El tío del Nicolás Massot no tuvo vergüenza y salió a pedir “más mano dura”

Luego de la brutal cacería de las fuerzas de seguridad por el recorte jubilatorio, el tío del diputado Nicolás Massot, imputado por delitos de lesa humanidad, le pidió más mano dura al Gobierno.

Vicente Massot criticó “la capacidad de reprimir” de Cambiemos ante las protestas por la reforma previsional. “La respuesta de las autoridades basculó entre la improvisación y la torpeza. En materia de seguridad, el macrismo puede ahogarse en un vaso de agua”, dijo, según publicó el diario Perfil.

En octubre, un tribunal de Bahía Blanca condenó a 21 personas por su colaboración con el último gobierno cívico-militar. Ordenó que, una vez firme el fallo, el diario del tío del legislador del PRO “rectifique la información falsa que difundió sobre algunas víctimas de delitos de lesa humanidad durante el genocidio”. Sin embargo, el juez Claudio Pontet dictó la falta de mérito probatorio para Massot.

Mirá el comunicado completo:

"El gobierno tiene dos asignaturas pendientes a las cuales, por mucho empeño que ponga en aprobar el examen, no le encuentra la vuelta. En punto a la comunicación pública en temas de alta sensibilidad social y a la capacidad para reprimir, en tiempo y forma, la toma ilegal y violenta de espacios públicos, el macrismo ha hecho verdaderos papelones en el curso de los dos años que lleva su gestión.

La fallida sesión del pasado día jueves, más allá de los muchos otros motivos que podrían enumerarse a la hora de encontrarle una explicación al caso, fue el resultado de no saber cómo presentar el cambio en el régimen jubilatorio a una ciudadanía naturalmente inquieta. Pero, además, el macrismo acreditó una notable falta de pericia —de yeca, para ilustrar la cuestión con base en los fundamentos del lunfardo— cuando hubo que preservar el orden dentro y fuera del Congreso Nacional.

Que se sepa nadie de la administración de Cambiemos atinó a reaccionar ante una situación que comenzó a complicarse de manera acelerada, en términos de la opinión pública, ni bien el proyecto obtuvo la media sanción del Senado. Cualquiera, con un mínimo de cintura política, debió darse cuenta de que las críticas enderezadas contra la Casa Rosada, no de parte de Horacio Verbitsky y de Agustín Rossi, sino de Mirtha Legrand y Susana Giménez, trasparentaban un malestar que llegaba a los aliados naturales del oficialismo. Es cierto que ninguna de las dos divas mencionadas sabe una jota del asunto en cuestión —como tampoco las decenas de animadores de la farándula que, con una liviandad bien argentina, se han cansado de hablar de lo que no saben, a la manera de los monos sabios. Claro que también es cierto que esos programas son vistos por millones de televidentes.

A Marcos Peña y a Jaime Durán Barba, que tanto se jactan de su expertise en las redes sociales y en las nuevas formas de hacer política, parece haberles pasado desapercibido que el gobierno necesitaba un vocero —llegado a un punto, debió ser el mismísimo presidente de la República— capaz de transmitir con claridad, a la gente, de qué trataba la reforma y por qué resultaba necesaria. Sobraban argumentos para enhebrarlos en forma didáctica, con el propósito último de que pudiesen ser captados, sin dificultad, por Doña Rosa. En cambio, los que se lanzaron al ruedo resultaron entre cómicos y patéticos, con apenas una excepción. Unos se perdieron en explicaciones técnicas, de suyo incompresibles para la gran mayoría de los argentinos. Los otros, lisa y llanamente dieron lástima. Conclusión: cuanto hubiera podido presentarse en términos convincentes, pareció el capricho de una administración insensible ante las desgracias de los viejos."

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