Mientras el ministro ironiza con frases de canchero, crece la presión sobre el tipo de cambio y se desarma el “carry trade”. El Gobierno apela al endeudamiento y la venta de activos públicos para frenar la sangría de reservas.
El ministro de Economía, Luis Caputo, minimizó las alertas sobre el tipo de cambio oficial con una frase provocadora que no cayó bien en los mercados: “¿Te parece que el dólar está barato? Comprá, campeón”. Horas después, la cotización subió al nivel más alto desde que rige el sistema de bandas, reflejando que los operadores financieros tomaron nota… y se fueron al dólar.
Caputo habló en el IAE Summit con un tono despreocupado ante un contexto que dista mucho de serlo. El Banco JP Morgan recomendó a sus clientes desarmar posiciones en pesos, marcando el principio del fin del “carry trade” y anticipando un giro en las expectativas. Mientras tanto, el déficit de cuenta corriente y la caída de reservas sin respaldo de dólares genuinos comienzan a preocupar incluso a los inversores más optimistas.
“Hay gente que necesita que a la Argentina le vaya mal”, sostuvo el ministro en una suerte de cruzada contra empresarios, periodistas y opositores, a los que acusó de operar en contra del gobierno. Sin embargo, evitó referirse a las intervenciones del Banco Central en el mercado de futuros y a la ausencia de dólares producto de exportaciones reales.
La jornada posterior a sus dichos mostró un dólar oficial trepando hasta los $1.255, una señal clara de que el mercado no comparte el optimismo oficial. La confianza en el esquema actual, sostenido artificialmente por deuda y liquidaciones estacionales, se debilita a medida que se aproxima el final de la cosecha gruesa.
Aún así, Caputo insistió en que el déficit de cuenta corriente “se puso de moda” y negó cualquier similitud con crisis anteriores. No explicó por qué esta vez sería distinto ni cómo piensa el Ejecutivo sostener el sistema sin ingreso neto de divisas.
El Gobierno espera cerrar acuerdos con el FMI y acelerar privatizaciones para sumar reservas, aunque ninguna de esas vías garantiza ingresos inmediatos ni permanentes. En paralelo, crecen las sospechas sobre nuevas devaluaciones o restricciones cambiarias si la situación se agrava antes de octubre.
Mientras la economía se sostiene con alfileres y la inflación aún no cede, el Gobierno elige el sarcasmo y la negación como política comunicacional. Pero los mercados, ajenos a las chicanas, ya comenzaron a pasar factura.