La frase es de Maximiliano Hilarza, una de las víctimas del excura Justo José Ilarraz tras el fallo de la Corte Suprema que dejó en libertad al sacerdote condenado por abusar de menores en el Seminario de Paraná.
Maximiliano Hilarza, una de las víctimas del excura Justo José Ilarraz, rompió el silencio luego de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolviera su sobreseimiento. El máximo tribunal, con las firmas de Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti, alegó que los delitos habían prescripto, pese a tratarse de abusos sexuales contra menores de entre 12 y 15 años, cometidos entre 1988 y 1992.
“La Corte Suprema no dijo que era inocente, sino que la acción penal estaba prescripta desde 2005”, explicó Hilarza en diálogo con AM530. “No lo absolvieron porque no cometió el delito, sino por un tecnicismo”. Ilarraz había sido condenado por la Justicia de Entre Ríos en 2018 a 25 años de prisión, pero cumplía condena bajo arresto domiciliario. “Hace unos días le sacaron la tobillera. Ahora anda libre”, denunció.
Hilarza dejó en claro la magnitud del daño: “Ilarraz abusó de más de setenta chicos”, afirmó. “Solo siete nos animamos a hacer la denuncia, años después, cuando pudimos hacerlo realmente. Este hombre hizo aberraciones con chicos de 12 y 13 años, muchos venían de pueblos rurales. Dormíamos cien chicos juntos en un pabellón y él se aprovechaba del llanto de los más vulnerables. También manipulaba a las familias”, relató.

La denuncia pública comenzó en 2012, gracias a la investigación de la revista Análisis. Pero la historia de encubrimiento fue mucho más larga. “La Iglesia de Paraná sabía todo desde 1985. Lo mandaron a Roma, después a Córdoba, más tarde a Tucumán. Nunca lo investigaron seriamente. A mí me llamaron tres veces para declarar en causas canónicas. La tercera vez ya no quise saber más nada”, contó.
En 2024, el Papa Francisco lo expulsó del estado clerical tras encontrarlo culpable en una investigación canónica. “La justicia civil lo condenó. La justicia vaticana también. Y ahora la Corte Suprema lo deja libre. Eligieron tomar este caso, entre tantos, para beneficiar a un abusador”, cuestionó Hilarza.
Finalmente, advirtió sobre los efectos concretos del fallo: “Hay un compañero que trabaja a 300 metros de donde vive Ilarraz. Se lo puede cruzar en cualquier momento. Imaginate lo que es eso después de haberlo llevado a juicio durante casi diez años”.
El sobreseimiento no solo desconoce la gravedad del daño causado, sino que vuelve a dejar a las víctimas solas. La Corte Suprema eligió aplicar la prescripción antes que garantizar justicia frente a delitos aberrantes cometidos contra niños.