La provincia de Tierra del Fuego, la más austral de la Argentina, está siendo objeto de una avanzada estratégica por parte de Estados Unidos, con la colaboración directa del gobierno de Javier Milei.
Lo que se presenta como una serie de decisiones de política económica o acuerdos de cooperación internacional, en realidad forma parte de una arquitectura geopolítica más amplia: establecer un enclave militar estadounidense en Ushuaia, desmantelar el entramado productivo local y facilitar el despoblamiento paulatino de la isla. Todo esto con un objetivo final: convertir Tierra del Fuego en una plataforma militar al servicio de los intereses de Washington y la OTAN en el Atlántico Sur y la Antártida.
Una provincia en desmantelamiento
El primer paso de esta estrategia ha sido económico. La reciente baja de aranceles a productos electrónicos y electrodomésticos importados, decretada por el Ejecutivo de Milei, golpea de lleno al polo industrial fueguino. Este sector no solo sostiene a miles de familias, sino que representa uno de los últimos focos de desarrollo tecnológico argentino en el sur del país. La medida desmantela de hecho los beneficios contemplados en la Ley 19.640, de promoción económica y fiscal, que fue clave para el crecimiento poblacional y económico de la provincia desde los años 70.
Con esta decisión, el gobierno nacional no solo destruye empleos y expulsa población: prepara el terreno para una reconversión del territorio, donde la presencia civil, industrial y argentina sea mínima, facilitando así la instalación y operación de infraestructura militar extranjera sin resistencia local ni institucional. Vale recordar en relación a este aspecto las declaraciones del asesor presidencial Demian Reidel “el problema de argentina es que está poblada de argentinos”.
El enclave militar en marcha
En abril de 2024, el presidente Milei selló con el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, almirante Alvin Holsey, un compromiso clave: la construcción de una Base Naval Integrada en Ushuaia con participación militar estadounidense. Esta instalación incluiría un Polo Logístico para operaciones antárticas y, aún más grave, un puerto de aprovisionamiento para submarinos nucleares estadounidenses. Todo esto se desarrollará en una zona de altísimo valor geoestratégico, puerta de entrada natural a la Antártida y frente al territorio usurpado de las Islas Malvinas, donde Gran Bretaña mantiene su principal base militar fuera de Europa con apoyo incondicional de Estados Unidos.

No se trata de una colaboración simbólica o meramente técnica. Se trata del despliegue físico y operativo de fuerzas militares extranjeras en territorio argentino, en una zona sensible para la soberanía nacional y clave para el reclamo sobre Malvinas y la proyección hacia el continente blanco, además de tener graves implicancias para los derechos humanos ya que los militares estadounidenses contarían con el principio de extraterritorialidad y no se someterían a la justica argentina en ningún caso.
Una estrategia mayor: subordinación militar y control territorial
Este no es un caso aislado. Desde hace décadas, Estados Unidos despliega un entramado de más de 800 bases militares en el mundo, con 76 en América Latina. Controlan territorios, recursos, rutas comerciales y gobiernos. En Argentina, la estrategia incluye también:
- Un acuerdo para que tropas estadounidenses integren el Cuerpo de Ingenieros del Ejército argentino y participen en el control de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay.
- El antecedente de la pretendida base militar en Neuquén, durante el gobierno de Mauricio Macri, con el pretexto de monitorear la estación espacial china.
- Una creciente injerencia sobre la política exterior, defensa y recursos estratégicos del país, que se ve reforzada por el sometimiento financiero a través del Fondo Monetario Internacional.
La finalidad es clara: subordinar a la Argentina a la agenda de seguridad y dominación regional de Washington, impedir el avance de otras potencias como China y Rusia (en menor medida) en el hemisferio sur, y garantizar el acceso y control sobre recursos naturales de altísimo valor, como el agua dulce, el petróleo, las tierras raras y la pesca en el Atlántico Sur y la Antártida.
La población fueguina: un obstáculo a remover
Para concretar este proyecto militar, la población civil y la industria local son un estorbo. Por eso, el desmantelamiento del aparato productivo mediante políticas de importación indiscriminada, el retiro del Estado y la falta de inversión pública no son errores ni meras consecuencias de un modelo económico liberal: son herramientas deliberadas para despoblar la isla y facilitar la ocupación extranjera sin oposición.
A medida que las fábricas cierren y las familias deban emigrar, quedará una Tierra del Fuego vaciada, sin capacidad de resistencia, ideal para el funcionamiento de una base militar extranjera con plena autonomía operativa y jurídica.
La soberanía en peligro
Con este escenario, la Argentina está a punto de perder el control sobre uno de sus territorios más sensibles desde el punto de vista estratégico, ambiental, político y simbólico. La presencia militar estadounidense en Ushuaia no solo refuerza la presencia británica en Malvinas, sino que blinda el sur contra cualquier intento de desarrollo autónomo, integración regional o defensa soberana.
El silencio cómplice del gobierno nacional y la inacción del provincial configuran una entrega de soberanía sin precedentes desde la última dictadura. Mientras Estados Unidos avanza con planos, acuerdos y financiamiento para la base, la Argentina retrocede hacia una posición de colonia militarizada en el extremo sur del continente.