 2019) alimenta el festejo en Casa Rosada. Pero el macrismo no debería ensayar una lectura interna demasiado triunfalista. Logró atravesar un trámite que, a priori, le resultaba muy incómodo. Y lo hizo sin caer en el casillero de los derrotados o los que no estuvieron a la altura. Al contrario, ahora tiene alguna chance de mejorar su desempeño.
En promedio nacional, el gobierno se sirvió de sus votantes incondicionales, de una oposición (peronista) dividida en al menos tres ramas, y de las facilidades que otorga manejar el Estado: Cambiemos fue la única fuerza capaz de presentarse en todos los distritos. Y algo más: revalidó la eficacia cultural de su discurso en contra del peronismo, con eje en la bandera de la corrupción.
Desde ese piso, logró sumar adhesiones de último minuto. Un plus de votantes que, quizás sin demasiado entusiasmo, optó por volver a confiar en el macrismo. Frente a ese sector, el gobierno deberá rendir cuentas y mejorar la performance en los próximos dos años. El resultado de las Paso le abrió al oficialismo la oportunidad de pensar en ese futuro.