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La reivindicación y el malestar de los Rodríguez Varela

(por Andrés Fidanza) El ascenso de los Rodríguez Varela funciona como una metáfora política y cultural de los tiempos macristas. De la mano del gobierno y del juez Claudio Bonadío, ese (doble) apellido consiguió recuperar vigencia dentro de la familia judicial. Enrique es secretario en el juzgado del hiperactivo Bonadío; y sumó protagonismo en la detención de Claudio Zannini, al tomarle declaración indagatoria. Su hermano Ignacio es mano derecha de un fiscal mediático, fama de sheriff y ganas de convertirse en procurador general de la nación: José María Campagnoli. Tras haber denunciado una larga proscripción por parte del kirchnerismo, Ignacio Rodríguez Varela fue recientemente propuesto por el macrismo para ascender a camarista.

La queja de Ignacio conecta con un dato de su familia: el papá de ambos hermanos es Alberto Rodríguez Varela, ex ministro de Justicia del dictador Jorge Rafael Videla y fiscal de Estado en la provincia de Buenos Aires, cuando Ramón Camps estaba a cargo de la policía Bonaerense. Pese a un pedido de detención en su contra hecho en 2012, Alberto consiguió mantenerse en libertad.

El fallo platense del “Circuito Camps” condenó a prisión perpetua a Jaime Smart, Rodolfo Campos y Miguel Etchecolatz, entre otros. Y afirmaba que Rodríguez Varela había estado en el centro clandestino de detención Puesto Vasco, “entrevistando a personas ilegalmente detenidas y torturadas”. En concreto, sugería que había avalado torturas.

Pero su red de contactos e influencia, construida a lo largo de los años, le ganó al clima de reactivación de juicios por crímenes de lesa humanidad.

Por fuera de la tradición judicial, aunque no del activismo político, existe otra Rodríguez Varela que levantó el perfil en los últimos meses. Hermana de Enrique e Ignacio, Mariana lidera la cruzada de “El Bebito”, un muñeco de plástico con el que milita contra la legalización del derecho al aborto.

Mariana Rodríguez Varela publica algunas de sus opiniones en La Botella al mar, sitio que suele denunciar el “curro de los derechos humanos” y defender a los militares condenados por crímenes de lesa humanidad.

También busca prohibir la interrupción de embarazos producidos por una violación o que pongan en riesgo la vida de la mujer, tal como permite el Código Penal.

Así se lo rogó a Mauricio Macri desde la puerta de Los Abrojos, la quinta del presidente. "Nuestro Presidente, acá desde tu casa. Te pedimos el fin de protocolo de aborto", exigió por video.

Su campaña a su vez encierra cierta decepción con Mauricio Macri, quien ensayó una jugada riesgosa respecto al debate sobre el aborto. Al calor de la militancia feminista (el movimiento más vital y rupturista de los últimos años) el presidente habilitó entre sus legisladores la apertura del debate sobre la interrupción del embarazo. Pese a esa decisión, y con argumentos a veces parecidos a los de Mariana Rodríguez Varela, la primerísima línea cambiemita rechaza tal posibilidad. Tanto Macri, como Marcos Peña, María Eugenia Vidal y Gabriela Michetti adelantaron su “defensa de la vida”. Así, el oficialismo alienta indirectamente una iniciativa en la que no cree. Y al mismo tiempo le comunica sus base que la repudia.

¿Maquiavelismo puro? ¿Una mera cortina de humo para tapar el fracaso en el control de la inflación, para ganar tiempo ante las demoradísima lluvia de inversiones? No hay una respuesta única ni concluyente al respecto. Y Jaime Durán Barba, muy a su pesar, tampoco monopoliza a piacere el pulso social y las agendas mediáticas. Pero lo cierto es que el gobierno busca sin disimulo cortar con su mala racha política, iniciada con el debate y la sanción de la reforma en el cálculo previsional. El ajuste en las jubilaciones puso en crisis la inmunidad de Cambiemos.

El discurso manodurista y las iniciativas con tufillo xenófobo fueron otros lances orientados a sumar consenso a bajo costo. Ambas propuestas representan la tabla del uno de cierta demagogia que atraviesa todo tipo de clases e ideologías. El gobierno se pegó a esos dos ítems, justo cuando en las canchas se empezaba a viralizar un insulto directo contra Macri. El MMLPQTP jaquea los pilotes desde los que Macri construyó masividad. Quizás su único rasgo popular: el fútbol.

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Macri se patobullricheó

(por Andrés Fidanza) Mauricio Macri alcanzó la presidencia sin traicionarse a sí mismo. A diferencia de los dirigentes que se reinventaron o le agregaron capas a su identidad (Néstor Kirchner, dándole rango de Estado a la política de derechos humanos; o Carlos Menem, subiendo al peronismo al tren bala del neoliberalismo global), Macri prácticamente no cambió.

Matizó apenas su discurso acerado y patronal: aquel empresario que proponía bajar los “costos salariales” desde el programa de Neustadt se convirtió en un político profesional. Con todas las imposturas atadas a la ambición de pretender ser electo por las mayorías. Pero sus dobleces nunca llegaron a enmascarar por completo su propuesta. Una vez que se calzó la banda, Macri respetó su ADN. La única novedad que incorporó a de su menú ideológico fue haberse patobullricheado.

La designación de La Piba como ministra de Seguridad al principio parecía sólo un guiño a una aliada con perfil alto y sello partidario propio. Una decisión más, tomada dentro del loteo de cargos a las apuradas que realizó el macrismo entre Capital, provincia de Buenos Aires y Nación. La apuesta por Bullrich, sin embargo, se fue consolidando como un pilote de la gestión cambiemita, al punto de que Macri terminó avalando el combo completo de la propuesta bullrichista: apología mínimamente aggiornada de la mano dura, mensaje corporativo hacias las fuerzas de seguridad, y alineamiento automático con la política exterior de los Estados Unidos y sus brazos operativos: DEA, FBI y CIA. Este último punto incluyó reproducir las obsesiones de esa agenda: alerta por los movimientos en la Triple Frontera (Bullrich anticipó un mayor despliegue de la DEA en esa zona) y por la supuesta influencia en Sudamérica del grupo pro iraní Hezbollah. El fiscal Alberto Nisman, con quien Bullrich intercambió fluidamente hasta horas antes de su muerte, ya había señalado a Hezbollah como responsable del atentado a la AMIA. Nisman había puesto la lupa en la pista iraní, a partir de los informes de inteligencia que recibía de parte de la CIA, el FBI y el Mossad.

Pero Macri hizo algo más que haber puesto a Bullrich al frente del ministerio de Seguridad: le permitió autonomía respecto al omnipresente Marcos Peña. Con ese handicap, la ex militante del peronismo revolucionario arrastró al macrismo en bloque hacia la derecha. Y lo hizo en un ítem en el que el macrismo parecía más moderado y de centro.

Así, si bien Sergio Massa y Francisco de Narváez eran los habitués nativos del speech punitivista, Macri lo terminó comprando llave en mano. En los últimos días el presidente defendió obcecadamente a un policía procesado por haber matado por la espalda a un delincuente, presionando a la pasada a jueces y camaristas, mientras su ministra repite las premisas (por lo general falsas) del núcleo manodurista.

Durante su última ronda de reuniones con representantes del FBI, la DEA, la Oficina de Seguridad Interior (Homeland Security) y el Departamento de Estado, Bullrich anunció una suerte de desembarco ampliado de la DEA en la Argentina. Pero lo cierto es que la agencia anti-drogas de Estados Unidos ya tiene más de un pie puesto en el país. El ascenso del tándem Macri-Bullrich entibió un vínculo que se mantenía congelado desde 2011.

Bajo gestión macrista, la DEA multiplicó la cantidad de agentes permanentes que tiene en el país: pasaron de tres a ser unos diez. En la Escuela Nacional de Inteligencia de la AFI, ubicada en Libertad al 1200, los agentes estadounidenses dictan cursos sobre narcotráfico y terrorismo. A pesar de no poder mostrar grandes resultados en su “lucha contra las drogas”, una cruzada iniciada en 1973 de la mano de Richard Nixon, la DEA ya potenció su gravitación local. Así lo dispuso Bullrich, con el apoyo de Macri.

A nivel doméstico, pese al respaldo presidencial, la ministra empezó a perder acompañamiento interno. Sobre todo tras haberle dado carácter de giro doctrinario a su acuerdo de carta blanca con la policía. Un pacto resistente a cualquier tipo de evidencia, incluido el video en el que se veía al policía Chocobar rematar a un ladrón por la espalda. El gobierno de María Eugenia Vidal, en cambio, optó por disentir con bajada de línea corporativa de Bullrich hacia las fuerzas de seguridad. Cerca de la gobernadora interpretan que se trata de un mensaje peligroso y de dudoso resultado.

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Pragmatismo, sentimiento y focus group

(por Andrés Fidanza) Sensible a las exigencias de los focus group, pero decisionista al momento de bancar a los mejores intérpretes del ajuste en marcha. Con esa fórmula se mueve espasmódicamente el oficialismo. Optó por el siga siga ante Jorge Triaca, intentando compensarlo con una veda parcial al nepotismo de sus ministros. La medida de Mauricio Macri tiene efectos prácticamente nulos sobre la contabilidad del Estado: el paquete completo de recortes y congelamientos salariales en cargos políticos representa un ahorro del 0,03% del gasto previsto para 2018. En lo simbólico tampoco marca un cambio respecto a los métodos y razones para concretar futuras designaciones, y ni siquiera corrige los sesgos ya existentes en el gabinete ampliado de Macri. Ese elenco se compone por una abrumadora mayoría de varones, ex CEOs en uno de cada tres puestos, con un alto nivel educativo y patrimonial.

Si bien se empezaron a realizar algunos concursos para los nombramientos técnicos más altos, por ahora rige el criterio de la confianza y el amiguismo. Así fue elegido el 97% de esa franja estatal, según un relevamiento de Cippec y la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP). A pesar de su discurso rupturista, Cambiemos no llegó para revolucionar las mañas sobre la forma en que se suele completar un organigrama estatal. El sorpresivo triple triunfo nacional, bonaerense y porteño (este era el único asegurado) indujo a una convocatoria a las apuradas, en la que entró absolutamente de todo. Arribaron cuadros con aptitudes y vocaciones variadísimas: desde militantes históricos del PRO, hasta empresarios y gerentes dispuestos a seguir el ejemplo del líder Mauricio, amigos, conocidos, punteros y amigos de amigos.

Dentro de esa pesca con mediomundo, cayó Sandra Heredia en el sindicato de los obreros marítimos intervenido por el gobierno. Sin ninguna experiencia gremial, la empleada de la familia Triaca fue elegida como delegada de la seccional San Fernando. ¿Motivo? Había solicitado un aumento de sueldo, tras varios años de haber trabajado en negro para el actual ministro de Trabajo. Así, Triaca descargó en el Estado una parte del sueldo que debía pagar su familia, degradando el rol y la importancia tanto de los gremios como del control público.

“Si bien es un error, no sentimos que tenga que costarle el cargo”, afirmó Marcos Peña sobre Triaca. A la pasada consolidó al verbo sentir como uno de los favoritos del presidente y sus principales ministros. El jefe de gabinete decidió enfocarse en la parte más insustancial del “error” de Triaca: el maltrato viralizado hacia Heredia.

Sólo en el primer año de la intervención del Ministerio de Trabajo al SOMU, hubo 172 designaciones oficiales. La mayoría de los elegidos provenía de la política: ex empleados de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, de la Tesorería de la Provincia y el Renatre, entre otros organismos públicos provinciales y municipales, según reveló el diario Perfil.

El decreto presidencial contra el nepotismo no altera esa lógica, instaladísima dentro de las prácticas políticas que exceden (pero incluyen) al PRO. La singularidad del macrismo en esta materia, sin embargo, es otra. Refiere a la enorme cantidad de nombramientos que encierran conflictos de intereses entre los actuales funcionario y sus vidas previa en el ámbito privado.

La decisión de Macri tampoco corrige el rumbo ideológico de la gestión. La primera interventora del sindicato marítimo por parte del gobierno fue la hoy senadora Gladys González. Suerte de contracara valiente y pura del sindicalista Omar "Caballo" Suárez, el perfil de González calzaba a la perfección con lo que pretendía comunicar el macrismo.

En el juego de contrastes entre González y Suárez, algunas fricciones quedaron afuera de la agenda mediática. Los dos compañeros de Gladys en la intervención del SOMU, Jorge Alonso y Santiago Viola, terminaron enemistados con la delegada del Poder Ejecutivo.

En junio de 2016, apenas cinco meses después de haber asumido, Viola y Alonso la acusaron de: supuestos manejos unilaterales, cerrar paritarias marítimas a la baja, y modificar los convenios colectivos de trabajo, excediendo las competencias del triunvirato interventor.

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La ilusión macrista de que nada cambia

(por Andrés Fidanza) En sus frenéticos 15 años de historia, el macrismo fue un partido hecho a base de triunfos. Las últimas legislativas revalidaron esa condición. Pese al discurso pasivo-agresivo oficial, de victimización y oposición a la oposición, Mauricio Macri y su tropa de nueva política se acostumbraron a un sólo resultado: ganar. Una curva parecida a que realizó el Macri empresario y el Macri presidente de Boca.

Ese exitismo se traduce en un tono de desdramatización permanente. Cuando hablan en off, los funcionarios declaran casi lo mismo que ante los micrófonos. ¿Y qué declaman? Principalmente sus buenas intenciones. Nada les resulta demasiado grave ni urgente. Macri extrema esa actitud, al punto de mantenerse un poco desinformado sobre los detalles de la gestión. El presidente marca el rumbo general. Chatea con sus ministros, mientras estira sus vacaciones en Villa La Angostura, cargadas de tenis, pádel, golf y seguimiento desde el celular.

Ese clima despreocupado y seguro de sí mismo chocó en diciembre contra la resistencia al ajuste en las jubilaciones. Un malestar que excedió, caceroleos mediante, al sector de los que ya venían decepcionados desde antes. Distintas encuestas revelaron una caída sensible en la imagen presidencial, casi por primera vez en dos años de gobierno.

Macri, sin embargo, optó por repetir la fórmula de sus más fanáticos. Según esa mirada, la única oposición viable es la que colabora con el oficialismo: el pichettismo. Por fuera de esos límites sólo habita el kirchnerismo y la izquierda radical, la corrupción y la locura.

Para evitar la zozobra que vivió durante la aprobación del cambio en el cálculo previsional, ahora el macrismo pretende dar con un equivalente en la cámara de diputados al del senador Miguel Ángel Pichetto: un interlocutor confiable y que garantice apoyo colectivo ante proyectos clave, como el intento de reforma laboral.

El presidente arrastra una obsesión desde su vida de empresario: una repulsión atávica hacia la “industria” de los juicios laborales. Cuando en sus discursos pone la lupa sobre gremios y trabajadores, suele mezclar derechos con avivadas, al punto de confundirlos.

La reforma que empuja el gobierno fue redactada desde esa visión. Y a pesar de haber perdido una parte de su ambición inicial, como resultado de las negociaciones con una CGT zigzagueante, Macri está decidido a avanzar con el proyecto. Por la vía que sea.

Esa determinación pasa por alto las dificultades de diciembre, y sobre todo cierta caída en el crédito social del gobierno. La pulseada por imponer la reforma pondrá a prueba el alcance de la alteración en el escenario político. Mientras tanto, el oficialismo avanza. Lo hace con una mezcla de autoengaño y optimismo a prueba de balas.

Una vez en el poder, los gobiernos suelen dar por hecha la inmovilidad absoluta de las condiciones que posibilitaron su ascenso y consolidación. El macrismo parece atravesar esa situación por primera vez desde el arranque de su ciclo.

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El costo del shock

(por Andrés Fidanza) En sus efectos políticos, la reforma jubilatoria sacudió un tablero ideológico que se mantenía estable. Lo sacó de su estado social de (casi) empate permanente, inclinado ligeramente en favor del gobierno. Y lo hizo por primera vez, al menos en gran escala, en más de dos años de gobierno macrista. El ahorro fiscal buscado se logró a costa de alterar una especie de statu quo que le resultaba funcional. Esa es la principal novedad que dejó la jugada oficialista, por detrás de otras grandilocuencias, como la represión, los piedrazos, los gritos parlamentarios, las invocaciones a Jesús y las denuncias de golpismo.

Para sorpresa del gobierno, esta vez no alcanzó con el esquema de la polarización y el discurso victimizante para ganar la discusión pública. El gobierno subestimó el impacto que tendría su primera gran política de shock: no le dedicó un maquillaje especial, al momento de presentar un recorte tan antipático. Quiso aprobarlo a las apuradas, sin dar demasiadas explicaciones. Y así favoreció un ensayo de unidad opositora, resumido en la foto que muestra a Agustín Rossi a los abrazos con Ignacio de Mendiguren, y a Axel Kicillof sonriente junto a Facundo Moyano. Si bien esa postal del hemiciclo no viene con una traducción electoral automática, los acercamientos políticos se alimentan de acciones previas, como el rechazo al ajuste coordinado entre diputados.

El corrimiento de Cambiemos a la derecha a su vez agrandó el margen para el encuentro opositor: le amplió la agenda en común. Y una última hipótesis: que Cristina Kirchner no haya ocupado el centro de la escena también facilitó el tono de repudio en bloque al paquete de reformas. La figura de la expresidenta se volvió hipnótica para los dirigentes y los militantes K, los anti-K y todo opositor no K: dispara fanatismos y enojos, más una serie de esfuerzos (muchas veces sobreactuados) para marcar una distinción con el kirchnerismo. Pero especialmente para diferenciarse de CFK.

Por esa combinatoria de motivos, el cambio en la forma de calcular las jubilaciones desbordó un esquema que era cómodo para el macrismo. Según una encuesta de Analogías hecha en 28 municipios del conurbano bonaerense, más de dos tercios de las personas están en desacuerdo con la reforma previsional; y sólo un 23,7% la apoya. Pero con un detalle novedoso: el rechazo se impone incluso en los sectores que aprueban el desempeño de Mauricio Macri. Un 80% de los bonaerenses entrevistados, parejo en todos los segmentos de edad y nivel educativo, se opone a bajar el déficit por vía de la reducir las jubilaciones.

Dos meses después de las legislativas, el gobierno hizo una lectura demasiado exitista de su triunfo. Y lo continuó durante el debate parlamentario, tensando la cuerda con diputados a los que podría necesitar en la próxima sesión. Incluso Macri sigue parado sobre esa distinción binaria entre opositores. Según esa mirada, sólo los hay de dos tipos: opositores racionales y opositores que (misteriosamente) plantean dudas sobre el actual monorriel del progreso.

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¿Qué prefieren? Ajuste o estallido

(por Andrés Fidanza) Mauricio Macri blanqueó el menú de opciones: ajuste o estallido. Sin matices o alternativas, el gobierno profundiza el planteo binario, en el que su plan de reformas constituye el único camino posible, viable y racional. Por fuera de ese programa sólo habita el idealismo, el kirchnerismo o la locura. Y sobre todo abunda el kirchnerismo, un sistema delincuancial con un objetivo excluyente: robar dinero estatal que podría haberse usado con otros fines. Ese es el argumento central del gobierno para defender en público la reforma previsional. Si bien ese razonamiento le dio buenos resultados en peleas y elecciones anteriores, el intento de recorte a las jubilaciones y pensiones podría marcar un punto de inflexión. El principio del final del handicap social. O el arranque de un gobierno un poco más creativo, aunque sea a la fuerza.

Para el macrismo, el riesgo es doble: el cambio en la fórmula para calcular los aumentos jubilatorios (por el que pretende ahorrar entre $80.000 millones y $120.000 millones para 2018) es un tema especialmente sensible, sobre el que es difícil meter a martillazos el clivaje república o populismo ladrón. O al menos le resulta más artificial que ante situaciones previas. El otro peligro es que el truco del contraste permanente con el kirchnerismo empiece a saturar. La reacción a los gritos del presidente del bloque PRO, Nicolás Massot, durante el debate en la Comisión de Previsión y de Seguridad Social de Diputados, sonó algo sobreactuada. Los grupos de jubilados le reclamaron con el bolsillo, y Massot les respondió con su corazoncito anti-kirchnerista.

Más orgánica que nunca, Elisa Carrió les pidió a los jubilados paciencia y confianza en las buenas intenciones del oficialismo. Pese a sus reparos iniciales, un informe interno (desestimado por todos los especialistas en cálculos previsionales) terminó por convencer a Lilita sobre las bondades de la reforma. Así, haber sumado al lilito Fernando Sánchez a la jefatura de gabinete ya le redituó enormemente al macrismo. Carrió es parte del gobierno: se convirtió en su voz moral, y ya no sólo en una aliada incómoda a la hora de gobernar.

El apuro oficialista se construye sobre una convicción filosófica: la necesidad de achicar el déficit y la inversión estatal, regalando en simultáneo guiños hacia los potenciales inversores. Y a su vez se basa en una lectura algo exitista del triunfo amarillo en las legislativas recientes. ¿El 40% de la sociedad plebiscitó el ajuste en marcha o se limitó a renovar genéricamente el voto de confianza, sin entrar en detalles sobre la necesidad imperiosa del recorte a los jubilados? No existen respuestas puras o demasiado concluyentes. Pero es posible que el presidente esté sobreestimando la calidad (más que la cantidad) del aval recibido en las urnas. Con un detalle en su favor: mientras la oposición se mantenga astillada y sin rumbo claro, Cambiemos podrá seguir capitalizando la confusión. Porque al momento del recuento de votos, el sistema es una máquina de pasar por alto las distintas motivaciones, énfasis y matices que viven en cada elector.

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La mano dura de los conversos

(por Andrés Fidanza) La duda es: ¿Patricia Bullrich arrastra al gobierno hacia el punitivismo o la ministra es la vocera más representativa que tiene el macrismo respecto a su política de Seguridad? Conviven opiniones diversas, incluso dentro del oficialismo; y es posible que no exista una única respuesta acertada. Sea causa, consecuencia o un debate menor, lo cierto es que La Piba empuja a Cambiemos hacia un ensayo de mano dura. Hacia la práctica desde el Estado, y ya no sólo hacia el discurso de campaña, que es un facilismo de poco riesgo.

Se trata de un giro no detallado en el prospecto del macrismo. Al contrario, el perfil sheriff solía calzar mejor en el speech de Sergio Massa. A tal punto llega el actual cambio de rumbo, que la cara más humana del macrismo -Gabriela Michetti- se muestra ajena y de hielo ante el asesinato por la espalda de un muchacho de 22 años: Rafael Nahuel.

Pese a esa homogeneidad aparente, Bullrich le pone su sello particular a la apuesta. Desde el quiebre de su biografía política, le agrega un plus a la jugada: el de la fe de los conversos. “Patricia se equivoca de buena fe”, describe (con algo de malicia) un dirigente que la trata habitualmente.

Mauricio Macri, sin embargo, la brinda un apoyo blindado. Esa banca hizo disipar el fuego amigo en contra de la ministra. Al menos por ahora.

Después del reproche televisivo de Bullrich al juez federal Gustavo Villanueva, quien investiga el crimen de Nahuel, Germán Garavano se encargó de llamarlo en son de paz. Tal es el reparto de roles, no del todo convenido, entre ambos ministros: la de Seguridad defiende herméticamente a su tropa, sean gendarmes, prefectos o policías, y se permite tensar la cuerda con jueces y fiscales desalineados. El de Justicia intenta contener a los actores del poder con el que convive.

Así, la ministra volvió a atar su suerte al desempeño de las fuerzas federales de seguridad. Como tras la desaparición de Santiago Maldonado, reforzó el mensaje corporativo intramuros. Si bien falta conocer el motivo y los detalles del contexto en que murió el tatuador, para Bullrich el ahogamiento fue causa suficiente para decretar que no hubo ni una pizca de mala praxis. El resultado de los focus group también parece darle la razón (pragmática) a La Piba.

Pero el intento de “cambio cultural” del gobierno encierra todos los riesgos que marca la historia argentina respecto a sus fuerzas de seguridad. Y a su vez entra en la dinámica del ensayo y error con la que muchas veces actúa el macrismo.

Al momento, Bullrich sigue dándole “carácter de verdad” a lo dicho por Prefectura. Según ese relato, los mapuches que ocupaban el parque nacional atacaron a los agentes con armas de fuego, usando “movimientos tácticos militares”. En el expediente de la investigación, el juez Villanueva por ahora no confirma ese dato. En su descripción del caso, diez páginas basadas principalmente en la declaración de Lautaro Alejandro González y Fausto Horacio Jones Huala, sólo les atribuye haber usado “diversas armas, entre otras, cuchillos y ondas de revoleo”.

La actual senadora nacional de la Coalición Cívica por Río Negro, Magdalena Odarda, conoce desde años a los pueblos mapuches de su provincia. “No creo que hubiera armas de fuego en manos de esa comunidad de Bariloche, que no tiene nada que ver con la RAM”, afirma. La Resistencia Ancestral Mapuche es, según Bullrich, “un nombre genérico de grupos que actúan violentamente”. Para Odarda, en cambio, la RAM es “la creación de un enemigo que no existe como tal”. Cercana a Elisa Carrió desde hace 15 años, por estos días Odarda cierra su salida definitiva de la Coalición Cívica. Lo hará por las “diferencias ideológicas” que tiene con Cambiemos. La última y más notoria es la gestión de Bullrich: “Está equivocando el camino: la violencia trae más violencia”.

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La AFI, ganadora entre el ajuste

(por Andrés Fidanza) Mientras se discute cómo se repartirá el recorte entre jubilados, trabajadores y estatales, la AFI volvió a consagrarse ganadora en el reparto presupuestario. Con perfil bajísimo, un poco obligado y otro tanto buscado, la Agencia Federal de Inteligencia logrará en 2018 una suba de casi el 21% de sus recursos para el 2018. Se trata de un aumento pautado de más de 374 millones de pesos. Con Gustavo Arribas ya corrido del foco mediático, y hasta sobreseído de forma exprés en la causa de las coimas pagadas por la constructora brasileña Odebrecht, la AFI macrista sigue acumulando fondos, discrecionalidad y poder.

El aumento presupuestario está 5 puntos por encima de la inflación proyectada por el oficialismo, y que supera ampliamente lo conseguido por otros ministerios y áreas de gobierno. Comparada con los 20 ministerios nacionales, la ex SIDE lograría crecer proporcionalmente más que 17 carteras.

Hace un año, un decreto presidencial habilitó la confidencialidad plena de sus recursos. Y ahora, por segundo año consecutivo, su presupuesto le ganará a la inflación prevista (según el oficialismo, será del 15,7% a lo largo del 2018) y al resto del gasto (un 16%, de acuerdo al proyecto presentado por ministro de Hacienda Nicolás Dujovne).

Si bien la reunión del G-20, que se realizará en la ciudad de Buenos Aires, explica en parte el refuerzo presupuestario, se trata del segundo año de bonanza para la AFI. A fines del año pasado, la ex SIDE se anotó un plus de 355 millones de pesos: o sea, un 24,5% de aumento que la ubicó arriba de la suba integral del presupuesto para 2017 (22%) y de la inflación proyectada (17%). En comparación con la inflación real este año, al que todavía le faltan dos meses y medio, los cálculos oficialistas pronostican un empate en 24,5%.

Ahora, de aprobarse el proyecto del macrismo, volvería a integrar el podio de los organismos más premiados. De los 1.804.468.000 pesos actuales a los 2.178.680.000 previstos para 2018, los 374.212.000 de pesos agregados se traducen en una escalada de 20,74%.

Ese salto es sólo superado, y por muy poco, por el de tres ministerios: Trabajo (22,3%), Educación (21,9%) y Desarrollo Social (21,2%). Las demás carteras quedan bastante relegadas respecto a la ex SIDE: Medio Ambiente sube la mitad que la AFI; y Salud, unos 7 puntos menos.

“La AFI de Arribas y Majdalani va tener el doble de lo que se destina al SEDRONAR. Hay que disolverla y crear un organismo contra el crimen complejo y el terrorismo. Basta de financiar a los Stiuso y otros”, opinó la diputada Margarita Stolbizer.

Hasta mayo pasado del año pasado, se podía conocer el uso de los fondos de la AFI, con excepción de los destinados a tareas específicas de inteligencia. Pero Mauricio Macri eliminó el decreto que permitía el acceso a esa parte de la información: lo hizo por vía del decreto 656.

“No hay que confundir falta de transparencia con que el fondo sea reservado, que no quiere decir sin control”, se justificó Arribas, durante su exposición en el Congreso para defender su postulación. Fue una de sus poquísimas apariciones públicas.

Desde que el juez federal Rodolfo Canicoba Corral lo sobreseyó en marzo pasado, concluyendo que no había cobrado coimas de la brasileña Odebrecht, la AFI prácticamente desapareció de la agenda mediática. Macri, sin embargo, la invocó indirectamente y sin buscarlo semanas atrás. Lo hizo al respaldar la teoría del asesinato del fiscal Alberto Nisman, en contra de la voluntad de la conducción de la AFI. Ese deseo de la Agencia no implica que no coincidan con Macri. Al contrario, una parte de la jefatura de la ex SIDE se inclina por esa misma versión. Pero el interés supremo de la Agencia es despegarse por completo de la trama que terminó con esa muerte, haya sido un crimen o un suicidio.

“Es la AFI pasada”, repiten desde la Agencia Federal de Inteligencia, en un intento por separarse de la vieja guardia de espías vinculados al fiscal Nisman, como el mítico Jaime Stiuso.

Pese al planteo refundacional, algunos espías antiguos volvieron por goteo a "la casa": como el director de Finanzas Juan José Gallea, un personaje muy cercano al ex subjefe de la SIDE en tiempos de la Alianza, el abogado Darío Richarte. De la mano del presidente de Boca Daniel Angelici, otro de los dirigentes que intenta influir sobre la justicia, Richarte concretó una suerte de ingreso informal al PRO.

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¿Será Justicia?

(por Andrés Fidanza) Con el envión amarillo de las legislativas, el gobierno amenaza con incluir a una parte de Comodoro Py en su reformismo permanente. Lo hace veladamente, a través de un lenguaje que jueces y fiscales decodifican a la perfección. Entre los actores judiciales figura a la cabeza el supremo Ricardo Lorenzetti, quien ya prometió una serie de recambios menores, en fidelidad con el renovado clima de época. Así, el manipulite acelerado y de trazo grueso contra el kirchnerismo es, en buena medida, hijo de esa entendimiento mutuo.

Por debajo de la jactancia sobre la independencia de poderes, una ONG trabaja a pedir del gobierno. Se trata de Será Justicia, una asociación tan cercana al macrismo como a los estudios de abogados más poderosos de la Argentina y al muy conservador Colegio de Abogados de la calle Montevideo.

La renuncia inducida de la procuradora Alejandra Gils Carbó, el repentino apuro del juez Ariel Lijo por detener a Amado Boudou y la suspensión del camarista Eduardo Freiler fueron empujados por esa ONG. Uno de sus principales dirigentes, Guillermo Lipera, incluso se postula para reemplazar a Gils Carbó en la Procuración. Moderador de un inédito panel sobre agenda judicial en el último coloquio empresario de IDEA, Lipera integra el enorme estudio Bulló.

Otra de las fundadoras de Será Justicia es la abogada Eugenia Talerico, elegida por Mauricio Macri para ser la vicepresidente de la Unidad de Información Financiera (la UIF, más conocida como oficina anti-lavado). Talarico sorteó con éxito los cuestionamientos que le llovieron al momento de su postulación, a raíz de sus anteriores vínculos con el banco HSBC, denunciado por evasión, lavado de dinero y asociación ilícita.

Fundada hace cinco años, Será Justicia es una suerte de desprendimiento aggiornado del Colegio de Abogados de calle Montevideo. Desde su creación, funcionó como su pata militante y política. Pese a su breve trayectoria, en lo últimos meses demostró su banca y capacidad de influencia. En el Consejo de la Magistratura colaboró con dos denuncias contra un juez que integraba la lista negra del oficialismo: el camarista Eduardo Freiler, ya suspendido y con pronóstico reservado. A su vez ayudó para cumplir con una de las obsesiones que tenía Mauricio Macri desde que asumió: que Gils Carbó dejará de ser la jefa de los 400 fiscales del país.

A fines del año pasado, presentó una demanda contra el Estado. Reclamaba que se declarara inconstitucional la vía del juicio político para remover a la procuradora. Un planteo hecho a pedir del oficialismo, al punto de que el ministro de Justicia Germán Garavano lo avaló.

Semanas atrás, junto al mismo Colegio de Abogados y a la ONG Usina de Justicia, Será Justicia volvió a presentarse ante el Consejo de la Magistratura. Ahí acusó a los jueces Lijo y Daniel Rafecas de cajonear algunas causas. En especial, las orientadas contra los ex funcionarios kirchneristas.

Parado en la montaña de su mejor momento, el macrismo se ve poderoso, seguro de sí mismo, razonado en sus políticas (de ajuste) y plebiscitado socialmente. Prácticamente eterno. Frente a esa auto-percepción, el sainete de los ministros Luis Caputo y Juan José Aranguren con sociedades offshore en paraísos fiscales le resultan temas insignificantes. La mega-filtración completa de los Paradise Papers casi no le merece opinión alguna. Casa Rosada da por descontado una resolución similar a la de Mauricio Macri con los Panamá Papers. Hace dos meses, la Cámara Federal confirmó el cierre de la causa en su contra por lavado de dinero.

Las acusaciones por evasión y explotación laboral contra Luis Miguel Etchevehere, quien saltó fluidamente desde la presidencia de La Sociedad Rural hasta el ministerio de Agroindustria, también le parece una cuestión menor. Una trama destinada a ser diluida, olvidada y archivada judicialmente. Ahora, como otras veces a lo largo de la historia, el gobierno no puede, no quiere ni tiene interés en percibir un desenlace diferente.

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La épica del sentido común

(por Andrés Fidanza) Tras 12 años de grandilocuencia discursiva, Mauricio Macri trajo una épica del orden minimalista. Su propuesta se basó en una defensa simplista del valor del ahorro, el sacrificio, la eficiencia, el desarrollo y el fin de los privilegios. Y algo más: gradualismo económico, al menos según los parámetros del propio oficialismo. Con esa fórmula, el gobierno empezó a cerrar una primera mitad de mandato taquillera: consiguió el aval de más del 40 de la sociedad; sumado al consenso del grueso del poder judicial, de los grandes medios y de una parte del peronismo, apurada por despegarse de la etapa kirchnerista.

"Muchos dicen que esta propuesta de un país ordenado le falta épica. No estoy de acuerdo: qué más aventura épica que una sociedad que se quiere desarrollar", afirmó el presidente en el Centro Cultural Kirchner (o CCK, según su nominación oficialista).

Para el segundo tiempo de su gestión, el que definirá sus verdaderas chances de ir o no por la reelección en 2019, el gobierno prepara un reacomodamiento en la hoja de ruta: de cierto gradualismo de trazo grueso a un ajuste de letra chica. De un diagnóstico generalista, con hincapié en problemas reales de la economía macro, al establecimiento de jerarquías ideológicas más precisas, respecto a quién financiará el ahorro. Si bien todavía no abundan los detalles sobre el paquete de medidas (el oficialismo suele solar sus proyectos a cuentagotas, con la intención ir midiendo clima y repercusiones), tendría dos ejes centrales: absorber 100 mil millones de pesos de jubilaciones y asignaciones, a partir de un cambio en la Ley de Movilidad; y una reforma laboral, cuyo borrador ya circula y fue rechazadísimo por los gremialistas no alineados con el gobierno.

Cuando habla sobre los trabajadores, el discurso presidencial tiende a confundir la frontera entre privilegios y derechos. A la Sociedad Rural, en cambio, Macri le acaba de conceder un ministerio hecho a medida. El nivel del recorte a su vez dependerá de la correlación de fuerzas en el Congreso, y de la vocación que tenga Cambiemos para llegar a un “consenso” genuino (palabrita de moda en el speech de Macri). El desenlace del plan evidenciará ex post-facto cuál fue el sentido del voto reciente, sobre todo en los sectores ajenos al núcleo social del PRO y que volcaron la elección: ¿se trató de un plebiscito auto-consciente sobre la necesidad de un ajuste o fue de un apoyo un poco más vaporoso, basado en una apuesta de esperanza y renovación del crédito?

El lunes posterior a la elección, Macri dio una pista en privado. En medio de una reunión de gabinete exitista, contó una anécdota que había vivido en la noche del domingo. Tras el festejo de Cambiemos en el salón de Costa Salguero, se fue con Juliana Awada y su hija Antonia. "Fuimos a cenar a Los Platitos, en la Costanera. Un taxista en la calle me miró y me dijo: ´No soy patrón, soy peón. Pero mirá que yo confío y no llego a fin de mes´", relató el presidente, según publicó La Nación. En adelante, el desafío de Macri y de su ambicioso proyecto es alimentar con un resultado concretísimo la confianza de ese peón.

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