Contrario a los discursos optimistas del Gobierno, la realidad del mercado cárnico refleja una profunda crisis: el consumo de carne vacuna cayó nuevamente en marzo y la producción se encuentra entre las más bajas en más en cuatro décadas.
Según datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (Ciccra), el consumo por habitante retrocedió un 2,7% interanual en marzo, alcanzando las 48.394 toneladas de res con hueso. Este nuevo descenso se da en un contexto generalizado de contracción del consumo masivo, que acumuló una baja de 8,6% en el primer trimestre del año, según la consultora Scentia.
La caída del consumo no es aislada: se enmarca en un derrumbe sostenido del poder adquisitivo. Aunque desde el Gobierno se busca instalar una narrativa de recuperación, las góndolas muestran otra cosa. En marzo, la carne subió un 7% en promedio, y para abril se esperan incrementos que rondan el 40%. En los últimos 12 meses, los precios de los principales cortes aumentaron más del 60%, superando incluso la inflación general.

El cuadril lideró las subas anuales con un 66,9%, seguido por el asado (66%) y la nalga (64,2%). Pero incluso el pollo, históricamente una alternativa más económica, registró un incremento interanual del 44,2%.
A esto se suma un dato alarmante sobre la producción: la faena de ganado en marzo fue de apenas 1,024 millones de cabezas, ocupando el puesto 34 entre los últimos 46 marzos registrados. La caída interanual fue del 3,5% y en lo que va del año, el retroceso sectorial es del 2,4%. En términos históricos, la actividad quedó apenas 0,6% por encima del promedio de los primeros trimestres desde 1980.
El escenario es crítico: precios por las nubes, consumo en retroceso y producción estancada. Mientras tanto, la incertidumbre continúa. El impacto de la devaluación ya se refleja en las carnicerías, y el sector se pregunta si el desplome del poder adquisitivo pondrá un freno a los aumentos o si, por el contrario, los precios seguirán subiendo, profundizando una de las peores crisis del rubro en décadas.