Por Horacio Rovelli Para EPPA
El rol del Fondo Monetario Internacional es en realidad el de monitorear la situación económica general de un país, y las posibilidades ciertas de realizar negocios redituables para el gran capital.
La Argentina se adhirió al FMI en abril de 1956 tras el derrocamiento de Perón y tras el llamado “Plan Prebisch” que sostenía la necesidad de tomar deuda externa, y fue la condición sine qua non que pusieron los prestamistas. Desde allí, en mayor medida con los gobiernos militares y civiles liberales, y en menor medida con los gobiernos constitucionales que defendían el mercado interno y el trabajo nacional, cumplió el papel de controlar los desequilibrios de corto plazo y los desbalances de pagos, pero tras el plan de endeudamiento de Martínez de Hoz en 1976, el FMI se convierte en el garante de que la Argentina se sujete a los designios del mercado financiero mundial.
Habiendo supervisado la economía Argentina desde la dictadura de Videla en la que prima la lógica del interés compuesto como afirmaba Keynes, y en que el endeudamiento externo es el vehículo que permite la fuga de capitales, con la única excepción de todo el período (más de 27 años) de la gestión del ministro Bernardo Grinspún, implosionó en diciembre de 2001, donde el FMI dejó a nuestro país librado a su suerte. Mientras los distintos gobiernos (Menem, De la Rua, Duhalde) procuraban alcanzar un acuerdo con el FMI, el organismo multilateral agregaba progresivamente nuevas condiciones previas a la discusión del acuerdo, llegando al máximo cuando en plena crisis del año 2002 obligó a la administración unificar y liberar totalmente el mercado cambiario, lo que llevó al valor del dólar a casi $ 4.- en abril de 2002.
Arturo Jaureche quién escribió “El Plan Prebisch, retorno al coloniaje”, sostenía que el plan fue acordado con el FMI y propiciaba: a) Transferir ingresos al sector agropecuario por medio de la devaluación de nuestra moneda y liberar sus precios; b) Abrir las importaciones y desregular las exportaciones (cerrando el IAPI); y c) congelar los salarios, con el objetivo de que los consorcios acopiadores y comercializadores de granos (en esa época liderados por Bunge y Born y Louis Dreyfus) tomaran directamente el monopolio del comercio de cereales, conformando un “nuevo intervencionismo donde el Estado no interviene, el intervencionismo se dirige desde afuera”, por un lado, se otorga mayor poder al capital extranjero y se adquiere onerosos empréstitos sosteniendo que “irán hipotecando al país con el fin de que falsos inversores de capital pueden remitir sus beneficios al exterior”; y finalmente, logran ir reduciendo la inflación que ellos mismos provocaron, bajando el nivel de la ocupación obrera y el consumo popular.
Obviamente que cualquier semejanza con la realidad es porque implementan el mismo mecanismo, dado que es claro que nuestros sectores dominantes no tienen un proyecto que nos abarque a todos, ni visualizan a nuestro país como la base y el mercado de un proceso de acumulación sustentable, por ende su mirada es siempre rentística y de corto plazo, y solo logran y por un tiempo, salirse de esa lógica especulativa, si tienen mercados cautivos y/ o usufructúan de la explotación de la tierra.
Es más, incapaces de generar un modelo propio, se subordinan al capital internacional asociándose como socios menores y desatendiéndose de las consecuencias que esas actividades implican sobre la inversión, la producción y la distribución de la economía nacional, y el garante de que ese pacto implícito de sumisión se efectivice es el monitoreo permanente del FMI.
Esto, para un país periférico y dependiente como ha sido y es la Argentina, hace que siguiendo el Manual del FMI (aún antes de haber firmado explícitamente el acuerdo), en un mundo en que la demanda global es menor a la producción de bienes y servicios (con lo que existe excedentes de mercaderías), el gobierno de Mauricio Macri plantea: a) Apertura irrestricta; b) Que el tipo de cambio lo fije el ingreso y egreso de capitales; y c) Que se incrementen las tarifas, las tasas de interés y se fijen libremente los márgenes de ganancias, impactando negativamente en la formación real de los costos y de los precios de la economía toda, con lo que es imposible más allá de la producción primaria y extractiva, y algunos nichos industriales por años y años protegidos (como son los casos del aluminio, el acero y algunas agro industrias), competir con la sobre producción de mercadería mundial que se vende a precio vil.
Históricamente todo modelo de acumulación se basa en transferir parte de los ingresos de la producción primaria a la industrial, lo hicieron en mayor o menor medida todos los gobiernos que se propusieron el desarrollo, en nuestro país, el último fue Néstor Carlos Kirchner que por ejemplo en el año 2007, recaudó por derechos de exportación (retenciones cuyo mayor ingreso corresponde al sector agropecuario) unos U$s 7.000 millones, y con eso financió holgadamente los subsidios a la energía y al transporte que beneficia transversalmente a todo el sector productivo del país y que fueron de $ 14.600 millones (a un dólar promedio de $ 3,10 significaban U$s 4.700 millones).
Y esto fue así porque no se siguió con el camino trazado al no tenerse en claro que la Argentina sustentable y que genera trabajo y valor para todos, debe potenciar los recursos naturales al mismo tiempo que debe diversificar la matriz industrial, proceso que pone en debate un nuevo punto de partida en la que se desarrollen actividades manufactureras, donde existen capacidades acumuladas significativas y trayectorias de aprendizaje considerables como para adaptarse al nuevo mapa global sin entrar en directa competencia con Asia que viene combinando altas mejoras en la productividad con salarios bajos. Ramas como la automotriz, la autopartista, la química, la farmacéutica, la producción de bienes de capital, el software, debían formar parte de esta estrategia ofensiva. En paralelo, se debe adoptar una estrategia defensiva en sectores muy sensibles a la competencia extranjera (textil-indumentaria, muebles o parte de la metalmecánica), muy generadores de empleo, pero con enormes dificultades para poder competir.
Máxime para un país en el que tomando un largo período de nuestra historia (1980 a 2015), por cada punto que crece el PIB, las compras al exterior lo hacen en tres puntos, por ende para disminuir la elasticidad-producto de las importaciones se debe sustituir importaciones en sectores estratégicos para así “construir encadenamientos productivos más complejos y desarrollar redes de proveedores nacionales más densas”. Y, paralelamente, para incrementar la elasticidad producto de las exportaciones supone cambiar su composición hacia bienes con mayor valor agregado y de mayor demanda en los patrones de consumo primero regional y segundo mundial. Ambos procesos demandan conocimiento de las capacidades tecnológicas lo que, a su vez, tiene un fuerte impacto en la demanda en el mercado de trabajo y de la inversión.
EL CAMINO ELEGIDO:
Pero en lugar de partir de lo que se había hecho y reorientar la economía Argentina a la industrialización y al crecimiento, lo que hace la administración de Macri es un aquelarre para cambiar los precios relativos a favor del sector más consolidado de la producción primaria (y en desmedro de los eslabones menos concentrados como son los pequeños y medianos tamberos, productores de frutas, hortalizas y granos de todas las economías del país); del sector energético (de allí que el ministro Aranguren no sepa cuál es el costo de la producción y distribución de gas o del petróleo y lo que es peor, es que no le importa, lo que tratan de asegurar es el margen de ganancia de las tarifas); y del sector financiero (implantando una vez más el mecanismo perverso de la bicicleta entre las tasas de interés y el dólar, donde la primera debe superar a la diferencia cambiaria entre el presente y el futuro para que se queden en pesos).
La combinación de dejarle a los sectores más concentrados que fijen libremente los precios, y la puja entre la tasa de interés y el valor presente y futuro del dólar, a la vez que se desengancha el valor de la divisa del circuito comercial para ser fijado preponderantemente por el ingreso de capitales, que por ahora supera los elevados niveles de fuga, y tienen como único y exclusivo beneficiario a los sectores más ricos del país, en una economía fuertemente extranjerizada y subordinada al capital internacional.
Todas las medidas tomadas en el gobierno de Macri y como afirmar el Profesor Emérito de la UBA, Dr. Mario Rapoport, tienen como objetivo generar “…grandes ganancias a sectores reducidos promoviendo otra gigantesca fuga de capitales, que servirá para evadir y proteger esas ganancias en los paraísos fiscales y posiblemente, para muchas multinacionales, compensar las pérdidas que la crisis les ha producido en otros lados”, pero es insustentable económicamente por la simple razón que la Argentina depende del mercado interno, al que se lo vapulea y margina con los altos precios de bienes, insumos, tarifas e interés, con lo que el resultado es que desciende el consumo global, y agravando el cuadro, los sectores favorecidos puedan comprar naranja de España, frutilla de Polonia y Maíz en lata de Francia, por una parte, y por la otra, porque las importaciones tienden a crecer más que las exportaciones, a lo que se le suma el pago de los intereses de la deuda que se deben afrontar ante el mayor endeudamiento realizado.
La ley de hierro para la economía Argentina: El descenso del consumo global arrastra al PIB, y a su vez la cuenta corriente comercial va a ser cada vez más deficitaria, con lo que tarde o temprano se va a frenar la entrada de capitales que financian ambos déficit y, como le sucedió a la dictadura militar en 1982 y a Menem-Cavallo en 2001, se saldrá con una fuerte devaluación de nuestra moneda y un nuevo cambio de precios relativos, para dejar un país severa e irracionalmente endeudado y empobrecido, y una minoría que forma parte de los más ricos del planeta.
Para que todo ese derrotero se produzca, le es necesario al gobierno y a sus beneficiados el acuerdo con el FMI, para que en nombre de los “Stand by” firmados y como compromiso asumido, no se pueda cambiar un ápice de ese trillado camino que deja como resultado una minoría cada vez más rica y con plata en el exterior (y por ende apareciendo en la revista Fortune entre los más ricos del mundo) y un país pobre, con miles de excluidos y sin futuro.