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El mantra del 700% de inflación – Por Sergio Chouza

Por Sergio Chouza para EPPA

En retórica, se denomina “argumento ad nauseam” a una falacia formal que opera sobre el sentido común de las personas. Básicamente se construye por medio de la repetición incesante de una afirmación hasta que el interlocutor la considera como válida, aunque no exista ningún argumento que la justifique. La repetición de Mauricio Macri y todo su gabinete económico sobre el 700% de inflación acumulada durante el kirchnerismo, como la suma de todos los males, es un buen ejemplo práctico de esta falacia. Mientras el macrismo reitera esta cifra, vacía de contenido si no se la imensiona, nuestro país se hunde en una estanflación con destrucción de puestos de trabajo, que rompe con la tendencia de crecimiento económico que se presentó hasta el año 2015.

En este breve comenzaremos con una introducción conceptual sobre las causales estructurales de los aumentos sostenidos de precios en economías como la nuestra. Después se propone analizar el número instalado por el equipo comunicacional de Cambiemos, en toda su extensión. Por un lado haciéndolo comparable con el escenario actual. Por otro lado en relación a la evolución de diferentes variables que lo ponen en contexto. Por último integrando las partes, en el marco de un análisis integral.

¿Por qué “tanta” inflación?

A la discusión sobre si se trata de un fenómeno estrictamente monetario o tiene más que ver con razones propias de la estructura productiva, o de puja distributiva, hay que pasarla por el tamiz del contexto histórico. Es un hecho que en economías con tanta “gimnasia inflacionaria” como la nuestra, los agentes adecúan sus decisiones al entorno de variabilidad de precios y logran “ajustar contratos” con mayor velocidad. Por otro lado, cuando se dice que en el mundo la inflación no es un problema recurrente, se suele pensar en economías en donde los salarios de los trabajadores en relación de dependencia no ajustan periódicamente, o a lo sumo lo hacen en función a eventuales avances en la productividad.

Yendo al caso concreto de nuestro país en los últimos diez años1, analicemos brevemente lo que nos marca la evidencia empírica. Gracias a las convenciones colectivas de trabajo, producidas en un marco de libertad de negociación y niveles de empleo crecientes, los trabajadores aumentaron sistemáticamente sus posibilidades de no tener que dar el brazo a torcer a la hora de acordar su recomposición salarial a lo largo de los años. A continuación, se expone el gráfico de evolución año a año de la comparación entre inflación y paritarias sindicales homologadas.

1 La información del Ministerio de Trabajo y demás fuentes de mercado está disponible desde el año 2006. Entre 2003 y 2006 la dispersión en la recomposición salarial es tan amplia que metodológicamente es conveniente evitar usar el promedio de esos años para no distorsionar el análisis.

Como se ve, en todos los años bajo estudio (a excepción levemente de 2014) los porcentajes promedio de incrementos salariales superaron a la inflación, y por lo tanto se incrementó el poder

adquisitivo de los trabajadores registrados. Si a esto le sumamos, como veremos más adelante, que  el índice de salarios del sector no registrado varía aún de forma más pronunciada que el de los

sectores registrados formales, se puede concluir que la totalidad de los trabajadores de la economía vieron mejorado su poder de compra en la última década. En números, el promedio anual de mejora fue de casi 5 puntos porcentuales, ya que el promedio de las paritarias de los 10 años fue superior al 25% y el promedio de inflación estuvo entorno al 21%.

Es esta disputa constante entre los sectores productivos y empresarios por la distribución del ingreso lo que nos lleva a repensar las causales más profundas de los esquemas inflacionarios. La concentración de la propiedad y del usufructo en la producción de bienes primarios, altamente beneficiados por las ventajas comparativas de nuestros recursos naturales, es un factor que no se

puede aislar a la hora de evaluar cuál es el disparador inicial de un proceso de puja entre precios y salarios. Cuesta pensar que liberalizando los flujos de exportación y eliminando retenciones, el

nuevo Gobierno logrará contener la suba de los productos básicos, ya que si los precios internos no están desacoplados de los internacionales, no hay incentivos para que los empresarios coloquen localmente los productos a un precio menor al que lo podrían exportar. Para muestra alcanza un botón y es que, producto de estas políticas, en los primeros meses de la gestión macrista, se

espiralizó el incremento de precio de los productos primarios (los que ocupan la mayor porción de la canasta de consumo de los trabajadores), verificando actualmente un crecimiento interanual en

torno al 34,7%. Que la meta de paritarias del macrismo para el 2016 sea del 25%, muestra a las claras cuáles serán los sectores ganadores y cuáles los perdedores en este nuevo modelo.

Sobre la naturaleza del 700%.

El número tan mentado por el presidente, surge de calcular la variación punta a punta de algún indicador de precios privado. Como Macri nunca citó la fuente de tal información (ni siquiera cuando

lo mencionó en su discurso ante la Asamblea Legislativa del 1 de marzo), para empezar tenemos que hacer alguna suposición sobre la serie de inflación a utilizar. Como necesitamos examinar una

serie larga, tomamos la del estudio de Miguel Bein, que goza de un prestigio ampliamente aceptado entre las consultoras privadas y no sufre el cuestionamiento metodológico que tuvo el IPC Indec. A

continuación mostramos la evolución de su indicador que toma un valor base 1999=100, llamado “relevamiento de precios minorista” (símil IPC), y determina la inflación subyacente de cada mes.

A priori no podríamos decir mucho sobre este porcentaje de avance de precios estudiado de forma aislada. El número sin un contexto no ofrece la posibilidad de hacerlo comparable con alguna otra

variable de la economía que sirva para dar cuenta del crecimiento o del desarrollo de un país. Más aún, el uso de un dato de aumento de precios punta a punta para los doce años, no suele ser un

estándar usualmente utilizado en el análisis económico, ya que lo relevante es la comparación de aquello que ocurre al interior de cada año. Sin embargo, de forma tendenciosa el equipo económico

de Cambiemos decide exponerlo, con el propósito de generar impacto en la opinión pública por lo elevado del número en términos nominales. El siguiente gráfico, muestra la partición del 730% del

avance en el índice de la consultora Bein en sus sucesivas variaciones de frecuencia anual. Con esto, lo que logramos es generar una primera medida de comparación con la gestión macrista ya que, a partir de los meses ya transcurridos de 2016, es factible calcular un porcentaje de inflación interanual.

Dos resultados interesantes se desprenden del gráfico. Por un lado, el hecho de que el promedio anual de la serie de Bein es del 19,2% para los doce años (a tono con el dato del 20% promedio que Macri también suele repetir). Este número, que surge de “anualizar” el 730%” acumulado punta a punta en cada uno de sus doce períodos, ya nos ofrece una mejor dimensión para comparar con los

incrementos de las variables nominales (ej.: salarios, jubilación, etc.) al interior de cada uno de los años. Además el alza media del 20% nos permite entender que este contexto lejos se encontraba

de los períodos de hiperinflación dónde, por ejemplo durante la última dictadura militar, el promedio inflacionario alcanzaba el 250%. Por otro lado observar que la variación anual actual –

superior al 41%- es ampliamente la mayor de los casi 13 años analizados. Incluso es sensiblemente superior a la de mayor incremento bajo el gobierno kirchnerista, aquella del año 2014 donde trepó un 31,6%. Si bien se espera que producto del enfriamiento de la economía que el macrismo está practicando se termine reduciendo el porcentaje consolidado al final de 2016, existe un consenso de que este terminará por encima del 30%. De hecho, esta misma semana el economista ortodoxo Daniel Artana, en relación a su proyección para la inflación del año actual, declaró que “no va a dar 25%, va a dar ‘30 y pico’. O sea, en el segundo semestre va a estar aterrizando a un nivel en torno

al 25% anualizado. Pero después de lo que pasó en la primera mitad del año no hay chances de que de 25% ni nada que se le parezca a ese número”.

La simplificación fundamental.

Si bien en una economía siempre es deseable que las variables nominales se encuentren estabilizadas, no es menos cierto que en el caso argentino los diferentes agentes económicos tienen

una “gimnasia inflacionaria” y la mayoría de los contratos privados se encuentran indexados para lidiar con la inercia de precios. Por el lado social, a partir de un gobierno que se decidió a incrementar

el poder adquisitivo de los sectores más vulnerables, se puede demostrar que los incrementos de precios han sido más que compensados por los montos percibidos en cada concepto. Por tanto, la simplificación fundamental del argumento macrista radica en presentar las variaciones en el índice de precios sin dar cuenta de la comparación en relación a las demás variables nominales, como ser el salario, las jubilaciones, la facturación de las empresas, y demás.

Con todo, en el próximo gráfico, se reconstruye el desempeño de los agregados más significativos a la hora de describir el poder adquisitivo de los ingresos de las familias. Para ampliar, en la tabla de

la derecha se presentan más datos relevantes, tales como los indicadores de salarios y la variación en la facturación de los comercios.

Como se puede ver, los ajustes en el salario mínimo vital y móvil, a partir de la institución del Consejo del Salario y la jubilación mínima, a partir de la Ley de Movilidad Jubilatoria, superan ostensiblemente a la inflación para los 12 años en cuestión. La brecha en el porcentaje de aumento de ambas variables casi cuadriplica la escalada de precios, lo cual da cuenta de una notoria ganancia en términos de poder adquisitivo para los sectores medios y bajos, que suelen ser aquellos que tienen todos o buena parte de sus percepciones determinadas por estos conceptos. Cabe destacar que esta mejora de los ingresos “en términos reales” es lo único que tiene que ser relevante para dar cuenta del bienestar de las personas a lo largo del tiempo, si se quiere evitar la falacia macrista de demonizar el avance de precios bajo los gobiernos de Néstor y Cristina, recortando la realidad de manera sesgada. Por el lado de los ítems expuestos en la tabla, se debe resaltar que las medidas indicativas de la evolución de la media de los salarios de la economía para los distintos sectores avanzaron todas por encima de la inflación, destacándose el caso de los ingresos de los sectores no registrados que duplicaron la inflación en el período analizado, lo cual redundó en una mejora en el bienestar promedio del colectivo más vulnerable dentro del universo de los trabajadores. Por último, vale dar cuenta de los resultados concernientes a la facturación del comercio minorista, representados tanto por las ventas en supermercados como en shoppings. La correlación entre ambas variables y la ampliación en los salarios y las jubilaciones es directa y, por ende, su avance de forma sostenida a lo largo de los años es el principal motivo de que las transacciones de bienes de consumo escalen en términos reales, o sea, largamente por sobre el nivel de suba de precios promedio.

Algunos Comentarios Finales.

Para finalizar, entonces, en este breve artículo se expusieron diferentes contraargumentos para refutar la falacia más repetida por parte del gobierno de Macri, sobre el 700% de inflación. Se comenzó con una digresión relativa a las diferentes visiones sobre la naturaleza de los fenómenos inflacionarios, explicando por qué se considera que en Argentina se desencadenó debido a un proceso de “puja distributiva”, junto a factores propios de la solidez de la demanda agregada en los doce años de kirchnerismo y otros aspectos relativos a la estructura productiva desequilibrada de nuestro país. Después, mostramos que aún si nos moviéramos en el marco de su paradigma (convalidando la inflación de una consultora privada) el alza de precios del período no implicó un deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos, sino todo lo contrario: redundó en un mayor poder de compra, que se materializó en un incremento en los indicadores de consumo. Por otro lado, el camino que eligió el gabinete económico del PRO lejos está de resolver el problema que tanto objetan. Con el esquema actual no sólo se presenta el mayor porcentaje de inflación interanual desde 2003 a la fecha, sino que esto se produce en un contexto de caída de la actividad económica y destrucción sostenida de los puestos de trabajo, lo cual constituye un escenario de estanflación sin perspectivas de correcciones a corto plazo.

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Crítica del liberalismo económico – EPPA

Por Fernanda Vallejos para EPPA

El liberalismo económico ha sido el principio organizador de una sociedad que se afanaba por crear un sistema de mercado. (…) Se convirtió en una verdadera fe… Este fanatismo fue el resultado del súbito recrudecimiento de la tarea en la que el liberalismo estaba comprometido: la enormidad de los sufrimientos que había que infligir a seres inocentes, así como el gran alcance de los cambios (…) que implicaba el establecimiento del nuevo orden”. De ese modo lo expresaba Karl Polanyi en La gran transformación. Crítica del liberalismo económico.

Naturalmente, las sociedades no son abstracciones, sino constructos humanos. Así que no fue la sociedad toda, sino aquellos sectores que se alzaron con el poder, los que impusieron el nuevo orden y los dispositivos “sacralizados” sobre los cuales se estructuró. Para eso se instalaron falacias con la fuerza de dogmas. Como que el afán de lucro es parte de la “naturaleza” humana, desconociendo las refutaciones de la antropología, la sociología o la historia económica. Claro, si el afán de lucro es parte de la naturaleza, el egoísmo es racional (normal) y, entonces, no corresponde hacer cuestionamientos morales sobre comportamientos especulativos o predatorios, ni sancionar la usura y la rapiña, y son perfectamente válidos los sistemas de ideas, jurídicos e institucionales que amparan esos comportamientos, como si se tratara de una ley natural. De ahí, a que la propiedad privada de los dueños (del capital, claro) se erija por encima de la vida de las personas, como cristalizan las constituciones liberales, incluida la nuestra, hay una delgada línea roja. Así, por ejemplo, los sistemas jurídicos avalan que un puñado de buitres saqueen un país soberano aunque eso implique condenar a la miseria a pueblos enteros. O, de igual manera, habilitan la judicialización de los proyectos políticos que se oponen al orden instituido.

Esa racionalidad, implica, como contracara, que aquellos individuos, grupos o países que se rebelan contra el orden liberal entren en la categoría de “anormales”. Porque una de las virtudes del capitalismo moderno, a diferencia de las sociedades esclavistas, por caso, es que ostenta un tipo de poder disciplinario que no supone coacciones externas. Se ejerce por medio de una serie de técnicas sutiles que “modelan” la vida y la subjetividad de personas y sociedades, vigilando y castigando a los que se desvían de la norma. De otro modo, el riesgo es quedar excluidos por no sernormales. Se trara de, en palabras de Foucault, “Jerarquizar en términos de valor las capacidades, el nivel, la ‘naturaleza’ de los individuos. Hacer que entre en juego, a través de esta medida ‘valorizante’, la coacción de una conformidad. Y, por último, trazar el límite que habrá de definir la diferencia respecto de todas las diferencias, la frontera exterior de lo anormal. La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos, y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza, excluye. En una palabra, normaliza.” De ahí las loas a la “normalización” de nuestra economía que gritan los neoliberales de adentro y de afuera y los llamados a “integrarnos” al mundo. Al mundo de la “normalidad” que dictan, desde siempre, los que detentan el poder. Ser normal es ser disciplinado.

En ese marco, por ejemplo, se construyó la Teoría de las Ventajas Comparativas que pretendió imponer, como verdad universal, el sometimiento de algunos países al rol secundario de proveedores de materias primas, reservando a las naciones “desarrolladas” o, mejor, a sus capitalistas la generación de valor agregado y la acumulación de riqueza.

Sin embargo, dentro de las naciones sometidas, históricamente, los pueblos construimos la resistencia, buscando alcanzar el ansiado desarrollo. En cambio, las oligarquías domésticas fueron persuadidas de que su “buen comportamiento” sería premiado por el sistema, lo que las llevó a conspirar contra el interés de su propia Nación, engolosinadas con las “migajas” que el poder hegemónico les ofrece como retribución por los servicios prestados.

Nuestra región y nuestro país son parte de esa historia de resistencia de los pueblos sometidos. Argentina edificó, en especial, un mecanismo de integración social, por excelencia, que tuvo incluso correlato constitucional en 1949, basado en el trabajo.

Fíjense que si pudimos superar la crisis heredada en 2003 fue, porque, entre otras cosas, hasta el 2015 se crearon más de 6 millones de puestos de trabajo. Y esto se logró gracias a dos políticas centrales del anterior gobierno: la expansión de los ingresos reales de los argentinos que permitieron aumentar su consumo; y el abastecimiento de ese mayor consumo por la producción local. Eso, por supuesto, implicó el rechazo de la norma. La del “libre comercio”, por un lado, que equivale a la utilización de las economías dependientes como mercado de colocación de bienes y servicios producidos en el centro y, por el otro, la que declara la maximización de las ganancias como ley suprema, o sea que los salarios, considerados costo laboral, se reduzcan al mínimo posible. De esa manera, el fortalecimiento del mercado interno y regional, la protección de la industria nacional, los controles cambiarios que limitaron las remesas de las multinacionales al exterior, junto con el desendeudamiento y la prescindencia del mercado financiero, revirtieron la “norma” del flujo permanente de nuestros ingresos y riquezas hacia los principales grupos económicos y financieros internacionales. Incluso, recuperamos parte de nuestro patrimonio mediante la reestatización de empresas como YPF, Aysa o Aerolíneas.

Este estado de cosas, que ofendía a los grupos económicos globales cuya concentración de riqueza dejamos de alimentar por una década larga, debía ser castigado por el poder disciplinario. El juez Bonadío, por cierto, hoy nos ofrece un ejemplo de cómo el poder pone en funcionamiento sus dispositivos para disciplinar la rebeldía de las políticas que se escapan de sus manuales.

Un análisis semejante, salvando los matices, le cabe al resto de los países de la región. Lo expresó claramente el presidente de Bolivia: “todos los pueblos de la Patria Grande somos una amenaza al sistema capitalista porque no nos pueden robar como antes”.

A partir de diciembre del año pasado, la política económica argentina cambió radicalmente su orientación, y el espiritu de revancha asola a toda América Latina. En Argentina, el gobierno de Macri conformado, en parte, por actores de la oligarquía local; en parte, por empleados del capitalismo global, está reencausando al país dentro de la “normalidad” que el poder impone. Bajo esa lógica, la política económica debilitó el mercado interno, con caída de los ingresos reales, el consumo y el empleo. Mientras tanto, aumentaron las exportaciones primarias y cayeron las industriales. Dado que los sectores dinámicos son los vinculados a las exportaciones primarias, bien acorde al orden diseñado por las Ventajas Comparativas, no se podrán generar los puestos de trabajo necesarios, y entonces una parte de la población estará “de sobra”. Lo que, a su vez, permite que se cumpla la otra norma capitalista, la maximización de la utilidad del capital concentrado mediante la reducción de los salarios reales y en dólares, a costas de los trabajadores y la pyme nacional que produce para el mercado interno sometida, además, a la competencia importadora. Sumemos la liberalización de la fuga y el nuevo ciclo de endeudamiento con el que se financierá ese flujo.

Es insoslayable que las horas críticas que vive Brasil muestran, también, la tenacidad del poder globalizante por recuperar el control sobre la región.El programa económico de los golpistas ya empezó a ser esbozado y busca que Brasil quede encorsetado en políticas diseñadas para los países sudamericanos por los organismos multilaterales que son, en la práctica, lobbistas del poder real. Observemos lo que le exigió el titular de la Confederación Nacional de la Industria de Brasil, al presidente interino Temer: arrasar con la legislación laboral y las leyes jubilatorias “para mejorar el ambiente de negocios”. Esa es la tónica: priorización del sector privado y reducción radical del peso del sector público, con Petrobras y la privatización del petróleo en la mira. Aunque el alcance de la vocación privatizadora lo sintetizó el Presidente de Credit Suisse de Brasil, en una conferencia en Boston: “privatizar todo”. Primero, la enseñanza pública y el Sistema de Salud. Luego, liberalizar totalmente el mercado interno a las transnacionales, de la mano con la apertura externa sin controles. Los principios trazados en el TTP son la regla, incluida la desregulación y apertura respecto a los servicios, abolición de derechos laborales y sociales, de por medio.

También en nuestro país hay recursos apetecibles, como el petróleo de Brasil. Tomemos nota. Porque nuestra Patria está emplazada sobre la segunda plataforma mundial de gas y la cuarta de petróleo, la segunda reserva de litio; reservas cuantificadas de casi 10.000 toneladas en oro metálico; más de 500 millones de toneladas de cobre; casi 300.000 toneladas de plata metálica, tanto como demostradas capacidades científicas y tecnológicas en materia nuclear, satelital o biotecnológica, desarrolladas bajo el paraguas de empresas, hasta hoy, estatales.

Frente a este escenario, lo que yo les quiero dejar, compatriotas de la Patria Grande, es una pregunta. ¿Estamos dispuestos, como pueblo, a dejarnos explotar en nombre de una racionalidad ajena? ¿o vamos a defender nuestro propio desarrollo económico y social, basado en la posibilidad de acceso al pleno empleo y una mayor igualdad distributiva? ¿Aspirar a una vida digna es una locura, desencajada de los sistemas de ideas construídos para defender el interés de las pocas familias que concentran el grueso de la riqueza mundial? ¿o sería lo sano, visto desde estas pampas, cantando con Piazzola, constituirnos en los locos que inventaron el amor? El amor por nuestra Patria. Y por nosotros mismos.

Link a la nota:

http://eppa.com.ar/critica-del-liberalismo-economico-el-plan-del-capitalismo-global-para-la-argentina-y-america/

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Ni segunda marca PRO, ni aliado del FpV

En un primer golpe de vista, Sergio Massa resultó funcional a las principales medidas del gobierno: apoyó el acuerdo con los Fondos Buitres; acompañó a Macri en su viaje al foro de Davos; y le dio legitimidad peronista en sus primeros meses de acción, cuando todavía había dudas sobre el nivel de la gobernabilidad que podía conseguir el PRO.

A partir de ese trazo grueso, muchos lo corrieron con el argumento de que existía una sociedad con el PRO. Pero la política es mucho más dinámica que un mapa de acuerdos fijos, y Sergio Massa es un actor especialmente flexible.

“Señora, señor, usted elige: ¡Barrionuevo o la UCeDE!” gritaba el adolescente Massa en San Martín, arriba de una camioneta de campaña. En 1991, un ucedeísta Sergio Massa aprovechaba el desprestigio que el gastronómico menemista Luis Barrionuevo ya acumulaba, sobre todo entre los sectores medios de San Martín.

Cuando no existía internet, la teve por cable era una excentricidad y el impacto de los medios era bastante más limitado que el actual, Massa entendió que la democracia venía atada a la obligación de aparecer. “Los medios sin contacto físico, no sirven. El contacto físico sin los medios, no sirve. Es la suma de las dos”, me dijo en una entrevista, hace dos años.

En 1994, tras militar en las filas liberales de la UCeDE, a los 21 años se pasó al peronismo. Algunos dicen que el jefe del Frente Renovador es una mezcla de los dos caudillos peronistas más exitosos: Kirchner y Menem. “Yo trato de aprender de todos y en ese sentido no tengo pruritos. Diría que soy una esponja”, se definió él.

Ese perfil maleable, esa trayectoria de muchacho del conurbano que levantó cabeza, toda su energía y ambición explican a Massa. Constituyen su capital, y a la vez son motivo de desconfianza tanto para el PRO, como para el kirchnerismo.

Porque mientras el gobierno preferiría lidiar con interlocutores más dóciles y previsibles que Massa, el kirchnerismo no termina de aceptar al FR como un aliado potencial. En su intenso tour porteño, obligado por la citación judicial de Claudio Bonadío, Cristina Kirchner bajó línea de apertura y diálogo con los demás opositores peronistas. Máximo Kirchner también insinúa la necesidad de ampliar la agenda, pero esa perspectiva no termina imponerse.

El juego pragmático del massismo, sin embargo, se modificó prudentemente tras la marcha sindical de hace dos semanas. Para Massa, y para los grupos peronistas que mostraban una faceta dialoguista ante el PRO, se trató de una mini-bisagra. El acto masivo de las centrales gremiales evidenció un malestar que excede la rosca de las dirigencias sindicales y políticas, tanto el folclore del kirchnerismo vs macrismo, como el coqueteo de los peronistas PRO-friendlys.

Mientras tanto, Massa intenta hacerse paso entre el PRO (a su derecha) y el FpV (a su izquierda), con un juego mucho más flexible que el de ambos actores. No le da para desplazarlos, pero lo cierto es que Massa tampoco desaparece ni se diluye. Y sobre todo: no aparecen figuras peronistas que renueven el staff de los ya conocidos.

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La justicia le muestra su poder de fuego al gobierno

La interna agita una especie de mani pulite criollo orientado contra el kirchnerismo, que a la vez funciona como exhibición de fuerza para el propio macrismo.

Tanto en el rubro de la justicia como en los demás ministerios, la estrategia de Mauricio Macri se resume en repartir el poder entre dos grupos, sin tomar partido del todo o de forma definitiva. Así, el presidente se garantiza doble mirada sobre cada tema. La contra de ese recurso es que acelera el desgaste entre funcionarios, sobre todo en un contexto de ajuste y cierta inestabilidad.

Por esa vía, el área de economía se convirtió en una interna a cielo abierto, que va desde el ministro Alfonso Prat Gay hasta el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, pasando por Carlos Melconian.

Ese tipo de competencias entre funcionarios se puede volver un festín noticioso para los periodistas, a costa de la estabilidad de los ministros o del propio gobierno. La experiencia de la Alianza, con los sucesivos choques entre sushis, radicales clásicos, frepasistas y aliados outsideres, marca un precedente que acecha al macrismo. Y si bien las condiciones socio-económicas no son equivalentes, hay un aire de similitudes que empiezan a ser agitado desde el peronismo y los gremios.

Sin un gran poder de influencia sobre Comodoro Py, el gobierno presenta su debilidad como virtud. “No operamos sobre la justicia”, afirman desde Casa Rosada. La interlocución macrista con los jueces federales está repartida entre varios dirigentes, y existen al menos dos miradas respecto al funcionamiento de Py.

En un rincón se ubica Garavano, en yunta inorgánica con los Newman boys, encabezados por José Torello, uno de los mejores amigos y ex compañero del colegio de Macri. El grupo lo completan Pablo Clusellas, el reemplazo de Carlos Zannini en la secretaría Legal y Técnica; Mauricio Devoto, ex Escribano General de la Ciudad y Fabián “Pepín” Rodríguez Simón. La aliada táctica de este grupo es Elisa Carrió, quien bombardea diariamente y tilda de monje negro al Tano Angelici.

Al concentrar el monopolio de la investigación sobre el poder político, los doce jueces de Comodoro Py manejan una cuota importante del poder. En realidad constituyen una parte del poder. De los doce, cuatro entraron en los primeros tiempos del menemismo (Oyarbide, Claudio Bonadío, Rodolfo Canicoba Corral y María Romilda Servini de Cubría ); uno durante La Alianza (Sergio Torres); tres fueron designados en 2004, con Néstor Kirchner recién asumido (Daniel Rafecas, Julián Ercolini, Ariel Lijo); y los otros cuatro ascendieron a jueces durante la primera presidencia de Cristina Kirchner (Luis Rodríguez, Marcelo Martínez De Giorgi, Sebastián Casanello y Sebastián Ramos).

Garavano cree que es hora de un recambio en la justicia. El ministro macrista pretende recortar facultades a los jueces y marchar hacia un régimen acusatorio, en el que los fiscales (y ya no los jueces) realicen la acusación durante todo el proceso.

El intento es muy similar al que promovió en 2004 Gustavo Béliz, el primer ministro de Justicia de Néstor Kirchner. A Béliz se le opusieron los jueces federales y un por entonces desconocido operador de los servicios de inteligencia: Jaime Stiuso. Béliz perdió la pulseada por paliza, y desde 2004 la banda liderada por Stiuso (con el ex integrante de la Auditoría General de la Nación, Javier Fernández, como principal aliado) se consolidó como mediadora en las sombras entre el Poder Ejecutivo y los jueces federales.

Durante años, el kirchnerismo tercerizó en ese grupo el rol de la interlocución. Hasta que Cristina Kirchner sospechó traiciones múltiples y echó a todos, empezando por Stiuso. Ahora, el stiusismo merodea la ex SIDE, Comodoro Py y otros escenarios informales de la política. Con guiños internos en las filas del PRO, empieza a volver al poder por goteo, y está a un golpe de teléfono de reconstruir el viejo statu quo.

Garavano, por su parte, ya tuvo que hacer una concesión al sistema: postergar la implementación del nuevo Código Procesal Penal, que fue resistido por gran parte de los jueces. Y otro militante de su grupo, el abogado Fabián Rodríguez Simón, tuvo que dar marcha atrás con su creación más excéntrica: el nombramiento por decreto de los dos jueces de la Corte Suprema.

Desde el bando de Angelici ven a los proyectos de sus rivales como experimentos demasiado teóricos, abstractos y alejados del realismo crudo al que obliga el cruce entre la justicia y la política.

Así, el intento de mani pulite argentino también funciona como una muestra de poder hacia el macrismo: un desfile militar como los que se realizan en Corea del Norte. Porque si bien la pose natural del Poder Judicial es ser oficialista, también puede mostrar los dientes si se siente amenazado.

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Cuidar el trabajo de todos los argentinos, por A. Arcuri

Por ANTONIO E ARCURI (*)

La celebración del Día Internacional de los Trabajadores, justo cuando se cumplen 130 años de los hechos que le dieron origen, durante una huelga en Chicago por la reducción del horario laboral allá por 1866, encuentra a la Argentina con la problemática del trabajo en el centro de su agenda política, económica y social. Es que como consecuencia de las medidas que el flamante gobierno nacional viene implementando con el objeto de recomponer un sinnúmero de variables económicas, que la administración anterior, por acción u omisión, permitió que se desquiciaran de manera alarmante, se han encendido señales de preocupación en la dirigencia política, empresarial y sindical. Es una verdad de Perogrullo que cuando la economía cruje son pocos los sectores que se benefician y muchos, especialmente los trabajadores y los humildes, los que se perjudican. Se sabe que el diagnóstico de los tres principales candidatos en las presidenciales del año pasado sobre el estado de la Nación era, con matices, el mismo: inflación, atraso cambiario, déficit fiscal elevado a pesar de la alta presión tributaria, atraso en las tarifas de servicios públicos, desfinanciamiento de las provincias, imposibilidad de acceder al crédito internacional por el litigio con los “buitres”, etc, etc. Sin embargo, las diferencias aparecieron a la hora de evaluar qué tipo de medidas adoptó y cómo decidió aplicarlas el presidente Macri para hacer frente a las dificultades que arrastraba el país. Allí es donde las coincidencias dejaron de ser tales y es natural que ello ocurra, porque naturalmente cada expresión política cree tener las mejores ideas para alcanzar eso que queremos todos: un país en crecimiento, con desarrollo sostenible, inclusivo y seguro. Es legítimo que el Gobierno nacional lleve adelante su plan, porque en definitiva los ciudadanos lo votaron para eso, pero está claro que las responsabilidades de estado no están circunscriptas solo a la coalición Cambiemos, sino a todo el arco político en particular y al conjunto dela dirigencia nacional en general. Una muestra de esa responsabilidad es el acompañamiento que cosechó en buena parte de los diputados y senadores nacionales del justicialismo la ley que permitió derogar las leyes Cerrojo y de Pago Soberano para terminar con el conflicto con los holdouts. En contraposición, la dirigencia sindical -expresada en las cinco centrales obreras decidió alzar su voz recordando que los trabajadores no pueden ser una variable de una fría estadística. En ese sentido realizarán hoy un acto para manifestar su preocupación por la aceleración de la inflación y la devaluación y exigir el cese de los despidos. En paralelo en el Congreso se discute, a instancias de partidos de la oposición, una ley que declara la emergencia ocupacional y suspende los despidos por 180 días en los ámbitos públicos y privados. El proyecto pasó con éxito por el Senado y espera ser tratado en Diputados, para disgusto del presidente Macri, quien anticipó que vetaría la norma en caso de ser sancionada. Frente a la actual encrucijada, podemos reflotar las viejas disputas sectoriales, o bregar por encontrar las coincidencias que permitan morigerar los efectos del ajuste Es así que el trabajo, esta vez a partir de las acechanzas que entraña la realidad de país, con la pérdida del poder adquisitivo, caída del consumo y una tan incipiente como inexorable recesión, vuelve a estar en el centro de las preocupaciones. Ya sabemos lo que sucede cuando falta. Lo vivimos en la década del ’90, que derivó en la crisis de 2001, donde el país tocó fondo y alcanzó tristes récords de desocupación y pobreza. Costó mucho salir de aquel infierno, pero la Argentina volvió a mostrar signos de recuperación a fines de 2002. Durante las tres presidencias del kirchnerismo se registró una recuperación de los indicadores laborales y el sector privado volvió a generar empleo hasta 2012; de allí en adelante los indicadores se estancaron, solo el sector público creo puestos de trabajo. Estamos ante un momento crucial de la vida de la República, en el que claramente salimos de un modelo y estamos entrando a otro en un marco de democracia y con plena vigencia de las instituciones; pero el cambio –está claro- no será inocuo y entraña riesgos que no pueden ignorarse. Frente a esta encrucijada podemos reflotar las viejas disputas sectoriales, teñidas de intereses corporativos, aupados por la voracidad económica o la miopía ideológica, y desatar una lucha que siempre será de suma cero, como tantas veces vimos. O podemos asumir las dificultades y bregar por encontrar las coincidencias que permitan morigerar los efectos del ajuste. No se trata de abordar el problema con una mirada ingenua o voluntarista, tampoco de plantear una visión apocalíptica de la realidad nacional, sino de entender de una vez y para siempre que, como decía Juan Domingo Perón, a este país lo salvamos entre todos o no lo salva nadie. La protección del trabajo, que implica cuidar el que existe y generar condiciones para su creación, es un objetivo que debe unir y no separar a los argentinos, porque como dice el papa Francisco el trabajo es sagrado, expresa la dignidad de la persona humana y fortalece a la institución familiar. Se trata de que Gobierno, oposición, empresarios y sindicatos pongan en acto aquello que los argentinos pusieron en potencia cuando se expresaron en las elecciones del año pasado: basta de discurso único, de enfrentamientos estériles y de proyectos hegemónicos. Será un verdadero logro que el año que viene, cuando celebremos un nuevo Día de los Trabajadores, podamos decir con satisfacción que nuestros dirigentes supieron estar a la altura de las circunstancias.

(*) Ex secretario de Legal y Técnica durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

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Primera derrota política del gobierno

Lo más importante: se trató de la primera derrota política del gobierno, sobre todo si se la lee (y así hay que leerla) en paralelo a la media sanción de la ley anti-despidos. El gobierno perdió iniciativa y control sobre el stato quo que había logrado instaurar.

Antes que la revitalización mágica del gigante sindical dormido, la marcha unificada funcionó como un sello y una bisagra negativa para el PRO. Le puso masividad, discursos, presencias, petardos y despliegue callejero a lo que hasta ahora circulaba como un run run: que la política macrista propicia un ajuste perjudicial para los trabajadores. Esa afirmación, que se mantenía como una obviedad en ámbitos opositores (sobre todo kirchneristas), ayer empezó a desbordar hacia el mundo gremial. O en realidad, y eso sería más grave para el gobierno, empezó a grabarse dentro del movimiento obrero.

Los dirigentes sindicales salieron a la calle forzados por el macrismo. Algunos con entusiasmo, otros a desgano, por inercia o mera rutina ideológica, pero marcharon casi obligados. Los arrinconó el contexto de ajuste, sumado a la advertencia de que Mauricio Macri vetería la ley anti-despidos. Se verá si, tras la multitudinaria marcha de ayer, el presidente modifica esa postura.

Pero más allá del debate puntual sobre ese proyecto (que tampoco podría torcer el rumbo de la política económica integral), el acto generó una mini-crisis en la estrategia macrista de pactar paz social con los gremios, los grandes medios y la oposición peronista.

Al momento, el macrismo había tenido más cintura política de la esperada. Pese a la ola de despidos (estatales y privados), había mantenido razonablemente a raya el reclamo sindical de la CGT. Caja del Estado en mano, a su vez logró dividir al peronismo, y consiguió mayorías parlamentarias impensadas en ambas cámaras.

Desde hace un par de semanas, sin embargo, el sector PRO-friendly del PJ empezó a mostrarle los dientes. Y aunque no haya sido el objetivo buscado, la marcha de ayer potenciará ese aire opositor. Los pactos de gobernabilidad, queda claro, son bastante más volátiles de lo que el oficialismo quisiera.

Como plan B, si el macrismo pretendiera saltearse a la dirigencia gremial y establecer un diálogo directo con los trabajadores, tendría que tener algo contante y sonante para ofrecer. Y ni siquiera a Cristina Kirchner, quien también optó por evitarse la mediación de Hugo Moyano, le funcionó del todo ese recurso. Ofreció boom de consumo y millones de nuevos empleos, pero no le alcanzó para que su fuerza ganara la elección presidencial. Triunfó Macri, con el apoyo determinante de (imposible saber cuántos) una porción de los trabajadores que ayer se manifestaron.

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El impulso a la bicicleta financiera

El perfil de la actual política económica gubernamental ofrece reminiscencias de otras etapas de manejo  de la conducción del proceso de acumulación de capital por quienes diseñaron estrategias de valorización de recursos financieros como ejes centrales del diseño de tales políticas

El cotejo salta a la vista cuando retrotraemos nuestra mirada 40 años atrás y recuperamos el modelo económico diseñado por los estrategas  de la política económica del la Dictadura Civico.militar iniciada con el Golpe de Estado de marzo de 1976. Es valioso intentar comentar aspectos salientes de aquel proyecto, expresado en el discurso inicial del primer Ministro de Economía de la Dictadura, el Dr. Jose Alfredo Martinez de Hoz, el 2 de abril de 1976.

Comenzamos este análisis ,mencionando que las condiciones contextuales se han modificado de modo sustancial entre 1976 y el año 2016. Pero, en cambio, el contenido de la estrategia de valorización financiera no ha mutado sensiblemente y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que estamos asistiendo a la reedición de una política contenida en dicho proyecto llevada adelante por parte del sector financiero nacional e internacional de tal manera que la misma asume el rol de motor del proceso de generación de ganancias por parte de la cúpula de Poder económico  a través de decisiones basadas en la intervención directa de dicho sector

Nos explicamos. En  la segunda mitad de la década de los 70 a escala del entonces sistema capitalista mundial se verificó un fenómeno muy singular en la dinámica de acumulación de capital.  Fruto especialmente de la triplicación de los precios del petróleo a fines de 1973 y del desafio que planteaba al Poder Económico internacional la incapacidad del sistema capitalista en lograr la recuperación de la tasa de ganancia que estaba en franca declinación, surge una  opción para retomar el signo ascendente de la tasa de beneficio del capital . La revolución neoconservadora en los países lideres de Occidente enmarca un cambio trascendental orientado hacia un modelo de capitalismo neoliberal que abandona el rol del estado como regulador de la economía ,impulsa una vigorosa revolución tecnológica para bajar costos y se desentiende de la carga presupuestaria que supone financiar el Estado de Bienestar. Esta transformación del contenido del régimen de acumulación se ve alentada por la irrupción de abundante ahorro en divisas fuertes como resultado del aumento inusitado del precio del oetróleo a fines de 1973. Los ingresos monetarios en los países productores, especialmente los de Medio Oriente de bajo nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas , desbordaron las arcas de los gobiernos y empresas (muchas de ellas estatales) vinculadas al negocio petrolero pues estaban incapacitados los dirigentes políticos y las respectivas clases dominantes en utilizarlos para estrategias de desarrollo propias. Este desborde de divisas se dirigió hacia el sistema bancario de Occidente que se encontró con dinero barato y de necesaria colocación en aquellas economías n o involucradas en el boom petrolero, particularmente en América Latina . Estos fondos  habitualmente llamados petrodólares,  se derivaron por el sector bancario favorecido hacia los países consignados,siendo la Argentina uno de los más requeridos para la colocación de créditos de inversiones financieras de corto plazo a tasas de interés muy b ajas por la sobreabundancia de efectivo . Así, se abrió para estos bancos un nuevo horizonte compatible con el nuevo escenario neoliberal: la valorización del capital financiero en lugar de la inversión con fines productivos. La ola de predominio central del mercado como asignador eficiente de recursos coadyuvó en ese cometido, pues impuso la apertura externa total a los movimientos de capital monetario y la desaparición del rol regulador del Estado para orientar dichas inversiones. La Dictadura cívico-militar tomo debida cuenta de esta opción y se propuso encaminarla a partir de la desaparición de restricciones a los movimientos financieros nacionales e internacionales. El ejecutor de la política de captación de fondos externos fue el ministro de Economía del Gobierno Militar quien era, antes del Golpe, presidente de la filial argen tina del Chase Manhattan Bank La nueva política financiera de puertas abiertas permitió a quienes estaban inundados de fondos( los bancos extranjeros) abrir las puertas para variadas inversiones financieras entre ellas la que consistía en traer dólares libremente a la Argentina, cambiarlos por pesos, colocar esos fondos a elevadas tasas de interés internas, que se mantenían altas para supuestamente combatir la inflación pero que atraían recursos externos para llevar adelante el negocio financiero. Luego de un tiempo de captar ganancias desmedidas en pesos los inversores especulativos y de corto plazo volvían a comprar en el mercado abierto de Cambios, sin ningún impedimento, los dólares que se habían engrosado y los remitían a sus propietarios en los países de origen. Negocio redondo y altamente rentable

Para que esto funcionara adecuada y fluidamente, además ,la inflación debía  bajar ,(para lo que se estimulaba una alta tasa de  interés pasiva) para lo que se programó una reducción del ritmo  devaluatorio ( la “tablita” cambiaria) y la recompra de los dólares  cada vez requería menos pesos Por supuesto, debía excluirse bajo cualquier condición todo tipo de  trabas para el fluir totalmente desregulado de recursos monetarios en moneda extranjera . En el año 1977 se completó este nuevo modelo de acumulación de valorización financiera con la reforma de la Ley de Bancos que consagraba  un funcionamiento sin restricciones a los establecimientos financieros respectivos

En el nuevo gobierno instalado el 10 de diciembre de este año, se intenta repetir el mismo procedimiento para valorizar capital liquido derivado a inversión financiera de corto plazo. Pero el contexto internacional no es de superávit excesivo de recursos en la banca internacional sino que, por el contrario, no  se verifica un fluir aceitado hacia los hoy denominados” emergentes” Primera y sustancial diferencia con el contexto mundial de 40 años atrás. Ello no garantiza el ingreso de capitales especulativos. Para lograr tal objetivo, entre otras medidas, se eleva sustancialmente la tasa de interés pasiva interna( que también se usa como medida antiinflacionaria como se verá luego), decisión que como 40 años atrás se utiliza para remunerar con elevados beneficios a los colocadores de capital “golondrina” Así  a poco de asumir la nueva conducción económica el modelo de la llamada “bicicleta financiera” se intenta reinstalar .En primer lugar se derogaron todas las normas que habían establecido oportunamente las autoridades económicas y las reguladoras del Banco Central que trababan el ingreso y egreso de capitales especulativos de corto plazo que venían no a invertir en nuevo equipamiento productivo de bienes y servicios sino a medrar con la elevada tasa de interés interna. Esas tasas de depósito a plazo fijo que exceden el 30 % (en  títulos públicos  se acercan al 40 % ) permiten beneficios elevadísimos en el corto plazo si se ingresan dólares al país y se los cambian por pesos para colocarlos en plazos fijos o se compran los citados títulos ( LEBAC) Nuevamente es primordial controlar la inflación como objetivo central para evitar que la recompra de los dolares sea muy cara debido a la devaluación que debe acompañar la elevación de los precios para no retrasar el tipo de cambio.La política antiinflacionaria actual descansa, como se dijo, en subir la tasas de interés para los depósitos y,por ende,los préstamos, lo que enfrían tanto el crédito como el desenvolvimiento económico de las empresas y bajan la producción y  el consumo popular. La recesión se torna funcional al nuevo régimen de acumulación- totalmente contrario al del gobierno kirchnerista. Otra diferencia, no muy significativa en el fondo, es que ahora los que dirigen la política económica oficial no son, como otrora,  ex funcionarios del Chase Manhattan Bank como Martinez de Hoz antes de asumir , sino ex -altos ejecutivos de J.P Morgan, el banco más multado por la oficina de regulación bancaria de Estados Unidos de América,por emisión de hipotecas “basura”, tergiversación de balances, operaciones ilícitas,etc..

El negocio de la “bicicleta financiera” está otra vez instalado y junto con la operaciones de endeudamiento externo se convierte en la principal atracción para obtener ganancias sustanciales en el corto plazo

Qué efectos produce este modelo de acumulación que valoriza la inversión en dinero de rápida entrada y salida sin invertirse en  bienes de producción que impulsen la economía hacia arriba y generen empleo?  Un par de consecuencias previsibles saltan a la vista. En primer lugar, que los intereses que se capitalizan por estos inversores de corto plazo para ser enviados al exterior suponen extracción de excedente de nuestra economía .Son recursos que se generan internamente pero que se van a invertir o gastar en otras latitudes. En segundo término que las operaciones de crédito que acompañan estas inversiones financieras fugaces aumentarán significativamente la Deuda Pública pero no supondrán inversiones productivas  que posibiliten la generación de divisas por exportaciones y que faciliten oportunamente el repago de la citada deuda o compensen los intereses entregados a los inversores especulativos sin nada a cambio Una inversión productiva supone que esos recursos financieros deban aguardar varios años para ofrecer rendimientos ,espera que los que traen dinero para rápidos recuperos con altas ganancias no están dispuestos a soportar. Además, la citada colocación en negocios financieros de rápido movimiento asegura a los que lo ingresan salida en cualquier momento de sus colocaciones  ,lo que no ocurre si se han comprado o invertido en empresas cuya posibilidad de que se transformen en efectivo otra vez suele ser mucho más lenta.

Estamos pues sujetos a otra experiencia de “bicicleta financiera” tan potencialmente dañina como la anterior  de 40 años atrás

De este modo la economía nacional no se beneficia con este cambio profundo del régimen de acumulación, basado antes del 10 de diciembre del 2015 en un mercado interno fuerte y en crecimiento .El escenario actual donde predomina e l negocio financiero no aporta recursos de largo plazo para la inversión, única y excluyente estrategia para afianzar el desarrollo económico con inclusión social  que eleve el ingreso real de los habitantes del país y asegure la creación de riqueza través de la valorización del trabajo.

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La vuelta de la polarización

Cuando el kirchnerismo amenazaba con diluirse o convertirse en una minoría ideológica, Cristina Kirchner fue citada por el juez Claudio Bonadío, en una causa intrincada y débil como la del dólar futuro. Sin quererlo, el juez le regaló un escenario ideal a la ex presidenta, en un contexto de ajuste y caída de imagen para Mauricio Macri.

“Les propongo formar un gran frente ciudadano, formado por ciudadanos, por ONG, convoquen a los dirigentes gremiales”, afirmó Cristina Kirchner, en lo que encerró un guiño de convocatoria y un poco (tampoco demasiado) de autocrítica. Con una multitud que fue hasta las puertas de Comodoro Py, el kirchnerismo puso en juego su principal capital político: energía militante y callejera, surgida de ese tercio duro que banca sin matices.

Y por si quedaban dudas sobre su vuelta a la arena política más activa, ya sea como protagonista o como factor de influencia, en la semana siguiente Cristina avanzó sobre un terreno que nunca sintió como propio: el de la rosca, las reuniones y el armado político fino.

Cuando parecía que la estructura mayoritaria del PJ le daba la espalda, CFK alineó a los diputados, reunió a intendentes, senadores y organizaciones sociales. No fueron todos los dirigentes y todavía hay un extendido clima de desconfianza. Pero lo cierto es que tampoco hay demasiados líderes con perspectivas de ordenar a las tribus sueltas del peronismo.

Con un peronismo todavía mareado tras la derrota ante una tercera fuerza, muy joven y de tono conservador como el PRO, el regreso de CFK preanuncia la posibilidad de la reorganización: algo que entusiasma a algunos y representa una amenaza para otros.

Dentro del PRO, por su parte, no parecen ponerse de acuerdo. Porque si bien en un principio trataron de bajar las expectativas respecto a la posibilidad de ver a Cristina detenida, ahora optan por ver el lado positivo de su vuelta.

A los ojos del PRO, el riesgo de acorralarla judicialmente era construir un mártir: el kirchnerismo siempre golpeó mejor cuando iba en retroceso. Ahora, sin embargo, celebran como un gol propio su reaparición. En un clima de ajuste, inflación alta y despidos, el oficialismo apuesta a ganar aire a partir del contraste entre Mauricio Macri y la ex presidenta.

Encuestas en mano, la mesa política del PRO analiza que reactivar la (vieja) polarización con el kirchnerismo sirve a su vez para diluir a Sergio Massa, un aliado-adversario del que desconfían. Y si bien el crecimiento de CFK podría resultar un peligro, los macristas retrucan que el FpV ya no cuenta con estructura ni con las facilidades que da el control del Estado.

Algunas encuestas alientan ese diagnóstico. Según Ibarómetro, ocho de cada diez oficialistas hacen un balance negativo del ciclo kirchnerista. El informe nacional, hecho sobre 1200 casos, a su vez revela que macrismo y kirchnerismo son las identidades políticas más convocantes (suman el 60% de las simpatías), mientras el massismo viene a la baja: descendió de un 14% en diciembre pasado, a menos de 9% en la actualidad.

Para Isonomía, la consultora que suele trabajar para el gobierno, la conclusión es muy parecida: casi la mitad del universo que apoya a Macri lo hace “porque representa un cambio al kirchnerismo", antes que por una valoración positiva de la gestión oficial.

Así, el intento de rivalizar con el kirchnerismo parece un deja vu invertido: se trata de la misma estrategia que eligió el FpV y lo llevó al fracasa electoral. Bajo el argumento de que el kirchnerismo “ya no maneja la caja”, el macrismo rechaza esa comparación. Pero tampoco la ignora. Y lo que el gobierno definitivamente asume es que su principal problema es la inflación y el desempleo. Sin un mayor control de esas variables, lo demás se vuelve fantasía y especulación.

Según Ibarómetro, desde febrero creció la percepción de que gobierno favorece especialmente a la clase alta. Y solo un 8,4% opina que Cambiemos privilegia a los sectores más humildes. Ahí está la verdadera amenaza para el gobierno. Algo que por supuesto el kirchenrismo intentará aprovechar.

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Volver a la calle

Sin buscarlo, como suele pasar cuando un actor judicial intenta jugar abiertamente a la política, Claudio Bonadío le regaló un escenario casi ideal a la ex presdienta. Con una causa débil hasta para sus propios impulsores (la inició el senador macrista Federico Pinedo), el juez quiso acorralar a Cristina Kirchner.

No lo consiguió. La causa no parece tener demasiado rumbo, y CFK le sacó el jugo a la acusación. Incluso la aprovechó en términos de timming: tras cuatro meses de gobierno macrista, ya pasada la luna de miel de los primeros 100 días, en un marco de ajustes, inflación y despidos, Cristina Kirchner pudo escenificar con argumentos su mensaje de "yo se los avisé". Antes hubiera sido prematuro, y más adelante existe la posibilidad de que el gobierno empiece a revertir el actual derrumbe de la economía, de la mano del endeudamiento externo.

Esa falta de tacto de Bonadío a su vez reveló lo que ya es un secreto a voces: el macrismo no tiene dominio pleno sobre Comodoro Py, más allá de la coincidencia de intereses circunstanciales.

El PRO no logró aún una interlocución fluida con los distintos sectores de la justicia federal. Los operadores Daniel Angelici, Fabián “Pepín” Rodríguez Simón y José Torello no se imponen como mediadores del todo eficaces. Y el ministro de Justicia Germán Garavano no es lo mismo que Ernesto Sanz, quien declinó misteriosamente ese cargo. Y además la reforma judicial que impulsa Garavano es resistida por los jueces porque les recortaría algunas facultades, sobre todo en causas sobre narcotráfico.

"Les propongo formar un gran frente ciudadano, formado por ciudadanos, por ONG, convoquen a los dirigentes gremiales, a esos que nos hacían huelga por Ganancias y ahora están echando gente como perros", afirmó Cristina Kirchner.

Y por si quedaban dudas sobre su vuelta a la arena política más activa, ya sea como protagonista o como factor de influencia, dijo desde el escenario armado a las apuradas: "Cada uno es un dirigente en sí mismo, quiero volver a recuperar para todos ustedes la libertad".

Su propuesta encierra la pretensión de ubicarse por encima de las pujas del PJ, estructura que parece darle la espalda. Al menos una parte: mientras Cristina castigaba a Macri desde el escenario de Retiro, el presidente compartía un acto con el gobernador Juan Manuel Urtubey en Salta, en el que ambos proponían mirar hacia adelante.

Esa falta de sintonía con el PJ ortodoxo se evidenció en el acto. Las afueras de Comodoro Py fueron copadas por parejitas sueltas, desde adolescentes hasta bien veteranas; por familias de clase media que apoyan más ahora que cuando Cristina era presidenta; por las orgas más cercanas al FpV, como La Cámpora y Nuevo Encuentro, entre otras; y por el staff de dirigentes más leal a la ex presidenta. Alcanzó para darle épica a la vuelta de la ex presidenta, y para hacer gala de la vitalidad callejera que mantiene el kirchnerismo. Pero faltó presencia sindical y territorial de peso.

Sólo apareció una gobernadora -Lucía Corpacci, de Catamarca-; un grupo de intendentes y unos pocos dirigentes sindicales. Tal como empezó a ocurrir desde la ruptura con la CGT de Hugo Moyano, los grandes sindicatos tampoco estuvieron en Comodoro Py, salvo algunos grupos aislados como el gremio de los curtidores, una rama de los petroleros, algunas seccionales de Luz y Fuerza, algunas de Uocra, el Satsaid (telecomunicaciones), ATE Capital y los docentes privados nucleados en Sadop, entre otros. Muchos de los gremios presentes –enrolados en la CGT o CTA- fueron los que firmaron una solicitada contra el pago a los fondos buitre y quienes luego marcharon en conjunto el 24 marzo.

El discurso de CFK, sin embargo, fue más una invitación que un reproche para los que faltaron al evento. Y en ese clave debería leerse la amplia agenda de reuniones y charlas peronistas que, por estos días mantuvo Máximo Kirchner.

Así, tras cuatro meses silenciosos, Cristina propuso articular en un armado amplio toda esa energía desde abajo que el kirchnerismo monopoliza. La fortaleza de esta invitación movimientista estará atada, en gran parte, a la suerte del gobierno macrista.

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El malentendido del discurso macrista sobre la honestidad

Así, algo artificialmente, sin que conectara con el ADN de sus propuestas (más vinculadas a la necesidad de atraer inversiones, bajar el déficit y controlar la inflación), Macri incorporó una bandera que en realidad era pura demanda social. Aliarse con Elisa Carrió y mezclarse amistosamente con Margarita Stolbizer, dentro de un elástico bando antikirchnerista, terminaron por darle forma al malentendido.

Pero lo cierto es que el PRO, desde su nacimiento hace unos 15 años, nunca fue un partido “honestista”, y esto dicho en sentido neutro. Macri no es Elisa Carrió, tampoco Stolbizer y ni siquiera es semejante a Gabriela Michetti. O al menos no coincide del todo con esa imagen pura y sin dobleces que emana y construye su vice. En un intento por aprovechar ese capital y transferírselo mágicamente al jefe, Michetti fue designada como la primera defensora pública de Macri, ante la difusión de los Panamá Papers.

"Lo primero que hice fue preguntarle a él", explicó la vice en diálogo con Telefé, con su habitual tono familiero. "Contame cómo es el tema, que voy a lo de Gerardo y quiero tener en claro qué es lo que hay que decir en función de la verdad y la realidad", dijo que le preguntó a Macri. Y por supuesto consiguió el efecto buscado: en el piso, la mayoría le creyó a Gaby. La política del siglo XXI (aunque quizás siempre fue un poco así) es una pelea por instalar la sensación más verosímil, un arte en el que PRO se suele destacar.

Antes de que se interesara por la política partidaria, la trayectoria del Macri empresario acumuló todas las manchas y vicios propios de la patria contratista. Hacia fines de los '90, cuando se registraba en las islas Bahamas la cuenta Fleg Trading Ltd que ventilaron los Panamá Papers y le valieron una imputación al presidente, el grupo encabezado por el patriarca Franco Macri apuraba negocios en esa frontera patinosa entre lo público y lo privado.

El Grupo Macri había cerrado contratos para el manejo de los sistemas catastrales de Morón y la administración de rentas de Capital Federal, Misiones, Salta y San Luis. Los contactos políticos abrían las puertas para nuevos emprendimientos. Para entonces, Sevel ya había implementado un sistema para cobrar reintegros por exportaciones e importaciones de autopartes al Uruguay, una maniobra por la que Macri sería procesado años más tarde.

Así, si bien el grupo Macri no inventó las mañas de las grandes empresas y contratistas del Estado, tampoco las descartó. ¿Por qué habría de hacerlo?

La organización Integridad Financiera Global (GFI) publica los datos del promedio por año de los flujos ilícitos desde los países emergentes durante el período 2004-2013. Según la página Chequeado, la Argentina está en el puesto 23 con US$ 7.654 millones. Si se toma solo en cuenta los flujos ilícitos del 2013, asciende al puesto 14 de 123 de países que cuenta con información publicada, con US$ 17.171 millones.

La ONG Red de Justicia Fiscal, por su parte, posicionó en 2012 a la Argentina en el puesto número 8, en un ranking sobre los 20 países con mayor stock de fondos ilícitos depositados en paraísos fiscales en el período 1970-2010. Evadir, eludir, tratar de pasar al Estado y reducir controles fueron (y todavía son) deportes nacionales para las grandes empresas argentinas.

(El grupo) Macri se formó en ese clima y con esas prácticas. Y si bien el heredero de Franco pegó un volantazo biográfico con su salto a la política, la gestión porteña del PRO no se destacó como ejemplo de lucha contra la corrupción, las contrataciones dudosas y el financiamiento oscuro de las campañas.

Ahora, Macri es presidente, y el sillón de Rivadavia habilita la posibilidad de una transformación. Hay antecedentes históricos que lo acreditan. Sin embargo, Macri todavia no impulsó una sola medida de la agenda oenegeísta: al momento, hizo algunas promesas, como la de poner su patrimonio en un fideicomiso o la de sancionar una ley de acceso a la información. Sus funcionarios más perfilados hacia la lucha contra la corrupción, como el ex lilito Adrián Pérez, mantuvieron algunas reuniones con representantes de Poder Ciudadano y otras sociedades civiles, ansiosas por cambiar algunas tendencias de los últimos años. Es que para el kirchnerismo, el honestismo fue muchas veces un sinónimo de anti-política, y más precisamente de anti-kirchnerismo. Van cuatro meses de gobierno, y Macri todavía está a tiempo de torcer su rumbo.

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