Según TN los “métodos japones y egipcio” son económicos y sostenibles para afrontar los meses de altas temperaturas sin necesidad de utilizar el aire acondicionado o el ventilador.
En un contexto donde las altas temperaturas y los costos energéticos producto de los distintos tarifazos son preocupaciones crecientes, los voceros y medios oficialistas destacan opciones “sostenibles” para enfrentar el calor sin recurrir al aire acondicionado o el ventilador. Una de estas propuestas es el llamado “método japonés“, presentado como una solución “eficiente, económica y respetuosa con el medio ambiente para mejorar la calidad del descanso durante las noches calurosas”.
Esta técnica consiste en dormir lo más cerca posible del suelo, aprovechando el principio físico de que el calor asciende y las capas más bajas suelen ser más frescas. En Japón, es habitual el uso de futones o colchonetas directamente sobre el piso, una práctica que ahora se resalta como un modelo virtuoso a seguir. Según estos discursos, adoptar esta estrategia no solo alivia el calor nocturno, sino que también permite reducir el uso de dispositivos como ventiladores o aire acondicionado, disminuyendo tanto el consumo energético como el costo de las facturas.
El método japonés para no sufrir el calor en verano y dormir sin aire acondicionado https://t.co/9w9lrkseyX
— TN – Todo Noticias (@todonoticias) January 13, 2025
En paralelo, se sugieren otras prácticas, como la “técnica egipcia” de cubrirse con una sábana húmeda, mantener las ventanas abiertas para promover la ventilación natural y utilizar ropa de cama ligera hecha de materiales transpirables como el algodón.
La promoción de “ajustes sostenibles” como alternativas al confort tradicional
Más allá de las recomendaciones, la narrativa oficialista subraya la necesidad de reducir la dependencia de sistemas de climatización artificial, presentando estas medidas como un compromiso con la sostenibilidad y la vida saludable. En este sentido, el discurso refuerza que el uso excesivo del aire acondicionado no solo genera problemas de salud (como sequedad en las vías respiratorias o cambios bruscos de temperatura), sino que también incrementa significativamente las emisiones de carbono y los costos eléctricos a pesar de que al mismo tiempo el propio gobierno niega abiertamente el cambio climático asegurando de que es un “invento del marxismo cultural”.
Este enfoque se alinea con un discurso más amplio que promueve el ajuste económico bajo el pretexto de la sustentabilidad. Las prácticas que antes se consideraban adaptaciones individuales a climas cálidos ahora son presentadas como soluciones ecológicas y socialmente responsables, reforzando la idea de que reducir el consumo energético es una responsabilidad individual frente a la crisis climática y el planeta.
La promoción de métodos como el japonés, egipcio junto a otras estrategias similares buscan posicionarse como parte de un estilo de vida consciente y comprometido con el medio ambiente. Sin embargo se trata de un evidente intento de justificar la falta de acceso a servicios esenciales o el encarecimiento de la energía, maquillando de esta forma las políticas de ajuste con un matiz discursivo que promueve el sacrificio y al austeridad en pos de una vida ecológica y saludable.
Este tipo de argumentos ya han sido utilizados por funcionarios y referentes cercanos al gobierno libertario, tal es el caso del periodista ultra libertario Serenellini quien de militar a Milei en televisión devino rápidamente en funcionario del gobierno con un sueldo millonario. En declaraciones televisivas había afirmado que “todos nos empobrecimos y que era necesario ajustar la cantidad de comidas al día”.
En igual sentido fue la opinión del empresario Cristiano Rattazzi quien afirmo que “En la calle ya hay gente que empieza a decir, bueno, comeré menos carne. Yo casi no como carne. No es necesario que todos comamos mucha más carne que el resto del mundo. Pero ahora tenés dólares“.
Este tipo de mensajes refuerza la idea de que la población debe adaptarse a nuevas formas de vida que, aunque más austeras, son presentadas como necesarias y éticamente correctas en el marco de una narrativa de sustentabilidad y un marco de “escasez”. Así, lo que inicialmente podría parecer una simple sugerencia para mejorar el descanso durante el verano se convierte en un mecanismo para normalizar la aceptación de ajustes en el consumo y estilo de vida, bajo el argumento de un bien mayor.