Al revés de lo esperado: bien en la política, flojo en la economía
Como contracara, en sus casi cuatro meses de gobierno, el macrismo derrumbó otro mito instalado en la política argentina: el que le atribuía al PRO -una fuerza de centro-derecha y cara amable hacia el mundo de los negocios- una ductilidad casi natural para el manejo de la economía.
Así visto, la realidad se llevó puesta tanto a la propaganda como a los prejuicios que circulaban alrededor del PRO. Al momento, el macrismo pudo con la política, pero le costó (y todavía le cuesta) lidiar con la economía. Y si bien la valoración de éxito y fracaso depende de quién juzgue, el gobierno hizo agua en aspectos en los que se mostraba más confiado: la famosa lluvia de inversiones, todavía pendiente; y la reducción de la inflación, de la mano de una administración fiscal más austera. En esos ítems, el macrismo fracasó bajo sus propios parámetros.
Incluso Elisa Carrió, aliada ingobernable, pero siempre astuta para detectar humores sociales, se despegó de las recientes medidas económicas. “No comparto ajustes brutales de agua, gas, transporte, en medio de tan alta inflación. No se puede ahogar a la sociedad que nos apoya en el cambio”, afirmó la diputada.
Si bien la escena política todavía se está reacomodando, con las distintas fuerzas entregadas a una danza de contemplación y tanteos mutuos, las críticas de Carrió funcionan como una bisagra. Porque sus palabras nunca llegan el vació. Lilita percibe que “la sociedad” (incluido el sector “que nos apoya en el cambio”) está maquinando cómo describir y catalogar al macrismo. Una identidad todavía en construcción, pero que bien podría llegar a ser la de un gobierno ajustador. Carrió detecta ese riesgo y, entonces, abre el paraguas, marca la cancha y suelta un “yo te avisé” a futuro, que incluso le permita quedar bien parada.
El gobierno, por su parte, se convirtió en una máquina bastante eficaz para comprar tiempo, mientras el panorama económico pinta largamente recesivo. Caja del Estado en mano, logró dividir al peronismo, y consiguió mayorías parlamentarias impensadas en ambas cámaras, sobre todo en la de Senadores. Pese a la ola de despidos (estatales y también privados), mantuvo razonablemente a raya el reclamo sindical de la CGT. Vía distintas concesiones y un cambio radical en la política de medios, se garantizó una cobertura más bien amistosa por parte de los principales diarios, programas de radio y TV. Y por último, administró sabiamente el discurso sobre la pesada herencia, con un apartado especial para denunciar distintos casos de corrupción.
Así, la política macrista le da cierto aire (que por supuesto no será eterno) a una economía fría y a la baja. La ecuación inversa a la pronosticada meses atrás. Como pasó en 2015, tras el batacazo electoral de Macri, en 2016 se siguen quemando los papeles de los dirigentes y los analistas.