Palazo y relato. Alcances y límites del macrismo.
(Por Ignacio Cantala) El plan del gobierno solo cierra con represión. La frase repetida en el universo opositor encierra en una síntesis pedagógica buena parte de una explicación profunda sobre el carácter de los sistemas políticos, económicos y sus horizontes de sustentabilidad.
El ejercicio pedagógico de explicar fácilmente lo que en apariencia resulta complejo no es una tarea sencilla. Hay quienes prefieren complejizar su discurso suponiendo que lo inteligible lo hace más interesante. Sin embargo, en política la capacidad de visualizar y definir procesos y situaciones de manera sencilla es un atributo tan imprescindible como escaso.
La restauración neoliberal del gobierno de Macri no implica –solamente- una alternancia de las fuerzas políticas en la administración del Estado. Se trata de un cambio de régimen económico que busca alterar el patrón de acumulación y el modelo de distribución del ingreso. El gradualismo oficialista en la aplicación de su plan lleva el ritmo que le impone la resistencia de la sociedad. Hasta el momento, la expresión de rechazo de la ciudadanía principalmente y de ciertos sectores de la política con representación parlamentaria y territorial, han logrado sino frenar cuanto menos desacelerar el ritmo del ajuste.
Cambiemos ha demostrado capacidad en “hacer política” con sectores que se presuponen opositores, desde ciertos movimientos sociales hasta los sindicatos. Por supuesto, también ha operado en la justicia. Y lo que no hace el oficialismo lo realiza la propia dínamica institucional de un poder que busca siempre el abrigo oficial.
Retomando. La represión es condición de posibilidad de la aplicación del plan macrista. No hay posibilidad de evitar la coerción estatal en un modelo que promueve competitividad, avances y reformas a costa de dejar fuera del mapa a millones de argentinos.
Ahora bien, si el diagnóstico no es errado ¿porque el malestar con el gobierno parece haber encontrado un límite? Allí, juega la segunda parte de la ecuación. El ajuste no cierra sin consenso. Y el consenso macrista lo construyen los medios hegemónicos. Consientes que la represión no es garantía de legitimidad de un proyecto político “democrático”, es necesario construir el consenso: el relato M. Y lo que resulta más potente, garantizar su reproducción.
Provenientes de los sectores de poder históricos de nuestro país, acostumbrados a ser dueños e imponer las condiciones, el gobierno no sólo acalla voces críticas en medios de comunicación sino que va por la construcción de su propio Clarín. No quieren depender ni negociar con Magnetto. La trayectoria reciente de su ciclo vital puede brindarle a Marcos Peña una segunda buena noticia. La primera fue la compra de C5Macri.
El bolsillo no es la única víscera sensible del ser humano. Los anhelos, aspiraciones, deseos, envidias y ambiciones se anclan en otros órganos muy sensibles del ser humano y son también determinantes para fundar el voto. La idea y la práctica material de esas ideas reproducen un modo de comprender la realidad que puede resultar ajeno a sus propias condiciones de existencia.
En cierto modo, las PASO en la provincia de Buenos Aires evidenciaron dos cosas: que la interpelación vía ajuste y tarifazos hallaron un límite territorial en el conurbano bonaerense -donde se verificaron con más fuerza dichas consecuencias-, e incluso muestran mejores performances del gobierno, evidenciando aquello que se ha dicho respecto a que el neoliberalismo desconectó el malestar de las mayorías de la emergencia de proyectos políticos transformadores.
El entusiasmo del gobierno por el resultado electoral y la impresión de certificados políticos de defunción, debería tener presente -incluso de confirmarse una victoria en octubre- la diferencia entre resultado electoral y proyecto político. Sobre todo teniendo enfrente al peronismo, cuya sobreviviente marcha de unidad vienen cantando.
Ciertos analistas se lanzan ligeramente a creer que el bajo nivel de intensidad en el cuestionamiento de la política oficial es manifestación de la construcción de una nueva hegemonía cuyas ideas y prácticas ponen en jaque el andamiaje de acuerdos democráticos. El apuro por alcanzar estas conclusiones resulta más una necesidad política que una realidad contrastable.
Lo que está en juego es la modificación del patrón de acumulación y ello requiere del aparato represivo, disciplinador y asfixiante del Estado. El relato dará cobertura a esa operación interpelando con valores que justifiquen el accionar.
La lucha contra las mafias, el discurso del esfuerzo individual, la meritocracia, la arenga de tono evangelizador y de autoayuda refuerzan la noción del neoliberalismo como operación de aislamiento social. El destino de una sociedad es la suma de voluntades individuales. Los éxitos y fracasos son individuales. Para ellos no existe sujeto colectivo. En un sistema que se sostiene sobre la explotación, la apropiación del trabajo colectivo, que reproduce desigualdades y que culturalmente impone valores individuales resulta lógico el éxito del mensaje. Se monta sobre un sistema que tiene siglos de vida y que se transforma toda vez que resulta necesario garantizar su continuidad.
Por el contrario, la épica kirchnerista, la apelación a la solidaridad, lo colectivo, la organización, el reconocer al otro y reconocerse en el otro son mensajes que van a contramano del sistema de dominación, su ideología y sus ritos. Incluso dicho desde el poder de estado ese discurso es (fue) siempre contrahegemónico.
“La economía macrista no es sustentable”, “esto estalla y termina en el 2001”. Años más, años menos las proyecciones indican que hacia allí vamos, aunque el determinismo histórico no existe. La política, como herramienta de transformación también cumple servicio a quienes buscarán evitar ese destino. Hoy caracterizado como gradualismo, mañana quizás de otro modo, la estrategia para cumplir su objetivo de modificar el régimen económico reconoce como punto principal la conservación del poder del Estado. Todo quedará sujeto a esta variable.
Si bien los alcances de la disputa por el sentido encuentran límites en las realidades económicas, no se trata de esperar que se acumulen desgracias y que la estructura económica haga estallar el relato M. Es preciso construir las mayorías que promuevan una alternativa política. El peronismo y sus satélites están llamados a ese rol.
Mientras la oposición no resuelva sus cuestiones, la economía podrá ser más o menos sustentable pero seguirá inconmovible. Ello fue bien interpretado por CFK, al poner como eje de campaña la idea de la unidad y el freno a los problemas reales y angustias que aquejan a diversos sectores sociales. CFK quiere representar la idea de la política como freno a las consecuencias de una matriz económica que viene a desintegrar la sociedad argentina.
En definitiva, es en el campo de la política, las ideas, las palabras y la militancia los terrenos donde se disputa la construcción del consenso, se construye el sentido común y se consolidan los climas de época.
Para la oposición el dilema es cómo encarar ese diálogo entre lo diverso. A la fecha, se anotaron un triunfo, pues se habría derrotado el impulso por copiar ciertas formas del marketing – que dicho sea, dejaron de ser novedosas desde que las emplearon los regímenes totalitarios en sus propagandas- por la posición de manifestar con inteligencia, coherencia y energía las diferencias, los errores y los horrores.
Resistir el palazo, reconstruir mayorías y disputar el poder. El ABC del peronismo.